El conflicto ucraniano, la movida equivocada de Putin en el tablero mundial
Por Luis Fuensalida
En muchas de mis columnas, que han abordado y analizado el accionar del presidente ruso Vladimir Putin, a quién también denomino el Zar del Siglo XXI, destacaba su capacidad estratégica para mover las distintas piezas en el complejo juego del ajedrez mundial, y sin dejar de lado sus claros y oscuros, fuese en política internacional como en la política interna de Rusia, lo ha llevado a ser un verdadero autócrata.
Sin embargo, algo ha cambiado en su comportamiento a la luz de su actual accionar en el conflicto ucraniano, alejándose peligrosamente, tanto para él como para su país, de una visión racional para manipulear la crisis en la región del Donbás, relegando, por no decir, desechando, la Doctrina Gerasimov.
¿Qué es la Doctrina Gerasimov?, pues bien, en el año 2013, el general ruso Valeri Gerasimov expuso su pensamiento estratégico a la luz de lo se conoce como Revolución en los Asuntos Militares o RMA (siglas en inglés), que es la base doctrinal actual de los EE.UU., en su ensayo “El valor de la ciencia en la anticipación” publicado en la revista militar rusa Voyenno Promyshlenny Kurier, y que en principio pasó desapercibida para los analistas y estrategas de Washington y de la OTAN, pero que con la anexión unilateral de Crimea un año después, en el 2014, plasmaba la visión del militar ruso en relación ha como afrontar la problemática de la seguridad nacional e internacional en la posguerra fría.
En su trabajo, Gerasimov analiza las grandes crisis y conflictos que se fueron dando a partir de la disolución del Pacto de Varsovia, en 1991, desde la 1ª. Guerra del Golfo, la Guerra contra el Terrorismo, la intervención rusa en la crisis de Georgia, la mal llamada Primavera Árabe, la intervención de los EE.UU. y sus aliados en Libia, y donde argumentaba la aplicación de la controvertida doctrina de intervenir para proteger, como justificación para actuar en conflictos a futuro, pero también, realizó un concienzudo análisis del cada vez más importante uso de medios o instrumentos no militares en la gestión de las crisis y conflictos.
En ese sentido, el militar ruso inicia su exposición argumentando que, “…las reglas de la guerra han cambiado. El valor de los medios no militares para lograr los fines políticos y estratégicos no solo se han incrementado, sino que en algunos casos excede la efectividad de las armas…”., y toma dos casos para ejemplificar su postura, la Primavera Árabe y Libia.
En ambos casos, son conflictos híbridos provocados y dirigidos por Occidente donde a las herramientas políticas, económicas, informáticas, incluso humanitarias y otras no militares, se han instrumentado junto con el potencial revelado de la protesta social, pero sin dejar de lado los medios militares de carácter clandestino, como ser operaciones especiales, infiltración y espionaje, y también, el accionar militar directo bajo el pretexto de llevar a cabo operaciones para el mantenimiento de paz y gestión de crisis y/o resolución del conflicto, esto último más evidente en el caso Libia.
Es asi, que Gerasimov señala la necesidad que siguiendo el camino de la OTAN y la U.E., Rusia debe implementar una doctrina integral, donde la interacción y cooperación cívico – militar son la base de las herramientas no militares en la gestión y resolución de conflictos, y así llega describir que los conflictos del Siglo XXI, se desarrollarían en las siguientes etapas:
1) Origen encubierto del conflicto: etapa que se origina ante de estallar las hostilidades utilizando una campaña informativa para influir tanto en los estamentos gubernamentales como en la opinión pública
2) Escalada: con el aumento de las tensiones hay que aislar diplomáticamente y sancionar económica y financieramente al país objetivo e intensificar a través de los medios la campaña para erosionar el gobierno y alentar el descontento popular
3) Inicio del conflicto: incrementar el descontento entre la oposición y estimular su organización política para debilitar al gobierno para conseguir el estallido de violencia que justifique la intervención exterior
4) Crisis: se incrementa la intervención militar argumentando razones humanitarias y aumentar la actividad diplomática y las sanciones económicas, todo lo cual justifique la invasión
5) Resolución: tras la materialización de los objetivos estratégicos, se instrumentan tanto los poderes duros como blandos para restablecer la paz y estabilizar la situación en el país objetivo de acuerdo a los intereses propios y
6) Restauración de la paz: es la última etapa de la intervención y se busca resguardar los logros obtenidos, legitimando los grupos locales afines y estableciendo relaciones diplomáticas, culturales, comerciales y financieros, a la vez que se mantiene la campaña informática y diplomática a nivel global buscando que la Comunidad Internacional acepte el nuevo status quo.
Ahora bien, podemos advertir que al menos hasta la etapa 3), es un relato de lo ocurrido en Ucrania desde el 2014 en relación al conflicto separatistas de las regiones de Donetsk y Luhansk, y en cuanto a Crimea, prácticamente es la aplicación de todas las etapas de la Doctrina Gerasimov, sin embargo, la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania, se aparta de aquella, pues ha subestimado, desde la Psicología Colectiva, la fuerza de cohesión del sector de la población ucraniana pro occidental, como así también, el liderazgo del presidente Zelenski, lo que ha impedido que se dieran las condiciones para intervenir directamente, y dejó de lado los lineamientos que caracterizan los conflictos híbridos y se ha embarcado en un conflicto lineal, que puede ser la jugada equivocada.
Por otra parte, además de la cohesión demostrada en la población ucraniana pro occidental, habría que sumar en el campo internacional, el apoyo, de toda índole, de su diáspora, aproximadamente unos 20 millones, que en algunos casos, poseen gran influencia en los centros de poder, como ser, el Ukrainian American Coordinating Council y el Ukrainian Congress Committe of America, que ejercen presión en todas las esferas de Washington D.C., y sin olvidar una generalizada respuesta de ayuda y respaldo a Ucrania a nivel popular alrededor del mundo.
Desde el punto de vista militar, si bien las FF.AA. rusas no sólo están mejor equipadas y con una importante experiencia de combate real, habida cuenta de su intervención en la Guerra Civil Siria, los progresos en el campo se han consolidado en la región del Donbas, es decir, en el sudeste de Ucrania, mientras que en las zonas nororiental el avance se ha ralentizado en virtud tanto del factor humano como de la provisión de armas de la OTAN a las fuerzas ucranianas, lo que abriría un escenario de estancamiento que no es deseable para Moscú.
También, desde el punto de vista militar, en el caso que Rusia lograra ocupar la totalidad de Ucrania, esto implicaría un costo muy alto en controlar a la gran parte de su población, enfrentar focos de insurrección, sin olvidar el mantenimiento del orden público y social, como así también encarar una rusificación de la población tal como lo hicieran la zarina Catalina II y el dictador Joseph Stalin.
Por otra parte, siempre en línea con este último supuesto de ocupación rusa, la situación socio-económica ucraniana tras el conflicto sería lo suficientemente delicada por la destrucción de sus infraestructuras que demandaría una alta inversión, para una Rusia que estaría, a mediano o largo plazo, acuciada financieramente por las sanciones económicas y en un escenario de agudización para satisfacer las necesidades primarias del pueblo ucraniano, lo que se traduciría en una constante de levantamientos populares.
Por último, siempre en este supuesto, si los desafíos planteados, tanto en lo operacional como en lo económico-financiero y bienestar del pueblo ucraniano, hay que sumar el factor histórico, en el que para la mayoría de los ucranianos, los rusos, más que una fuerza de ocupación, son considerados el enemigo desde hace más de dos siglos.
Finalmente, en una de mis últimas columnas, señalé que el conflicto ucraniano sería un punto de inflexión para Occidente y para Rusia, y si el presidente Putin se mantiene en una visión revisionista histórica, acorde a los imperios zarista y soviético, ha dejado su pragmatismo tradicional y ha cometido un error táctico y estratégico, con consecuencias a nivel internacional como interno, donde no sólo sectores sus opositores políticos se verán potenciados, sino que ese “círculo íntimo”, constituido por grandes magnates rusos, al ver afectadas sus inversiones y sus capitales en el exterior, podrán forjar un grupo de presión negativo para el presidente, y las situaciones de dos poderosas entidades bancarias rusas, el Sberbank y el VTB Bank que están cerca de quebrar por el retiro fondos, la devaluación del Rublo, el 27%, el congelamiento de los fondos de reservas rusas en los EE.UU. y Europa, es sólo un anticipo, pero me gustaría terminar mi columna de hoy con una reflexión, entre los años 1648 y 1651, en Ucrania se llevó a cabo la matanza de más de 20.000 judíos, la mayor matanza desde la destrucción del Templo de Jerusalem, una manifestación de un sentimiento antisemita nunca del todo superado, sin embargo, hoy un judío, el presidente Volodimir Zelenski, es la figura que enarbola las banderas de Ucrania, de la Libertad y de la Independencia, una lección no sólo para los ucranianos, sino para el resto de un mundo, que está a la puertas de una reconfiguración global en todos sus estamentos.
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