La Disputa de Tortosa
En un día como hoy, el 7 de febrero de 1413, dio inicio el más importante debate interreligioso entre judíos y cristianos conversos de toda la Edad Media, conocido con el nombre de la Disputa de Tortosa, en Cataluña, España.
La controversia se extendió por casi dos años, hasta el 13 de noviembre de1414, y en realidad, se trató de una serie de 67 sesiones de adoctrinamiento religioso que tenía por objetivo forzar a las autoridades judías a aceptar los severos errores de su religión y reconocer que el Antiguo Testamento ya reconocía que Jesucristo sería el Mesías.
La disputa fue llevada a cabo por una iniciativa del antipapa Benedicto XIII, papa de la obediencia de Aviñón, quien afirmó que el debate debía centrarse únicamente en citas del Talmud. No era intención del papa que los rabinos disputantes cambien de opinión y acepten el rol mesiánico de Jesús; en verdad, su propósito iba dirigido a las masas judías sencillas, al hombre judío común, para sacarlo del dominio de los rabinos y del yugo de la Torá. El objetivo papal no era eliminar físicamente a los judíos sino coaccionarlos para poder convertirlos finalmente al cristianismo, y así demostrar que el cristianismo es el verdadero judaísmo, el verdadero Israel.
El que llevó la voz cantante del lado cristiano fue el judeoconverso Jerónimo de Santa Fe, un antiguo judío llamado Joshua al-Lorki, muy versado en los midrashim de la Hagadá y del Talmud, quien utilizaba las fuentes judías para justificar la tesis cristiana y sabía como presentar a Jesús de Nazaret como el Mesías. Según Jerónimo, el mesianismo de Jesús ya estaba contenido en la Biblia hebrea y en el Talmud
Del lado judío, participaron poco más de 20 rabinos llegados de los condados catalanes y del reino de Aragón. En su mayoría eran estudiosos que habían sido discípulos de Hasday Crescas, fallecido en 1412. Entre los más prominentes se contaban el médico y filósofo Ytzjak ben Moshé Halevi, el rabino Yosef Albo, y eruditos de la talla de Matityahu Hitzhari, Moshe Ben Abbas, Astruk Halevi, y Shem Tov ibn Shaprut. También, fue obligatoria la presencia de judíos entre el público mientras duró el debate, los representantes judíos debieron defenderse de acusaciones y amenazas de todo tipo de la parte cristiana.
La disputa se llevó a cabo en tiempos turbulentos, la situación de los judíos en España se había deteriorado considerablemente. Desde 1391, año en el cual entraron en vigencia los decretos de Kaná, las comunidades hebreas quedaron devastadas por las conversiones forzadas que padecían sus miembros, unido a una debacle económica y social fruto de los estallidos: centenares de sinagogas se convirtieron en iglesias, hogares judíos fueron saqueados, y miles de judíos y judías de todas las edades fueron asesinados. Además, se había instalado en las juderías un sentimiento de amargura y decepción provocado por aquellas conversiones voluntarias de importantes dirigentes comunitarios y religiosos quienes buscaban ingresar a la sociedad cristiana en beneficio propio.
Con semejante trasfondo dio inicio la Disputa. Previamente se dejó en claro que los judíos tenían prohibido hacer cualquier declaración que critique o se oponga al cristianismo. De hecho, no se trataba de un debate objetivo, sino de una especie de montaje teatral cuyo final se conocía de antemano, en el que los representantes judíos se vieron obligados a participar.
Al inicio del debate, Jerónimo de Santa Fe presentó los principios del mismo y enfatizó en aquellos midrashim según los cuales el Mesías ya había venido. Por ejemplo, el nacimiento del Mesías en el Día de la Destrucción o el artículo talmúdico de que el mundo existirá durante seis mil años, y los últimos dos mil años son los años del Mesías. También usó el midrash al dictaminar que el Mesías sufriría angustia. Los judíos respondieron interpretando los midrashim de la manera más sencilla o como parábola, repitiendo los argumentos del Ramban que utilizó en su propio debate de Barcelona, según el cual, no se está obligado a creer en leyendas o insinuaciones, por lo cual, Jerónimo los presentó como infieles a su propia religión, en todo caso, a la esencia de la fe judía.
La situación de los representantes judíos fue tortuosa, los encuentros eran sumamente tensos, el principal portavoz entre los sabios judíos se determinaba por turnos y se cambiaba a diario, los rabinos estaban bajo una extrema presión y cuando se reunían entre ellos estallaban discusiones sobre las respuestas que debían dar, mientras su oponente siempre tenía la última palabra.
Desde el mes de mayo la discusión se centró en las cosas que el Mesías debe hacer. Los judíos argumentaron que debía sacar al pueblo de Israel del exilio y construir el Templo, cosas que Jesús no hizo, mientras que los cristianos presentaron una interpretación alegórica de estas condiciones. Los puntos principales de los judíos fueron: el exilio todavía existe, incluso el cristianismo no se ha extendido por todo el mundo, y no hay paz mundial, ya que los pueblos están luchando entre ellos. En cualquier caso, la redención de Israel debería ser la redención de los judíos, y esto ciertamente no sucedió. Los gentiles no pueden ser llamados ‘Israel’, contrariamente a la opinión de la Iglesia que se veía a sí misma como ‘Israel en el Espíritu’.
Cuando la Disputa finalizó, a ojos de la plebe, la comunidad judía había sufrido una severa derrota, por lo cual, los representantes judíos fueron obligados a firmar un documento en el que ‘reconocían sus errores’ de fe. El monje Vicente Ferrer, quien dirigía las conversiones, llegó a Tortosa al final del debate, y aprovechando los ecos del mismo convirtió a la religión cristiana a más de 3.000 judíos.
Aproximadamente un año después de la disputa, en 1415, Benedicto emitió la bula ‘Contra Judaeos’, por lo cual los bautismos forzados se multiplicaron por miles. Se reafirmaron todas las restricciones impuestas anteriormente a los judíos, como la prohibición de ocupar cargos públicos, residencia, comerciar y comer con cristianos, entre otros. El papa firmó también la bula ‘Etsi Doctoris Gentium’ que motivó la quema de los libros judíos.
Se estima que la Disputa de Tortosa provocó la conversión coercitiva de más de 25.000 judíos, se estableció que todos los judíos a partir de los 12 años debían asistir al menos a 3 ceremonias cristianas cada año. A los judíos que se vieron obligados a convertirse al cristianismo se les prohibió volver al judaísmo y muchos de ellos optaron en ser clandestinos criptojudíos. La controversia fue el punto culminante del proceso de declive de las comunidades judías en la Corona de Aragón, golpe del cual nunca los judíos llegaron a recuperarse.
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