Moacyr Scliar
Considerado por el escritor Fernando Verissimo como uno de “los mayores novelistas brasileños”, Moacyr Scliar, de padres judíos emigrantes de Rusia, escribió más de 70 obras publicadas traducidas en todo el mundo.
Nacido en Porto Alegre, el 23 de marzo de 1937, su vocación de médico y la voluntad literaria de sumergirse en los dolores del cuerpo humano lo convirtió en un ser muy sensible al sufrimiento. Su padre tuvo que abandonar la Bessarabia (Rusia) natal y viajar a Rio Grande do Sul (Brasil), adonde llegó hambriento como un esqueleto. Ya en tierra brasileña, le dieron un plátano y él, que no sabía lo que era ni cómo pelarlo, se comió la cáscara creyendo que era la carne. Esa anécdota dio pie a que Scliar siempre definiese a un emigrante como “alguien que se come la cáscara de un plátano”. Hijo de José y Sara Scliar, Moacyr nació en Bom Fim, barrio que concentra a la comunidad judía de Porto Alegre. Su madre eligió su nombre por Moacir, hijo de Iracema, en la famosa novela homónima de José de Alencar. En 1963 se recibió de médico en la Universidad Federal de Río Grande del Sur, y se especializó en salud pública. Fue docente en la Universidad Federal de Ciencias de la Salud de Porto Alegre y dictó clases en la Universidad de Brown y en la Universidad de Texas. Publicó más de setenta libros, entre crónicas, cuentos, ensayos, novelas y literatura infantil. Su estilo, leve e irónico, le garantizó un amplio público de lectores. Recibió varios premios literarios, entre ellos el Premio Jabuti en tres ocasiones: O olho enigmático, en 1988; Sonhos Tropicais, en 1993 y Manual da Paixão Solitária, en 2009. También el Premio Casa de las Américas, por A orelha de Van Gogh, y el premio de la Asociación Paulista de Críticos de Arte (APCA), ambos en 1989.
Sus obras más reconocidas son las novelas “El ejército de un solo hombre”, “El centauro en el jardín” y “Manual de la pasión solitaria” y el libro de cuentos “El ojo enigmático”. Fue colaborador de Folha de São Paulo, entre otros medios de prensa. En 2003 fue elegido para ocupar un sillón de la Academia Brasileña de Letras. Sus obras, que frecuentemente abordan la inmigración judía en Brasil, entre otros temas como el socialismo, la medicina, la vida de clase media; han sido traducidas a varios idiomas.
En 1998, su novela Um Sonho no Caroço do Abacate fue adaptada al cine, con el título Caminho dos Sonhos, con la dirección de Lucas Amberg. La película narra la historia del hijo de una pareja de inmigrantes judíos lituanos que se radica en el barrio de Bom Retiro, en São Paulo, en la década de los sesenta. El joven Mardo, interpretado por Edward Boggiss; se enamora de Ana, el personaje de Taís Araújo, una estudiante negra. Los jóvenes encuentran en el amor la fuerza y la decisión para enfrentar a la discriminación en la escuela donde estudian y a los prejuicios de ambas familias. En 2002, la novela Sonhos Tropicais fue adaptada al cine bajo la dirección de André Sturm, con Carolina Kasting, Bruno Giordano, Flávio Galvão, Ingra Liberato y Cecil Thiré en el elenco. El film narra el combate contra la fiebre amarilla en Río de Janeiro, comandado por el médico sanitario Oswaldo Cruz, y la resistencia de la población a la vacunación obligatoria, que culminó en la llamada Revuelta de la Vacuna. En forma paralela, se narra la historia de una joven judía polaca, que inmigra a Brasil en busca de una vida mejor, pero acaba prostituyéndose. En 1963 se recibió de médico en la Universidad Federal de Río Grande del Sur y se especializó en salud pública. Fue docente en la Universidad Federal de Ciencias de la Salud de Porto Alegre y dictó clases en la Universidad de Brown y en la Universidad de Texas.
Si bien nunca fue un hombre religioso, fue casi obsesiva la búsqueda de los grandes temas que agitan todas las religiones, como el pecado, el sentido de culpa, la muerte y el sexo.
Judío laico, entre sus obras se destaca “Un Seder para Nuestros Días, donde narra el pasado éxodo como un compromiso como un compromiso con el presente.
Veamos su introducción, en la cual, basado en un seder , resume su ideario ideario.
“Esta mesa en torno de la cual nos reunimos, esta mesa con las matzot y con las hierbas amargas, esta mesa de Pesaj con su mantel inmaculado, no es una mesa; es una embarcación mágica con la que navegamos por las brumas del pasado, en busca de las memorias de nuestro pueblo. Sentémonos, pues, a esta mesa. Somos muchos esta noche. Somos los que están y los que ya se fueron; somos los padres y los hijos, y somos también nuestros antepasados. Somos un pueblo entero en torno de esta mesa. Aquí estamos para celebrar, aquí estamos para dar testimonio. Dar testimonio es la principal misión del judaísmo. Dar testimonio es distinguir entre la luz y las tinieblas, entre lo justo y lo injusto; es rememorar los tiempos pasados para que el presente extraiga de ellos su lección. Observemos, entonces, la matzá que está sobre la mesa. Este es el pan de la pobreza que nuestros antepasados comieron en la tierra de Egipto. Quien tenga hambre – y son muchos los hambrientos en este mundo en que vivimos – que venga y coma. Quien esté necesitado – y son muchos los que sufren necesidad en este mundo en que vivimos – que venga a celebrar con nosotros Pesaj. Es el legado ético de nuestro pueblo, el mensaje contenido en este alimento sencillo, en este pan ázimo que lo sustentó en el desierto y que lo viene sustentando a lo largo de las generaciones. Se debe ser justo y solidario, se debe amparar al débil y ayudar al desvalido. El desierto que tenemos que atravesar hoy no es una extensión de arena estéril, calcinada por el sol implacable. Es el desierto de la desconfianza, de la hostilidad, de la alienación de los seres humanos. Para emprender esta travesía tenemos que proveernos de las reservas morales que acumuló el judaísmo, de las pocas y simples verdades que constituyen la sabiduría del pueblo.
Ama a tu prójimo como a ti mismo. Reparte con él tu pan. Invítalo a tu mesa. Ayúdale a atravesar el desierto de su existencia”.
Una de sus mejores amigos, el escritor Verissimo, lo consideraba una “persona enormemente generosa y solidaria”. Para él, Scliar no ha muerto; sus obras permanecen vivas “recorriendo las librerías de medio mundo”.
Moacyr Scliar falleció el 27 de febrero de 2011. Sus restos fueron velados en la Asamblea Legislativa del Estado de Río Grande do Sul, en Porto Alegre. La Presidenta de la Nación, Dilma Rousseff, declaró: “representó nuestra sociedad en diversos géneros, sin perder de vista su condición de hijo de inmigrantes. Es con tristeza que nos despedimos de este maestro de nuestra literatura
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