Parashá Metzorá
La parashá de esta semana, parshat Metzorá, es una de las más minuciosas y detalladas en cuanto al tratamiento de ciertos procesos físicos y naturales (enfermedades, secreciones, etc.) que devienen en lo que el libro de Vaikrá considera impurezas. Se consideraba que esta impureza podía luego ser transmitida por las personas que la portaban a otros objetos o incluso a otras personas y que, además, podía, en determinadas circunstancias, ameritar la expulsión de un miembro del pueblo de Israel del seno del campamento o de la comunidad.
Pero el libro de Vaikrá en general, y nuestra parashá en particular, no se ocupa tan sólo de la enunciación de las fuentes de impureza sino del tratamiento detallado de los más diversos mecanismos de purificación. Parshat Metzorá se ocupa de los cultos de purificación con un nivel de detalle que raya en lo ritualista o, incluso, podríamos decir, en la obsesión: numerosos rituales de purificación que incluyen, por ejemplo, unciones de aceite en partes específicas del cuerpo, con un orden minuciosamente establecido e inalterable, abluciones o inmersiones rituales y, por supuesto, múltiples sacrificios.
La tarea de hacer de esta sección de la Torá un texto relevante para nosotros, quienes ya no vemos en las categorías de “pureza” e “impureza”, y en los mecanismos de purificación derivados de las mismas, nociones vinculantes, sino resabios de un tiempo pretérito, es sumamente complicada. Quizás, en este sentido, sea justamente la profundización en el texto de la haftará –la sección de los Profetas que leemos junto con la parashá semanal cada Shabat— lo que nos ayude a realizar esta tarea, y a hacerlo con éxito.
La haftará de esta semana es una haftará especial, que corresponde a lo que denominamos “Shabat Hagadol”, es decir, al Shabat inmediatamente anterior a la festividad de Pésaj. La haftará, comprendida por los versículos 3-24 del tercer capítulo de Malají (el libro de Malaquías), plantea una ruptura radical con las concepciones sacerdotales y ritualistas enunciadas en nuestra parashá. Malají, uno de los profetas tardíos, se vale de las mismas concepciones sacerdotales que alimentan las categorías de “pureza” e “impureza” para rebatirlas y para revertirlas por completo. Como quien va carcomiendo el sistema desde dentro, el profeta reformula y reinterpreta la noción de impureza y la aplica, ya no a quien padece de una enfermedad o de una secreción física determinada, sino a aquel que da su espalda a Dios, al dios de la justicia, de la equidad, y de la igualdad. En lugar de llamar a la purificación de los enfermos, Malají llama a la purificación de los sacerdotes, a aquellos que se jactan de determinar quién es impuro y quién es puro, quién debe permanecer y quién debe ser expulsado del campamento, de la congregación.
Malají nos llama a tener en cuenta que la ruptura, quizás en mayor medida que la aquiescencia ciega y absoluta, es parte fundamental de nuestra tradición. Pero aquella ruptura no implica el abandono de tradiciones heredadas, sino todo lo contrario: el retorno a las mismas, a su esencia más prístina y sublime.
La ruptura no es un mero acto de rebeldía, sino un proceso creativo por medio del cual quien se reconoce como parte de un marco, de un medio, acepta su responsabilidad como individuo activo en pos del refinamiento del mismo. Romper con la tradición no implica sino, en una primera instancia, sumergirse en ella por completo, vivirla y conocerla de manera cabal, para luego poder –por medio de un proceso creativo y personal— hallar las prácticas y las formas que nos permitan vivirla con sentido, preservando su esencia, que es la esencia de quienes somos.
Que este Shabat, ya en vísperas de la festividad de Pésaj, la fiesta de la liberación, nos permita primero conocer, distinguir, y luego romper con las cadenas de todo aquello que nos aprisiona. Que como Malají nos atrevamos a romper con las estructuras que nos inhiben, que nos refrenan, que nos reconozcamos como individuos activos y responsables, capaces de emprender la búsqueda de aquello que da sentido a nuestras vidas.
¡Shabat Shalom!
Rabino Jordán Raber – Seminario Rabínico Latinoamericano
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