Nosotros Recordamos: Una reflexión Sobre la Shoah de la iglesia
El16 de marzo de 1998 la Comisión vaticana para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo emitió el documento Nosotros Recordamos: Una Reflexión Sobre la Shoah.
En el primero de los cinco apartados se habla de “la tragedia de la Shoah y el deber de recordarla”, se califica el Holocausto como “uno de los principales dramas de la historia de este siglo, un hecho que nos afecta también a nosotros”; y que “supera la capacidad de expresión de las palabras. Todo ello por la sola razón de que eran judíos”.
Acerca de las “atormentadas relaciones entre cristianos y judíos”, el texto vaticano explica que ya en los albores del cristianismo “surgieron contrastes entre la Iglesia primitiva y los jefes de los judíos y el pueblo hebreo, que a veces se opusieron violentamente a los predicadores del Evangelio”.
El texto precisa que “no por parte de la Iglesia en cuanto tal, sino en el mundo cristiano circularon durante demasiado tiempo interpretaciones erróneas e injustas del Nuevo Testamento respecto al pueblo judío y su presunta culpabilidad, generando sentimientos de hostilidad hacia este pueblo”. Estas interpretaciones fueron rechazadas por el Concilio Vaticano II.
El texto denuncia los “sentimientos de antijudaísmo en medios cristianos”, la “divergencia que existía entre la Iglesia y el pueblo judío”, que llevó a “discriminaciones generalizadas”, “expulsiones” e intentos de “conversiones forzadas”.
También se enumeran otros hechos, como sospechas, imputación a los judíos de los males sociales, hasta llegar al siglo XIX, en el que se difundió un “nacionalismo exacerbado y falso” que provocó un antijudaísmo “esencialmente más sociopolítico que religioso”.
El texto rechaza que la Iglesia sea “antisemita”, pero reconoce que “por desgracia, cristianos han sido culpables” de antijudaísmo y se pregunta hasta qué punto el antijudaísmo secular cristiano influyó en el nazismo antisemita y antihebreo.
La conclusión a que llega el documento es que la Shoah fue obra de una ideología extremista, neopagana, “cuyo antisemitismo tenía sus raíces fuera del cristianismo”, y que no dudó en enfrentarse a la Iglesia y perseguir a muchos de sus miembros.
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Reconoce que “muchos” sectores de cristianos “asistieron” a los judíos perseguidos, con riesgo de sus vidas, “y no deben ser olvidados”, mientras “otros no”, y “junto a hombres y mujeres valientes, la resistencia espiritual y la acción concreta de otros cristianos no fue la que se hubiera podido esperar de discípulos de Cristo”.
“Para los cristianos, este grave peso de conciencia de nuestros hermanos y hermanas durante la última guerra mundial -afirma el documento- debe ser una llamada al arrepentimiento”.
El texto “deplora profundamente los errores y culpas de estos hijos e hijas de la Iglesia” e indica que la Iglesia “repudia toda persecución” perpetrada contra cualquier grupos humano o pueblo y enumera las matanzas de armenios, zíngaros, ucranianos, los millones de víctimas del comunismo y el drama de Oriente Medio.
Su primer subtítulo dice “La tragedia de la “Shoah” y el deber de hacer memoria”
En su presentación el Papa Juan Pablo II dijo “En numerosas ocasiones durante mi pontificado he recordado con profundo pesar los sufrimientos del pueblo hebreo durante la Segunda Guerra Mundial. El crimen que se ha llegado a conocer como la «Shoah» permanece como una mancha indeleble de la historia del siglo que está por concluirse.
Preparándonos para iniciar el tercer milenio de la era cristiana, la Iglesia es consciente de que el gozo de un Jubileo es, sobre todo, un gozo fundado sobre el perdón de los pecados y sobre la reconciliación con Dios y con el prójimo. Por ello, alienta a sus hijos e hijas a purificar sus corazones, a través del arrepentimiento por los errores y las infidelidades del pasado. Ella también los llama a presentarse humildemente delante de Dios y a examinarse sobre la responsabilidad que también ellos tienen con respecto a los males de nuestro tiempo.”
Otros párrafos señalan que “El hecho de que la Shoah se haya producido en Europa, es decir, en países de una civilización cristiana de largo tiempo, plantea la cuestión de la relación entre la persecución nazi y las actitudes de los cristianos, a lo largo de los siglos, con respecto a los judíos”.
“La predicación cristiana del amor hacia todos, incluidos los enemigos, la mentalidad dominante a lo largo de los siglos perjudicó a las minorías y a los que, de algún modo, eran «diferentes». Sentimientos de antijudaísmo en algunos ambientes cristianos y la brecha existente entre la Iglesia y el pueblo judío llevaron a una discriminación generalizada, que desembocó a veces en expulsiones o en intentos de conversiones forzadas. En gran parte del mundo «cristiano», hasta finales del siglo XVIII, los no cristianos no siempre gozaron de un status jurídico plenamente reconocido. A pesar de ello, los judíos, extendidos por todo el mundo cristiano, conservaron sus tradiciones religiosas y sus costumbres propias. Por eso, fueron objeto de sospecha y desconfianza. En tiempos de crisis, como carestías, guerras, epidemias o tensiones sociales, la minoría judía fue a veces tomada como chivo expiatorio, y se convirtió así en víctima de violencia, saqueos e incluso matanzas.
No se puede ignorar la diferencia que existe entre el antisemitismo, basado en teorías contrarias a la enseñanza constante de la Iglesia sobre la unidad del género humano y la igual dignidad de todas las razas y de todos los pueblos, y los sentimientos de sospecha y de hostilidad existentes desde siglos, que llamamos antijudaísmo, de los cuales, por desgracia, también son culpables los cristianos. “La ideología nacionalsocialista fue mucho más allá, en el sentido de que se negó a reconocer cualquier realidad trascendente como fuente de la vida y criterio del bien moral.
En consecuencia, un grupo humano, y el Estado con el que se había identificado, se arrogó un valor absoluto y decidió borrar la existencia misma del pueblo judío, llamado a dar testimonio del único Dios y de la Ley de la Alianza. Desde el punto de vista teológico, no podemos ignorar el hecho de que no pocos afiliados al partido nazi no sólo mostraron aversión a la idea de una divina Providencia que actúa en la historia humana, sino que dieron prueba de un odio específico hacia Dios mismo. Lógicamente, esa actitud llevó también al rechazo del cristianismo y al deseo de ver destruida la Iglesia o, por lo menos, sometida a los intereses del Estado nazi.”
Como vemos el documento diferencia el anti judaísmo religioso del racial, pero no faltaron las voces críticas.
El austríaco Gerhard Bodendorfer dice que “El documento afirma que Juan Pablo II lamenta que la resistencia espiritual y las acciones concretas de muchos cristianos no hubieran estado al nivel que podía esperarse de los discípulos de Cristo. El análisis de la historia revela más bien lo contrario: precisamente porque la enseñanza y la prédica, las actitudes y las acciones cristianas fueron tan antijudías en el pasado, instando incluso al pogrom, justamente por eso es que una gran parte de la población cristiana aceptó al nacionalsocialismo. Y es precisamente por eso que una Iglesia que quiere recordar y convertirse debería expresar sin ambigüedades su arrepentimiento, admitir su culpa y comprometerse a la conversión no sólo con palabras.
El Koordinierungsausschuss für christlich-jüdische Zusammenarbeit (Comité Coordinador de Cooperación Cristiano-Judía) de Austria había elaborado una propuesta, que se envió en su momento para ser considerada en la preparación del documento vaticano. Lamentablemente, sólo encontró una mínima aceptación en la redacción final del mismo. La primera parte de nuestra propuesta, que cito a continuación, no fue incluida.
“La Iglesia Católica confiesa haberse hecho culpable por su enemistad contra los judíos basada en su teología. Asume su responsabilidad por el sufrimiento que ha causado a los judíos a través de los siglos. Con esto, la Iglesia Católica también asume su parte de responsabilidad por el genocidio de la Shoah.
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Asumir esta responsabilidad significa
· admitir la culpa;
· analizar sus causas con verdad y sin prejuicios;
· cuestionar las enseñanazas exegéticas y dogmáticas, y tomar conciencia de las interpretaciones que, en la investigación, la prédica y la liturgia, implican desprecio y odio hacia los judíos;
· buscar en la dolorosa conciencia de las interpretaciones erradas una nueva identidad en la investigación, la doctrina y la práctica teológicas, que deje sentadas las raíces judías y tome en serio y reconozca al judaísmo actual como un compañero indispensable.
Todo pedido de perdón o incluso reconciliación debe ser precedido por una admisión de culpa y una actitud de arrepentimiento.”
Pero más allá de las polémicas intracristianas continuemos recorriendo el documento Vaticano.
“Fue esa ideología extrema (el nazismo) la que se convirtió en fundamento de las medidas tomadas, primero para expulsar a los judíos de sus casas y, luego, para exterminarlos. La Shoah fue obra de un típico régimen neopagano moderno. Su antisemitismo hundía sus raíces fuera del cristianismo y, al tratar de conseguir sus propios fines, no dudó en oponerse a la Iglesia, incluso persiguiendo a sus miembros.”
Luego el documento comienza a bucear en la actitud de los cristianos “Pero conviene preguntarse si la persecución del nazismo con respecto a los judíos no fue facilitada por los prejuicios antijudíos presentes en la mente y en el corazón de algunos cristianos. El sentimiento antijudío ¿hizo a los cristianos menos sensibles, o incluso indiferentes, ante las persecuciones desencadenadas contra los judíos por el nacionalsocialismo, cuando alcanzó el poder?” “Cualquier respuesta a esta pregunta debe tener en cuenta que estamos tratando de la historia de actitudes y modos de pensar de gente sujeta a múltiples influjos. Más aún, muchos desconocían totalmente la «solución final» que estaba a punto de aplicarse contra todo un pueblo; otros tuvieron miedo por sí mismos y por sus seres queridos; algunos se aprovecharon de la situación; otros, por último, actuaron por envidia. La respuesta se ha de dar caso por caso y, para hacerlo, es necesario conocer cuáles fueron las motivaciones precisas de las personas en su situación específica”.
El documento fue presentado a la prensa por el cardenal australiano Edward Cassidy, presidente de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, organismo vaticano que ha elaborado el texto. El interés informativo que despertó la la noticia hizo que ocupe las primeras páginas de los principales diarios de todo el mundo, y que algunos de ellos, como The New York Times o Le Figaro, reprodujeron además el texto completo.
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