La hipocresía no cambia en enero
Por Eduardo Kohn
Lo que comentaremos brevemente a continuación sucedió hace casi 12 años. La directora de Género de Amnistía Internacional Gita Sahgal fue suspendida, ella se fue y Amnistía dijo que la relación profesional había finalizado por “diferencias irreconciliables”. Sahgal nació en Bombay, y es hija del novelista Nayantara Sahgal y sobrina nieta de quien fuera Primer Ministro de India Jawaharlal Nehru. Gita estudió en Londres, se vinculó a movimientos de defensa de los derechos de la mujer y en 2003 se convirtió en directora de AI. El conflicto entre Gita y AI estalló cuando Gita envió un e mail al liderazgo de AI diciendo que la organización estaba ligada muy de cerca con un grupo pro yihadista, en particular con una ex presa de Guantánamo Moazzam Begg y su grupo, y que ello minaba su trabajo como directora de género de AI. Gita dijo entonces que el liderazgo de AI sufría una bancarrota ideológica y que era misógino, y acusó claramente a Begg de ser una líder de los talibanes en Londres. Hubo mucho apoyo a Gita entonces desde varios países y de figuras como el escritor Salman Rushdie; Yakin Etrurk experta de la ONU en violencia contra la mujer; dos expertas en defensa de género de la ONU Hina Jilani y Asma Jahangir; la escritora egipcia Nawal el- Saadawi; y Sara Hossain, reconocida figura de Bangladesh. AI no se hizo mucho problema. Dijo que Begg era digna de defensa por haber estado en Guantánamo y que su liderazgo pro talibán era un tema ideológico.
Y AI siguió sin importarle el escándalo de entonces. Gita, a la larga, luchó sola contra una corporación que usa el tema derechos humanos, desnudó su interna, pero las corporaciones con mucho presupuesto no se inmutan, así como así.
Hoy, Amnesty, como es notorio, ha tomado a Israel como moneda de cambio para agraviarlo e incitar al odio antisemita en todo el mundo. A Amnistía no le preocupa mucho que calificar a Israel de practicar apartheid sea falso, ha puesto su maquinaria presupuestal al servicio de presuntos informes, esta semana ha expelido una nueva acusación desde Londres llevando a dicho agravio a Israel, al año de su creación, o sea, hablando de prácticas de apartheid cuando Israel fue invadido por los ejércitos de la Liga Árabe, cuando tuvo que librar una guerra de independencia, cuando los Estados árabes proclamaron que no se iban a detener hasta exterminar a todos los judíos que allí estaban.
AI no tiene límites. Lanza su vómito antisemita cuando hoy Israel ya tiene relaciones diplomáticas con muchos Estados árabes, le da material a dictaduras, las cuales pondrían pálidos de vergüenza a Hitler y Stalin y que están sin embargo cómodamente sentadas en el Consejo de DDHH de la ONU y como precisamente los límites de AI son hasta donde llegue el infinito de la infamia, en su odio desaforado ponen en el brulote que llaman informe que Israel practica apartheid en Gaza, una zona gobernada por el terrorismo de Hamas (a quien AI parece no conocer ni hoy ni ayer) y de la cual Israel se retiró totalmente hace 17 años. Gita Sahgal ya vio hace 12 años cómo trabajaba AI y le fue muy mal por denunciarlo públicamente. Hoy, la omnipotencia y la soberbia han aumentado. Incitan al antisemitismo, hacen uso desproporcionado del sistema de acusar agraviando y ultrajando y su secretaria general, Agnès Callamard, con total desparpajo, sale a declarar hace unas horas que lejos está AI de atacar los derechos de Israel.
El Ministro de RREE de Israel Yair Lapid no piensa igual que Callamard. Lapid fue claro y preciso: “La acusación de AI busca criminalizar la existencia del Estado judío como el hogar nacional del pueblo judío y niega el derecho de Israel a existir como Estado Nación del pueblo judío. El lenguaje extremista de AI y su distorsión del contexto histórico intenta demonizar a Israel y poner más combustible a la máquina del antisemitismo”.
Cuando AI pasa por alto más de medio millón de sirios asesinados por su propio dictador Assad y con el apoyo para matar de parte de Irán, ya demuestra su esencia moral y ética. Y cuando Callamard dice que la “crítica de AI” es contra las autoridades israelíes, demuestra una hipocresía que no cabe en el Guinness. ¿Así que las autoridades practican apartheid? ¿Cuáles autoridades señores de AI? ¿Las autoridades que hoy cogobiernan en una coalición integrada por un partido árabe israelí? ¿Las autoridades de la salud que trabajan con médicos y enfermeros árabes? ¿Las autoridades de la educación que imparten enseñanza con árabes israelíes? Las dictaduras que son mayoría en el Consejo de DDHH de la ONU quieren lograr como resolución lo que ha escrito AI. Y AI les ha dado los insumos. Coalición de antisemitismo en el mes en el cual se conmemoró el Día Internacional de Recordación del Holocausto; se votó en la Asamblea General una resolución que condena la negación de la Shoá, y esto se hizo el 20 de enero cuando se cumplieron 80 años de la Conferencia de Wannsee, la reunión nazi que lanzó la ejecución industrial del Holocausto a través del trabajo dedicado que impondrían los arquitectos, ingenieros, médicos, abogados, y otros profesionales alemanes que hicieron Auschwitz y todos los campos de exterminio.
El apartheid que sí aplicó Sudáfrica con su población negra era, tenía entre otras disposiciones, las siguientes: no podían vivir en el mismo lugar que los blancos; no tenían nacionalidad sudafricana; no podían ir a las zonas de los blancos sin documentación especial; no tenían derechos políticos; no podían tener comercios ni ejercer una profesión en zonas donde vivían blancos; no podían cursar universidades. Es tan repugnante lo que hace AI y lo que pretenden hacer en el Consejo de DDHH satrapías como Burkina Faso, Camerún, China, Cuba, Eritrea, Libia, Gabón, Malawi, Mauritania, Namibia, Venezuela, que sólo logran al final destruir valores que serían esenciales para la vida en convivencia internacional: credibilidad institucional y auto respeto.
El 20 por ciento de la población de Israel que es árabe vive en todos lados, tiene nacionalidad israelí, tiene pasaporte israelí, no sólo votan, sino que son votados e integran cualquier estrato gubernamental, tienen los comercios que les plazca, van a universidades y ejercen todas las profesiones.
AI ha tocado fondo. Ataca una democracia (que tiene falencias como cualquier democracia, pero que tiene a pleno sus instituciones y la división de poderes) pero omite el terrorismo que rodea a Israel, como ya lo ha hecho el Consejo de DDHH varias veces. No todo vale en política y menos en la consideración de los derechos humanos.
El 20 de enero pasado, en la Asamblea General, Irán dijo que “Israel es un Estado de apartheid cuya ideología está basada en los principios nazis que llevaron a la Segunda Guerra Mundial: el racismo y el expansionismo. Israel usa el sufrimiento de los judíos en el pasado para cubrir sus crímenes”. Nadie contestó a Irán. Con el libelo de AI, y la propuesta que tiene en manos el Consejo de DDHH, Irán debe estar satisfecho. Hizo renacer el espíritu de la Conferencia de Wannsee y con la resolución de la ONU de este 20 de enero de 2022 no alcanza ni para empezar a pedir disculpas por un nuevo ataque global antisemita.
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