El Acuerdo Nuclear con Irán, lo posible y lo probable
Por Luis Fuensalida
En mi última columna del año 2021, con el título, “El conflicto Israel – Irán, lo posible y lo probable”, abordé la guerra subsidiaria que hace años se está dando entre estos dos actores, y que involucra a otros actores, estatales y no estatales, regionales y de más allá del escenario del Oriente Medio, donde se relacionan y se chocan factores culturales, religiosos, pero fundamentalmente geopolíticos y geoeconómicos, y porque no, también existenciales.
La firma del Acuerdo Nuclear en el 2015, fue un verdadero desatino de la administración del presidente Barak Obama, quien restableció las relaciones entre los EE.UU. e Irán, que se hallaban rotas desde la revolución de 1979, y esa miopía estratégica de Obama desequilibró la estructura geopolítica de Oriente Medio, a mi entender, favoreciendo al régimen de los ayatollah, que prácticamente se burló de los términos firmados.
Aquel 14 de julio del 2015, Washington encabezando el llamado G5 + 1, es decir, lo cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania, sellaban el tratado “Plan de Acción Comprensivo Conjunto” con Teherán, el que demandó algo más de dos años de negociaciones y limitaba el desarrollo del programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones económicas impuestas por las potencias occidentales.
Lo esencial de aquel Acuerdo, establecía que Irán debería reducir la cantidad de centrifugadoras que le permiten enriquecer uranio, de 19 mil a 6 mil, como así también, no poder almacenar más de 300 Kg. de uranio enriquecido de los 10 mil que poseía en aquel momento, cuyo excedente debería, y en gran parte así se hizo, exportar a Rusia, y por último, el régimen de Teherán estaría sujeto durante 15 años a las inspecciones de la AIEA, la Agencia Internacional de Energía Atómica, sin olvidar, que el Acuerdo entró en vigencia cuando el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó mediante una resolución los términos del mismo.
En ese marco, no es condición suficiente ni necesaria el ser analista ni especialista en Política y Relaciones Internacionales, simplemente guiados por el sentido común, se puede hacer un listado de llamemos, “ganadores” y “perdedores” como consecuencia de lo acordado por las partes, entre los primeros:
– La Administración demócrata de Barak Obama, dicho sea de paso, su vicepresidente era el actual 1er mandatario estadounidense Joe Biden, y dejaba como legado, en el plano internacional, la normalización de relaciones con Cuba y con Irán, algo de lo que se jactaba cuando expresó en una extensa nota al New York Times, que esos logros alcanzaban las misma dimensiones que los acuerdos de Richard Nixon con China o de Ronald Reagan con la ex – URSS, pero en cuanto al Acuerdo con Irán, constituyó un giro copernicano de la tradicional postura geopolítica de los EE.UU. para Oriente Medio, que entre líneas o no tanto, involucraba el paulatino alejamiento de Washington de aquel escenario para enfocarse en Asia – Pacífico.
– La República Islámica de Irán, pues implicaba dejar el rol de paria internacional al que la había sentenciado el presidente Bush 13 años antes, cuando junto a Corea del Norte, había sido calificado como parte del llamado “Eje del Mal”, además el Acuerdo le permitía legitimar su programa nuclear, y más allá, que en el plano interno se reforzaba la posición del ala reformista sobre el ala más dura, constituyó una ratificación del régimen iraní como potencia regional ante sus tradicionales adversarios, Israel y Arabia Saudita, sin olvidar que reafirmaba su liderazgo respecto a sus proxis, Hezbollah, Hamas, Jihad Islámica y los Hutíes, a los que habría que sumar las facciones de Hezbollah en Irak y en Siria, que surgieron más adelante.
– Rusia, pues en principio y tal como lo señalé, se benefició con la exportación del excedente de uranio, con la venta de armas a Irán y principalmente, Putin, que recordemos que en ese entonces estaba enfrentado con Occidente por la anexión unilateral de Crimea y su intromisión velada a favor de los grupos separatistas pro rusos en la Crisis de Ucrania, por haber recuperado un rol protagónico en el plano internacional, con el beneplácito de Barak Obama, que consideró positivo el respaldo ruso en la firma del Acuerdo, como también, por buscar una salida negociada a la guerra civil siria.
Permítanme, antes de referirme a los “perdedores”, recordar que el entonces gobierno argentino, de CFK, se subió al carro del triunfo so pretexto de relacionar el vergonzoso Memorando de Entendimiento con Irán firmado en febrero del 2013, con el giro geopolítico de Washington, dicho esto paso a enumerar a los segundos,
– El Reino de Arabia Saudita, cuya rival histórico es Irán, rivalidad que se agudizó a partir de la revolución de 1979 y la expansión del chiísmo radical en el mundo musulmán, sumado al fortalecimiento iraní como consecuencia del derrocamiento de Saddam Hussein y la reactivación del enfrentamiento entre chiitas y sunnitas en Iraq, sin olvidar el rol de Teherán en la guerra civil siria y el accionar de los Hutíes en el Yemen, el patio trasero de Riad, y la posibilidad cierta de la disminución de la ayuda y el apoyo de EE.UU., como consecuencia accesoria a la normalización de relaciones entre Washington y Teherán.
– El Estado de Israel, pues más allá de la muy deteriorada relación entre el presidente Obama y el 1er ministro Netanyahu, una prioridad geopolítica era y es, que el régimen iraní no acceda a la posesión de armamento nuclear y se fortalezca como para constituirse en potencia hegemónica regional, motivo por el cual se hizo un fuerte lobby apoyando al ala republicana en el Congreso estadounidense, pero no se logró que el Acuerdo no entrara en vigencia.
Con el cambio de administración en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump en mayo del 2018 decide sacar a los EE.UU. del Acuerdo Nuclear, un acto de política exterior con distintas miradas, a favor y en contra, pero lo que no se puede negar, es que Trump ya había expresado su rechazo antes de ser electo presidente, pero consumado el retiro y el restablecimiento de las sanciones a Irán, produjo la crítica de sus aliados europeos, pero si bien se podría acordar con sus detractores que el retiro de los EE.UU. del Acuerdo tuvo como consecuencia reavivar las tensiones y conflictos encubiertos en Oriente Medio y Asia Central, también mostraba la visión geopolítica de su administración, que se podría sintetizar en una desconfianza hacia el multilateralismo en general y hacia el régimen de Teherán en particular.
La respuesta de Irán a la política aplicada en su contra por el presidente Trump, provocó un goteo de incumplimientos a los compromisos adquiridos con la firma del Acuerdo, una jugada inteligente para que Occidente no pudiera aplicar el mecanismo de resolución de disputas que establece el mismo tratado, pero también eso fue vaciando de contenido y sentido a lo pactado en el 2015, y por lo tanto, Teherán implementó la estrategia de Negación y Dilación, es decir, seguir negando su objetivo principal, el desarrollo de un programa nuclear militar, o lo que es igual a poseer armas nucleares.
Recordemos, que según el Acuerdo del 2015, el porcentaje permitido de enriquecimiento de uranio era de 3.67%, y pasó al 60%, y de los 300kg permitidos ha llegado a los 2.489kg, como también aumentó en cantidad y calidad sus centrigudoras IR-4 e IR-6, sin olvidar la falta de cooperación con los inspectores de la AIEA, lo que es otro incumplimiento a los compromisos adquiridos.
Ahora bien, con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, se inició el proceso de regresar al Acuerdo Nuclear, algo que no sólo cuenta con el apoyo del ala más progre, por no decir radical o izquierdista del Partido Demócrata, sino con el beneplácito de sus aliados europeos y por supuesto, del régimen iraní, que dicho sea paso, en la actualidad está representado por el sector más islamista y radical que ganó las elecciones presidenciales de junio del año pasado, liderado por Ebrahim Raisi, un ultraconservador de 61 años, que antes de asumir ocupaba el cargo de presidente del Poder Judicial y es miembro de la Asamblea de los Expertos, órgano encargado de elegir al Líder Supremo y supervisar sus actividades, pero también conocido como el Carnicero de Teherán, por dirigir el llamado Comité de la Muerte que en 1988 que ejecutó a miles de opositores al régimen.
Es así, que se reanudaron las conversaciones entre los representantes diplomáticos de Irán y sus iguales europeos en Viena, Austria, pero sin la presencia de los estadounidenses que lo hacen en forma indirecta a través de mediadores, y en donde los iraníes plantearon desde el principio exigencias, que para su contraparte parecen al menos, poco realistas, al exigir la eliminación de todas las sanciones impuestas por los EE.UU. y la U.E. desde el 2017, incluidas aquellas que no están relacionadas directamente con su programa nuclear, a lo que hay que sumar las tensiones entre Teherán y la AIEA, todo lo cual llevó al cese y reanudación de las conversaciones varias veces hasta que en febrero ppdo., como consecuencia de una fuerte presión diplomática, se relanzaron para alcanzar un nuevo Acuerdo.
Y ya que señalé a la AIEA, más allá que el Director Gral. del organismo, el argentino Rafael Grossi, ha manifestado que no se aceptarán presiones políticas, y tras la reunión que sostuvo el pasado sábado 5 del actual con su igual de la Agencia de Energía Atómica de Irán, Mohamad Eslami, parece indicar que está en vía de resolución el tema sobre el material fisible no declarado, lo que abre el camino para llegar a buen término las negociaciones para reflotar el Acuerdo del 2015, aunque vale aclarar, que el restablecimiento del tratado y la relación de Irán con la AIEA siguen caminos paralelos.
Ahora bien, las últimas conversaciones indirectas entre los EE.UU. e Irán en relación al Acuerdo, parece que han ingresado en su tramo final, pero de manera proporcional crece la oposición que se manifiesta en un creciente debate, en este sentido el Pte. del Comité de RR.EE., el senador Bob Menéndez, se manifestó en contra de revivir el Acuerdo con Irán, “…tenemos que preguntarnos seriamente,¿Qué es exactamente lo que estamos tratando de salvar?…, y esto evidencia que el Pte. Biden está presionando para asegurar que sus negociadores logren el objetivo final, aunque conlleve un costo político interno, habida cuenta de haber restaurado las exenciones a sanciones en días pasados, que permitirían a otros países colaborar con el régimen de Teherán con su programa nuclear. En igual sentido, otros funcionarios de la actual administración, han manifestado que es crucial para contener el programa nuclear iraní y evitar que desarrolle armas nucleares, y que la política de intensificar las presiones instrumentada por Trump, fracasó.
Sin embargo, no es tal como lo pinta la administración Biden, pues el nuevo Acuerdo no aborda algunos aspectos importantes y conflictivos, como ser, el programa de misiles balísticos y el apoyo de Teherán a sus proxis, que no sólo afectan los intereses de EE.UU., sino también de sus aliados en Oriente Medio, es así, que días pasados, 33 senadores republicanos oficializaron el pedido al Pte. Biden que el nuevo Acuerdo se someta a votación en el Congreso, de ser así, como cualquier otro tratado formal, requiere del voto afirmativo de los 2/3 del Senado para ser ratificado, y hoy día, los demócratas poseen una exigua mayoría, sin olvidar que dentro de su bloque hay opositores a la firma, como señalé el senador Bob Menéndez, y en caso de empate, el voto que decide es el de la Vicepte. Kamala Harris.
Por su parte, el líder de los republicanos, el senador Mitch McConnell, expresó su apoyo a Bob Menéndez, y se refirió a Irán, como la mayor amenaza que enfrenta los EE.UU. y sus aliados en Oriente Medio, y que cualquier Acuerdo que no fuera aprobado por el Congreso, está condenado a romperse en una próxima administración.
En la vereda opuesta, los senadores Jeff Merkley y Ed Markey, junto a unos 20 grupos de defensa por la diplomacia con Irán, como ser el Centro Truman, o el American for Peace Now, o el Consejo Nacional Estadounidense Iraní, instan a Biden, a continuar el proceso para rehabilitar el Acuerdo, pues piensan que es el único camino verificable para que Teherán no acceda a armas nucleares a través de un régimen de control e inspección más intensivo en el campo de la No Proliferación.
Es evidente, que en la visión de Biden y sus colaboradores, en particular Ed Markey, no está de ningún modo, desmantelar el programa nuclear de Irán, e incluso, cambiar su postura geopolítica, y que debe reducirse drásticamente la intervención de los EE.UU. en Oriente Medio, aunque esto pueda pasarle factura en noviembre próximo en ocasión de las elecciones legislativas.
Finalmente, a esta altura la preguntas es, ¿habrá nuevo Acuerdo?, y ¿cómo sigue?, en principio, no olvidemos que el régimen iraní no respetó los plazos fijados por Occidente para congelar el desarrollo nuclear y firmar el Acuerdo, plazos que finiquitaron en diciembre del 2021, en enero y en febrero del 2022, por otro lado, de no haber Acuerdo, es probable que se remita el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU para una reversión de sanciones más amplias, y por el contrario, si Biden logra su objetivo de restaurarlo, aún con concesiones a Irán, como aceptar centrifugadoras más avanzadas, llevado al Consejo de Seguridad, no ser á rechazado porque tanto China y Rusia, aliados de Irán no harán uso del Veto. A esto, debería agregar que la percepción del régimen iraní, a la luz del actual conflicto ruso – ucraniano, es que los EE.UU. está presionado para resolver el tema Irán, pues a la problemática de la guerra comercial y tecnológica con China, ahora tendrá que enfocarse en la crisis europea provocada por Rusia, y es por esto, que las últimas demandas de Teherán, a saber, poner fin a las inspecciones de la AIEA que persigan objetivos militares nucleares, levantar la sanciones a la Guardia Revolucionaria Islámica,¿incluirán a Alí Velayati y a Mohsen Rezai?, y garantías contra un nuevo retiro de los EE.UU. del nuevo Acuerdo, ponen a prueba la determinación de Biden, más que alterar sustancialmente el próximo tratado, pero si, para Israel es decisivo que el Pte. estadounidense no acepte ni las centrifugadoras de avanzada, ni los misiles balísticos ni el patrocinio del terrorismo chiita, por todo esto creo que si se firma o no un nuevo Acuerdo Nuclear, para Israel, para Arabia Saudita y otros países de la región, seguirá desarrollándose un Conflicto Subsidiario contra Irán y sus aliados regionales, por eso nunca tan representativo aquello que, “si quieres la Paz, prepárate para la Guerra.”.
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