“Ucrania & Sionismo”
En estos días publiqué un breve artículo de opinión en la sección de los Blogs de The Times of Israel (TOI), diario israelí en inglés (https://blogs.timesofisrael.com/where-do-children-go-israel/); lo hago de tanto en tanto, entre otros miles de colaboradores a quienes el diario les ofrece ese espacio en forma gratuita. Algo parecido a las Cartas al Director en el Semanario Búsqueda de Uruguay: un espacio para el aficionado. Generalmente, consciente de que el lector del TOI es mayormente ciudadano de los EEUU, trato de ofrecer una perspectiva diferente a la que habitualmente permea la prensa israelí en inglés, sea que peque por conservadora o por ferozmente liberal y crítica.
En este caso, y vistas las consecuencias humanitarias en la invasión rusa a Ucrania, quise hacer hincapié en la vigencia del Sionismo como ideología e instrumento del pueblo judío. Cuando leo una y otra vez en la prensa liberal de los EEUU, judía y no judía, una testaruda obsesión con el tema de La Ocupación (por parte de Israel de Judea y Samaria) y sus consecuencias; cuando leo una y otra vez la propuesta de UN Estado binacional entre el Jordán y el Mediterráneo como una solución “salomónica” al problema; cuando leo entre líneas que los valores democráticos deben primar a cualquier costo por sobre los valores de seguridad, debo concluir, muy a mi pesar, que tantos años de denostación y distorsión del ideario sionista han cumplido su propósito. Simplemente, no se entiende su razón de ser.
En una oportunidad manifesté que el Sionismo fue la gran respuesta que encontró el pueblo judío en el siglo XIX ante dos fenómenos simultáneos e igualmente amenazantes: por un lado, el antisemitismo histórico que se tornaba más virulento y letal, cuya culminación fue la Shoá; y por otro la Emancipación, bajo cuyo manto muchos judíos optaron por cuestionar sus tradiciones y creencias y sumarse a una perspectiva más universal de su existencia: la asimilación. Si bien grandes masas de judíos se aferraron a su vida comunitaria y religiosa, hubo muchos judíos seducidos por las nuevas grandes ideologías. Entre estas surgen los nacionalismos, al tiempo que los grandes imperios comienzan a desmembrarse: en esa brecha encuentra su nicho el Sionismo. El siglo XIX en la historia judía cierra con el 1er Congreso Sionista en 1897.
Como ha dicho la Dra. Einat Wilf, Israel no surge a causa de la Shoá y su razón de ser no está justificada por los millones de víctimas de esa tragedia o las que la antecedieron históricamente. Israel, cuya creación fue el objetivo del Sionismo, surge como forma de corregir una anomalía: un pueblo que había perdido su soberanía y su territorio. Hoy el pueblo judío tiene un Estado y todo judío, bajo la Ley Fundamental del Retorno del Estado de Israel, tiene derecho a ser ciudadano de ese Estado. Es por eso que, cuando los judíos han sido perseguidos o discriminados en sus países de origen, aun cuando han vivido allí por generaciones, tienen el recurso de poder emigrar a Israel. En otras palabras: los judíos de Ucrania, a diferencia de sus conciudadanos no judíos, no se transformarán en refugiados cuando escapen de la guerra. Si lo eligen, Israel les brindará ciudadanía y oportunidades.
Si Israel dejara de ser un Estado judío (si fuera por ejemplo binacional) perdería su razón de ser. Probablemente seguiría siendo un Estado soberano, democrático, pero no sólo perdería mucho de su carácter judío: perdería su potencial como refugio integrador de los judíos del mundo. Ya lo dijo Amos Oz Z´L en su última conferencia, “no quiero volver a ser minoría”. El régimen democrático en Israel no está en discusión; hay mucho de democratico en la forma judía de resolver los conflictos. Lo que está en discusión es la naturaleza demográfica del Estado.
Más aún: está en juego la noción de fragilidad y precariedad que, paradójicamente, sostuvo al judaísmo durante milenios. La creación del Estado, su poder militar, tecnológico, económico, e incluso cultural, por momentos nos hace olvidar que no hace cien años la situación era la opuesta: impotencia, miseria, y desprecio. Lo que David Hartman Z’L y su hijo Donniel han denominado el “espacio público judío” ha sido, más allá de la política y las coyunturas de la historia, el cambio paradigmático de nuestra era. Por eso mientras el mundo confronta el tema de los refugiados una y otra vez, mientras Europa se ve obligado a recibirlos pero al mismo tiempo crecen sus conflictos internos, Israel es un país que ha sido creado por y para refugiados. En ese sentido, y si se me permite la hipérbole, los judíos siempre hemos sido refugiados.
Si, como he leído, en Ucrania hay unos cuatrocientos mil individuos que aplican como judíos bajo la actual Ley del Retorno de Israel, el Estado judío se verá enfrentado a otra “aliá” masiva similar a la de los judíos soviéticos. Israel fue creado para ese fin. Cuando era apenas viable en los años cincuenta del siglo pasado, la prioridad era la absorción, a cualquier costo y condición. Hoy hay muchos más recursos y oportunidades.
El conflicto en Ucrania pone de manifiesto muchas y muy crudas realidades de la Humanidad. La territorialidad, el nacionalismo, la etnicidad, y una vez más, las masas migratorias. Los judíos fuimos víctimas de estos fenómenos a lo largo de la historia; el Sionismo ha dado las respuestas, por más perfectibles que sean, para que no nos contemos más entre las víctimas. Ucrania, con su millón y medio de judíos y su rica cultura judía previa a la Shoá, debería ser el mejor argumento para que nada de eso se repitiera.
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