Lucy Ayoub, la nueva protagonista de Fauda
Trabajará ahora en el rol de una mujer palestina que se convierte en oficial de policía israelí. Hija de padre árabe y madre judía, cuenta la conexión entre su historia y la de su personaje.
Hay un solo lugar donde Lucy Ayoub, no es la protagonista: a bordo del yate con su marido, Itay. Juntos acaban de regresar de su luna de miel. “Itay tiene licencia de capitán, y mi trabajo es ser marinero. No se trata solamente de acercarle una bebida fresca. El capitán está al timón y el marinero es el que salta al agua para amarrar el barco a un puerto deportivo o a una playa”, cuenta Lucy.
“Comenzamos en Marruecos, continuamos por España e Italia, y luego, cuando llegamos a Grecia, alquilamos un barco. El viaje estaba planeado hace mucho, pero luego llegó la propuesta para Fauda, y pospusimos el viaje. Nuestra fantasía era hacer un viaje de seis meses, pero no era realista”, cuenta la popular conductora de TV.
Lucy confiesa que encuentra puntos de similitud entre la navegación y la vida misma: “Esto de buscar un lugar seguro donde amarrar, un lugar que no siempre existe, y entonces tenés que ir a por un plan B, como en la vida. Siempre intento tener un plan B”.
“Hoy estoy viviendo mi sueño, pero siempre tengo presente que esto no es para siempre”
—¿Por ejemplo?
—En términos de carrera, hoy estoy viviendo mi sueño. Pero siempre tengo presente que esto no es para siempre, que en cualquier momento podría terminar y que hay que descubrir cómo continuar.
Idas y vueltas entre el hebreo y el árabe
Por estos días Ayoub protagoniza la cuarta temporada de Fauda y en pocos días volverá a estar al frente del ciclo de la televisión israelí Sin pánico, en el que se aborda cuán preparado está Israel ante catastrofes.
—¿Encuentras similitudes entre tu personaje en Fauda?
—Interpreto a Maya, que nació en una familia palestina que colabora con el gobierno israelí. Es oficial de policía, se casa con Amos, que es judío, y logra integrarse plenamente en la sociedad israelí, pero su pasado regresa para perseguirla. Maya está mucho más nerviosa que yo y tiene muchas más dificultades en la vida que yo, pero fue un placer interpretarla, ir y venir entre el hebreo y el árabe.
—Es una serie que trata sobre el conflicto palestino-israelí. ¿Lo pensaste bien antes de decidirte a participar?
“Hay una exigencia constante de la sociedad de que te definas. La vida aquí es complicada para todos, más si tu madre es judía y tu padre árabe o viceversa”
—Obviamente. Me pregunté si quería meterme de cabeza en el conflicto. Sin embargo, esta es una serie escrita desde los ojos de los israelíes y no pretende ser objetiva. Aquellos que vieron la serie saben que los personajes viven al límite y las contradicciones los desgarran. No es una serie de buenos contra malos. Eso me permite estar tranquila con mi rol aquí.
—¿Piensas que lo que conquistó a los creadores es tu biografía personal? ¿El hecho de que tu padre sea árabe y tu madre judía?
—Es una pregunta que me acompaña desde joven. Una vez viajé con una delegación de jóvenes líderes a Estados Unidos y me preguntaba si era por esa condición biográfica o por mis habilidades y mi carisma. Es imposible separarme de mi historia personal. Si por cada papel que acepto me pregunto si es una trampa, si en realidad es por ser hija de quien soy, me quedo en la trampa. Los 30 me sientan bien y me siento más cómoda con quien soy, ya no lucho con esa pregunta.
Ayoub nació y creció en el barrio de Hadar en Haifa. Su padre es árabe cristiano y su madre nació como judía e hija de sobrevivientes del Holocausto y se convirtió luego al cristianismo. “Somos como una especie de cliché. A mi abuela árabe le gusta el gefilte fish y a mi abuela judía le encantan las hojas de parra que le manda mi abuela árabe. La familia entera se junta tanto para Navidad como para Rosh Hashana”, relata Ayoub.
“Mi abuela judía es sobreviviente del Holocausto. Era una niña pequeña y solo conserva algunos recuerdos. Sabe que pasó por muchos lugares y que en un momento estuvo oculta en los bosques con los partisanos. Recién cuando llegó a Israel se reencontró con su madre y su hermano. Mi abuela del lado árabe también tuvo una historia difícil. Sus padres huyeron a Líbano durante la Guerra de la Independencia de Israel y la dejaron en un monasterio en Haifa. A los ocho años, la adoptó una mujer llamada Lucy Hayat. Yo me llamó Lucy por ella”, repasa Ayoub.
—¿Qué pasa con toda esa mezcla de identidades cuando tienes que definirte en tu vida adulta?
—Hay una exigencia constante de la sociedad de que te definas, de que respondas quién eres y qué eres. La vida aquí es complicada para todos, más si tu madre es judía y tu padre árabe o viceversa. La gente te pregunta: ¿Cómo puedes ser ambos? ¿Cómo puede ser que celebran fiestas cristianas y fiestas judías? ¿Cómo es posible que te identifiques con la sociedad árabe y también con el pueblo judío? Es una disonancia que la gente no logra reconciliar.
—¿Y en verdad se puede ser ambos? ¿Ser de la ONU en la realidad del conflicto?
—Tengo la capacidad de empatizar con ambos lados, de entender que la narrativa es compleja. No es blanco y negro. Eso no quiere decir que no tenga opiniones y no tenga críticas. Si alguien no tiene una opinión oscura y extrema, generalmente puedo empatizar. Si todos tuvieran esta habilidad, sería mucho más fácil tener una conversación.
—Vayamos a un lugar más fácil. ¿Cuál es tu lengua materna? ¿En qué idioma sueñas?
—Hasta el final de la escuela secundaria, estudié árabe, hoy hablo más en hebreo. Ambas son mis lenguas maternas. Itay y yo estábamos un día cenando con mis padres y le traduje algo que dijeron ellos, e Itay me responde: “ya entendí, si lo dijeron en hebreo”. Ese tipo de confusiones son parte de mí.
Fuente: Ynet
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