Colombia su histórico giro a la izquierda y la incidencia regional
El pasado domingo 19, Colombia celebró el ballotage de las elecciones presidenciales, cuya primera vuelta recordemos fue el 29 de mayo, en las que el candidato Gustavo Petro obtuvo aproximadamente el 40% de los votos y su rival Rodolfo Hernández el 28%, mientras que en 2da. vuelta el primero logró el 55,44% y el segundo, el 47,31%, lo que marca una sociedad colombiana polarizada, pero que consagró la fórmula de la Coalición Pacto Histórico, Gustavo Petro – Francia Márquez.
Ambas elecciones se han caracterizado por el porcentual de participación de votantes, en la 1ª. vuelta sólo sufragaron el 54,98% y apenas aumentó en el ballotage, alcanzando el 58,09% del padrón, lo que nos muestra que algo más del 40% de abstenciones, un detalle no menor, y si analizamos el mapa de Colombia por departamentos, se puede apreciar que la fórmula ganadora triunfó en toda la región central, mientras que el perdedor fue votado en las regiones del norte, en la costa oriental, en las fronterizas del sur, limite con Ecuador y del este, límite con Venezuela, es decir, zonas calientes, sea por la actividad del narcotráfico o bien de los grupos remanentes de las FARC disidentes o del ELN.
Lo histórico del resultado del pasado domingo es, que el próximo presidente es el primero proveniente de la izquierda y que su vicepresidente, es la primera mujer afro colombiana en este cargo, constituyendo todo un giro en la política colombiana, dominada durante más de medio siglo por los partidos políticos tradicionales.
Si bien en mi columna del 25 de mayo ppdo., anterior a la 1ª vuelta, di un semblante del ahora elegido presidente, creo que es relevante responder, ¿quién es Gustavo Petro?, es un economista de 62 años, senador de la república por el período 2018/2022, fundador del movimiento político Colombia Humana y que en su juventud fue miembro de la organización terrorista M19, de ideología nacionalismo de izquierda, que hasta 1990 fue aliada de las FARC y del ELN, y por ende tuvo un rol activo en el conflicto armado colombiano, y tras su desmovilización, el movimiento se transformó en la Alianza Democrática M19, y en la que Petro tuvo una importante participación en la Asamblea Constituyente de 1991, y años más tarde, en el 2006, fue elegido senador por el partido Polo Democrático Alternativo, cargo al que renunció en el 2009 para participar como candidato presidencial en las elecciones del 2010, su primer intento, luego fue elegido alcalde de Bogotá para el 2012 al 2015, y en el 2018 probó por segunda vez ganar las presidenciales pero fue derrotado por el actual presidente Iván Duque, y finalmente, tras celebrarse la consulta interpartidaria de la Coalición Pacto Histórico, en marzo de este año, fue electo como candidato presidencial, y como dice el dicho, “la tercera fue la vencida”.
Petro ha sido un férreo opositor del ex presidente Álvaro Uribe, hasta se puede decir, que fue quién con sus denuncias contra el entonces presidente colombiano por sus vínculos con los paramilitares, presentadas tanto ante la Fiscalía General de la República como en la Corte Penal Internacional, fue deteriorando la imagen de Uribe en la opinión pública.
Podría extenderme en cuanto a la trayectoria política de Petro, pero creo que lo importante es conocer su visión a través de sus propias palabras, “…He sido de izquierda y no me arrepiento, pero no propongo un programa socialista, eso no funcionó, el problema de Colombia es que no se ha desarrollado el capitalismo, lo que propongo es el desarrollo de un capitalismo democrático…”.
Ahora bien, ¿cómo concibe el electo presidente lo que denomina “Capitalismo Democrático”?, a través de algunas de las siguientes medidas, la transición hacia un sistema de pensiones públicas, implementar un sistema de salud pública universal, la reducción del uso de energías contaminantes por las renovables, una reforma agraria que contemple mayores impuestos a las tierras improductivas y latifundios, y amplios programas para disminuir la vulnerabilidad socioeconómica de los sectores más empobrecidos.
Pero más allá de su visión política nacional, ¿cuáles son las repercusiones del triunfo de Petro a nivel continental?, es indudable que la primera lectura que surge es, que se alinea y afianza el progresismo o nueva izquierda en Latinoamérica, desde Andrés Manuel Lopez Obrador en Méjico, Gabriel Boris en Chile, y con sus matices, Luis Arce en Bolivia y Pedro Castillo en Perú, sin olvidar al actual gobierno nacional de Alberto Fernández, quizás por esto no es de extrañar las salutaciones de los dictadores Andrés Díaz Canel y Nicolás Maduro, aunque afirmar una consolidación de la izquierda populista en la región es aún prematuro.
Y esto, hay que relacionarlo en el contexto de lo recientemente acontecido en la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, EE.UU., donde se hizo una fuerte crítica a la política exterior de la administración Biden respecto a Latinoamérica, sin olvidar también las críticas a la gestión del Secretario Gral. de la OEA, Dr. Luis Almagro, aunque si bien, Petro estaría conteste con ese alineamiento estratégico, no creo que por el momento arriesgue un deterioro en la relaciones Colombia – EE.UU.
Otro punto a tener en cuenta, es su postura explícita en recomponer las relaciones con Venezuela, con la que comparte unos 2.200 km. de frontera y que en sus propias palabras, dijo “…tenemos que jugar un papel en ayudar a resolver problemas, no profundizarlos…”.
También es interesante, trazar un paralelismo con lo ocurrido en Méjico, pues tanto el país azteca como Colombia, eran los dos grandes países del subcontinente que no habían tenido gobiernos de izquierda, por eso no fue casual ni formal el apoyo de López Obrador a Petro tras los resultados de la 1ª. vuelta, que bien pueden identificar afinidades electorales entre ambos, construyendo un discurso crítico y opositor a los establisments políticos tradicionales, lo que aseguraría un entendimiento entre ambos gobiernos.
Sin embargo, ninguno de los hasta ahora nombrados presidentes, incluyendo al mismo Petro, poseen el perfil y la estatura de líder regional para encabezar una integración regional con peso significativo tanto en el marco continental como global.
A mi entender, ese tipo de perfil lo tiene el expresidente del Brasil, Luis Lula da Silva, con una visión más pragmática y que cuenta con una fuerte estructura diplomática en base a la histórica política exterior del Palacio de Itamaraty, por tal razón, en caso que triunfara en las elecciones presidenciales de octubre próximo, entonces si se podría pensar en una retoma de la agenda regional que recordemos, se promovió y en algunos casos se desarrolló a partir de mediados de la primera década de este siglo, con la llamada “Ola Rosada”, lo que podría marcar un cambio importante en Latinoamérica, con lo cual, Lula se convertiría en el referente para el recién elegido presidente colombiano, tanto en el marco regional como en el internacional.
En ese sentido, la agenda programática de Gustavo Petro incluye no sólo la defensa del medio ambiente y la promoción de economías limpias, o el respeto por los DD.HH. y la equidad social, sino también, la integración latinoaméricana.
Por otro lado, la llegada de Petro también hace posible y probable una mayor presencia de China en una Colombia con una significativa deuda y una precaria situación fiscal, algo que el gigante asiático ha iniciado con inversiones en sectores que fueron dejando inversionistas estadounidenses, todo lo cual supone una delicada relación con Washington, la que se agudizaría por un acercamiento de Colombia a Venezuela y Cuba.
A esta altura del presente análisis, obviamente no puedo soslayar, más allá de lo histórico, la figura de la primera vicepresidente afro descendiente, me refiero a Francia Elena Márquez, de 40 años, abogada, líder social, militante feminista, activista ambiental y defensora de los DD.HH., cabeza del partido político Polo Democrático, con un importante rol en denunciar el deterioro del medio ambiente, el accionar de la minería ilegal y el desplazamiento forzado de comunidades y que presidió durante el 2020 el Consejo Nacional de Paz y Convivencia, donde fiscalizó el cumplimiento de los términos del Acuerdo de Paz.
Por su actividad política en el 2019 fue víctima de un atentado en la región del Cauca, un activismo que la llevó a viajar a los EE.UU., Ecuador, Panamá, Cuba, Méjico, Suiza y Francia, para denunciar violaciones a los DD.HH., en particular de la comunidad afro colombiana, lo que le valió ser reconocida con el Premio Nacional a la Defensa de los DD.HH. en Colombia en el 2015 y otro premio similar otorgado ese mismo año por la ONG Diakonía de Suecia, también recibió el Premio Medioambiental Goldman en el 2018, el Premio Joan Alsina dado por Cataluña en el 2019 y fue reconocida por la BBC como una de las 100 mujeres influyentes de ese año.
Fue madre soltera a los 16 años del primero de sus dos hijos, trabajó como empleada doméstica en la ciudad de Cali, lo que no le impidió estudiar y graduarse de Técnico Agropecuaria, y ya en el 2020 obtener el título de Abogada en la Facultad de Derecho de la Universidad caleña, realmente todo un ejemplo de superación.
Llegando así al final de mi columna de hoy, y tal como lo había adelantado en la previa a la 1ª vuelta, el resultado del ballotage en Colombia, tiene significante incidencia tanto para el propio país cafetero, que nos muestra una sociedad polarizada, como también a nivel regional, que nos exhibe una América Latina con dos visiones y proyectos políticos, económico y social diferentes sin olvidar una no menor incidencia geopolítica a nivel global, y también nos vuelve a mostrar más allá de izquierdas y derechas, que las sociedades están cansadas de la politiquería tradicional y de la corrupción endémica, por eso he elegido como frase de cierre, “La diferencia entre una democracia y una dictadura, consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer ordenes…”.-
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