La parashá de la semana: Debarim
Shabat Jazón
La parashá de la Torá que leemos esta semana es Debarim. Sin embargo, este Shabat se conoce como Shabat Jazón, por las palabras iniciales de la lectura especial de la Haftará: “Jazón –la visión de- Yeshayahu”.
Pese a que la lectura complementaria de los profetas tiene relación con el texto de la lectura, en algunos casos, como en éste, es el calendario judío quien determina el fragmento elegido. Este Shabat precede al día de ayuno de Tishá Beav en el que conmemoramos la destrucción del primer y segundo templos en Jerusalén (586 a.e.c y 70 d.e.c.). Es la última de las tres Haftarot de “reprensión”, en el que los profetas advierten al pueblo que se arrepienta de sus acciones negativas para que sus deslices no causen la ruina nacional.
Tishá Beav fue, a lo largo de los siglos, un día de gran tristeza y arrepentimiento reflexivo. Su atracción gravitacional atrajo otros desastres históricos de la historia judía, independientemente de si ocurrieron exactamente en ese día. Así, la lista de calamidades que se relacionan a ese día es tristemente extensa.
Así, ya pensando en Tishá Beav, encontramos las palabras del profeta intensas, enfadadas y acusatorias. “¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, generación de malvados, hijos corrompidos! Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han apartado de Él, se han vuelto de espaldas. ¿En dónde golpearos ya, si seguís contumaces? La cabeza toda está enferma, toda entraña doliente. De la planta del pie a la cabeza no hay en él cosa sana: golpes, magulladuras y heridas frescas, ni cerradas, ni vendadas, ni ablandadas con aceite. Vuestra tierra es desolación, vuestras ciudades, hogueras de fuego; extranjeros se comen vuestro suelo delante de vosotros, y es una desolación como devastación de extranjeros.” (Yeshayahu 1:4,7).
Como fue el caso con la mayoría de los profetas, los anuncios de destrucción pretendían ser fundamentalmente advertencias. Si la gente continúa pecando, el castigo seguirá. El objetivo de los profetas era principalmente motivar la fidelidad al Pacto y al Todopoderoso, y como consecuencia evitar el destino que atraía la desobediencia.
Esta visión de la historia, que lo que les sucedió a los judíos fue determinado por su comportamiento y su [falta de] fe, funcionó prospectivamente, pero es más difícil vivirla con retrospectiva. Una cosa era decir que la gente necesitaba cambiar su comportamiento y que la sociedad debía basarse en la ética derivada de la Torá, pero era completamente diferente decir, después del hecho, que la destrucción de Jerusalén fue provocada únicamente por la falta de fe.
Cuando estudiamos la caída de grandes potencias y su desaparición de la historia, encontramos más de un paralelismo que llevó a la autodestrucción de quienes se sentían invencibles con lo que nos aconteció a nosotros mismos. No hay duda que cometimos errores y que algunos de ellos fueron particularmente autodestructivos. Muchos oscilaron en faltas al ser humano que hizo que la sociedad se corrompa y por ende demuela los pilares sobre los que estaba construida. Sociedades con esas características no pueden subsistir por mucho tiempo.
En nuestros días algunas de las endechas compuestas por insignes poetas imbuidos de fe y amor, pueden parecer extrañas. Particularmente las que describen a Yerushalaim: “¡Cómo, ay, yace solitaria la Ciudad populosa! Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones. La Princesa entre las provincias sujeta está a tributo” (Eijá 1) cuando las leemos en Yerushalaim esplendorosa en su belleza. ¿Entonces, por qué las seguimos diciendo? Porque Tishá Beav es una oportunidad para reexaminar el pasado mediante la cual generaciones de judíos lograron perseverar ante la adversidad, la opresión e incluso la destrucción, después de haberse equivocado. Lo es también para poder comprender, también en tiempos de peste y pandemia, que no todo lo que nos sucede es producto de una decisión divina, oculta a nuestros ojos y a nuestra comprensión, sino más bien de errores propios a los que nos condujeron líderes de turno sin que despertáramos a tiempo para ponerle límites a la injusticia, la desigualdad y la infamia.
Al volver a leer la historia, necesitamos reconocer y decir “debido a nuestros pecados”…, pero debemos tratar de descifrar en qué consistieron. Si vamos a comprender las fuerzas geopolíticas, militares y económicas que desempeñaron un papel determinante en la destrucción del primer y segundo Templos podremos continuar construyendo nuestro tercer estado independiente con menos riesgos de desintegración.
De Yeshayahu podemos aprender que no solo predicó la destrucción que se avecinaba ante sus propias narices, sino también la restauración y la renovación. “Venid, pues, y disputemos – dice .A. -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán”… “Sión por la equidad será rescatada, y sus cautivos por la justicia” (Yeshayahu 1:18,27).
La clave para entender la historia judía no está en aceptar las explicaciones de por qué, sino en estudiar las formas de cómo: cómo, después de un desastre tras otro, el pueblo judío encontró el coraje de comenzar de nuevo, volver a comprometerse con la Torá y reafirmar esa vida.
En nuestros días, hemos visto como surgió el estado moderno de Israel: “Voy a volver a tus jueces como eran al principio, y a tus consejeros como antaño. Tras de lo cual se te llamará Ciudad de Justicia, Villa-Leal” (Yeshayahu 1:26).
A medida que lloramos la destrucción de los Templos y la pérdida coordinada de vidas, también podemos afirmar que se puede encontrar significado y que la historia misma se puede redimir.
El milagro más grande que debemos agradecer es que pese a todo lo que nos sucedió, aquí estamos haciendo historia y mirando hacia nuestro destino reparador, liberador y redentor. En ello descubrimos una vez más la presencia activa del Creador.
El arte de expresarnos correctamente
En la primera parashá de Debarim, cuando Moshé inicia la narración de sus experiencias de sus últimos 40 años, nos permite una mejor visión de nosotros mismos y nos enseña limitar el grado en que cometemos los fracasos y de esa manera nos enseña a definir la madurez en nuestra cultura.
Moshé al final de su vida, vuelve a relatar la historia de cuando los hijos de Israel se encontraron por primera vez con la tierra prometida, y en el recuento, nos recuerda refiriéndose a la renuencia de la gente a ingresar a la tierra por su miedo a los habitantes gigantes. “Por culpa vuestra .A. se irritó también contra mí y me dijo: “Tampoco tú entrarás allí” (Devarim 1:37), cuando omite referirse a su acción con la roca. “Enseguida Moshé levantó su mano y golpeó la roca dos veces con la vara y el agua brotó a chorros. Así que toda la comunidad y sus animales bebieron hasta saciarse. Sin embargo, .A. dijo a Moshé y a Aharón: «¡Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que les doy!» (Bemidbar 20).
Sin embargo, la sidrá de la Torá de esta semana, Debarim, la primera del último libro del Jumash, nos trae el relato de cuando el Todopoderoso le dice a Moshé: «No ataques a Moab, no le provoques al combate, pues yo no te daré nada de su país, ya que Ar se la he dado en posesión a los hijos de Lot” (Devarim 2: 9)… [Es decir, no vaya a la guerra con Moab.] Y: “y vas a encontrarte con los hijos de Ammón. No los ataques ni les provoques; pues yo no te daré nada del país de los hijos de Ammón, ya que se lo he entregado a los hijos de Lot en posesión.” (Devarim 2:19)… [Es decir, ni siquiera acoses a Ammón]
Antes de explicar las razones de la diferencia, recordemos que las dos hijas de Lot, pensando que eran las únicas sobrevivientes en el mundo después de la destrucción de Sodoma y Gomorra, yacen con su padre y tienen un hijo cada una: Moab y Ben Ami.
Ahora veremos el porqué de la divergencia: El Talmud responde: “Rabí Jiya bar Aba, citando a rabí Yojanán, dijo: ¿Cómo sabemos que el Santo, bendito sea Él, recompensa incluso el discurso cortés? Y responde: “La mayor dio a luz un hijo, y le llamó Moab [“de mi padre”]: es el padre de los actuales moabitas” (Bereshit 19:37) y entonces el Omnipotente dijo [a Moshé]: “No tengas enemistad con Moab, y no contiendas con ellos en la batalla” (Devarim 2: 9). Solo la guerra estaba prohibida, pero podrían ser fustigados. La hija menor, por otro lado, “llamó a [su hijo] Ben-Ami” [“hijo de mi pueblo”, una expresión más afable] (Bereshit 19:38) y entonces [la Torá] dice: “No hostiguen a los amonitas, ni les provoques” (Devarim 2:19).
La guemará en Nazir 23b nos enseña que los amonitas no debían ser hostigados en absoluto. ¡El Todopoderoso recompensó a la madre de Ammón por darle a su hijo un nombre más cortés que la madre de Moab! Rabí Yehoshúa ben Levi dijo: “Uno no debe pronunciar expresión grosera con la boca”… Del mismo modo, se enseñó en la escuela del rabino Yishmael: “una persona siempre debe trabar conversación eufemísticamente” (Pesajin 3a).
La Torá dice: “Vayikrá el Moshe Vaydaber .A. Elav” – Y llamó a Moshé y le habló. (Vaykrá 1:1) “¿Por qué la Torá menciona el llamado antes del discurso? Para enseñarnos buenos modales: un hombre no debe dirigirse a otro sin dirigirse a él primero” (Yoma 4b).
La cortesía es muy valorada en la tradición judía, ¡hasta el punto de cambiar el lenguaje de la Torá! El Talmud dice (Meguilá 25b): “Nuestros jajamim enseñaron: “Todos los versos [bíblicos] escritos de manera brusca deben leerse sustituyéndolos por frases refinadas” y trae ejemplos muy claros.
Como un pedagogo eximio el naví Moshé, comienza su despedida trayendo un relato del cual él no extrae moraleja alguna, sino que nos induce a nosotros a encontrarla. Y nada menos que los principios que nos deben guiar en el bien hablar. El lenguaje es una actividad humana, que permite comunicarnos y relacionarnos con nuestros congéneres mediante la expresión y comprensión de mensajes.
Moshé nos recuerda indirectamente una premisa fundamental: Imitar el lenguaje de la Torá que habla de todo pero que llega a hacer malabarismos para expresar lo que desea con la mayor propiedad.
En tiempos de tanto abuso comunicacional, será bueno, recordar esta lección, particularmente en estos días en los que nos encontramos en la víspera de Tishá Beav.
Búsqueda radical de la verdad
El quinto y último libro de la Torá, tiene dos nombres hebreos: Sefer Debarim, por sus primeros vocablos: ‘Estas son las palabras’”, tomado de su frase inicial; y Mishné Torá, “Repetición de la Torá” tomada de Devarim 17:18 “Y será, cuando se asentare sobre el solio de su reino, que ha de escribir para sí Mishné Hatorá (una reproducción), del original de delante de los sacerdotes Levitas”.
El quinto libro de la Torá consiste en cinco discursos y poemas retrospectivos que Moshé dirigió a Israel en Moav poco antes de su muerte (Devarim 1: 6-4: 43, 4: 44-28: 69, 29-30, 32, 33), más dos narraciones sobre sus actos finales (Devarim 31, 34). El núcleo del libro es el segundo discurso, en el que Moshé transmite las leyes que recibiera de Dios en el Monte Sinaí 40 años antes. Entre los libros de la Torá, Devarim, es el defensor más vigoroso y claro del monoteísmo y de la lealtad ardiente y exclusiva que Israel le debe a Dios (Devarim 4: 32-40, 6: 4-5). Enfatiza el amor, la justicia y la trascendencia de Dios y el pacto entre Dios e Israel, resumido en Devarim 26: 16-19. Establecido con los patriarcas, afirmado en el Sinaí y en Moav, debe ser reafirmado tan pronto como Israel entre en su tierra (Devarim 4:31, 5: 2, 28:69, 27). Devarim regla la vida de Israel en su tierra, donde se puede establecer una sociedad que persiga la justicia y la rectitud, viviendo en armonía con Dios y disfrutando de Su generosidad (Devarim 4: 5-8, 7: 12-13).
La promesa de esta tierra es condicional (Devarim 11: 8-9, 21); El bienestar de Israel depende de mantener una sociedad gobernada por las leyes sociales y religiosas de Dios. Estas leyes son un don divino para Israel, sin paralelo en su justicia y su capacidad para asegurar la cercanía de Dios (Devarim 4: 5-8). El humanitarismo de la Torá está más desarrollado en la preocupación de Devarim por el bienestar de los pobres y desfavorecidos. Debarim proclama la regla de que el sacrificio puede tener lugar solo en la capital religiosa, en un solo santuario (Devarim 12). Insta a estudiar la ley de Dios y realizar rituales que enseñen un amor reverente hacia él.
Devarim tiene una fuerte orientación intelectual. Insta a todos los israelitas a estudiar las leyes de Dios. Su estilo es didáctico, explicando el significado de los eventos y el propósito de las leyes, para asegurar el consentimiento y la comprensión y voluntad de Israel. Devarim influyó fuertemente en la tradición judía posterior. El núcleo del culto judío es la recitación de la (6: 4) y la lectura pública de la Torá (en 31: 11). También se basan en Devarim el deber de bendecir a Dios después de las comidas (Bircat Hamazón, Devarim 8:10), Kidush [una oración de santificación] en Shabat (Devarim 5:12), poner mezuzot en los postes de las puertas, el uso de tefilín (filacterias) (Devarim 6: 8-9, 11:18, 20) y tsitsit (flecos) (Devarim 22:12), y la caridad a los pobres (por ejemplo, Devarim 15:8). Devarim es la fuente del concepto de que la vida religiosa debe basarse en un libro sagrado y su estudio. Ninguna idea ha dado forma a la historia judía más que al monoteísmo, que este libro afirma con tanta pasión.
Leer Devarim es una experiencia muy diferente que estudiar el resto de la Torá. Abruptamente aparece la voz subjetiva de Moshé que nos ayuda a experimentar el pasado a través de su perspectiva, y lo hace profundamente relevante y significativo para la formación de nuestra espiritualidad. Por primera vez en Devarim vemos la historia judía a través de un velo, obligados a acercarnos a Dios sólo a través de las palabras de Moshé y no a través de la experiencia de primera mano. Estamos lejos de las experiencias originales de esclavitud y redención, apostasía y revelación, redención y regreso a casa. El humo del altar del Templo está tan alejado de nosotros como el fuego de la zarza, excepto por las palabras, que nos transmiten triunfos y tragedias. En ausencia de arbustos ardientes y cimas de las montañas llameantes, nos queda, la palabra. Y sin embargo, nuestro asombro es real.
Las palabras de la Torá nos conmueven e inspiran en formas que son puras y auténticas. Después de todo, esto es de lo que se trata la vida judía, para nosotros, no menos que para el mismo Moshé, sintiéndonos a gusto en nuestras historias como en ningún otro lugar. Durante nuestro viaje de exploración a través de este libro en los próximos meses, tendremos ante nosotros la exigente pero sagrada tarea de forjar vidas espiritualmente significativas a partir de las palabras de .A. en Devarim. El primer versículo del Devarim se abre de esta manera: “Eile hadvarim asher diber Moshé el col Israel beever hayarden,” “Estas son las palabras que Moshé dirigió a todo Israel al otro lado del Jordán”. Estas dos frases preposicionales del verso (el col Israel, “a todo Israel” y beever hayarden “en el otro lado del Jordán”) contienen verdades complementarias que nos guiarán a medida que comenzamos nuestra nueva relectura. Nos recuerdan que la Torá ahora solo se puede ver desde la perspectiva del lado oeste del Jordán e insisten en que cada uno de nosotros, todo Israel, debemos continuar aprendiendo de nuestro maestro Moshé.
Nosotros, continuamos esa antigua búsqueda radical de la verdad. Día a día, tomamos decisiones sobre la ley y el saber, la gente y el universo. Esas elecciones surgen de la espiritualidad que habitamos, incluso cuando se combinan para fortificarla. Este esfuerzo, esta gloriosa peregrinación judía a través de palabras sagradas, es la mejor manera que conocemos para acercarnos a .A. y cumplir con amor todos sus mandatos.
Recuerda la necesidad de analizar nuestros problemas
Hacia el comienzo de Parashat Devarim, mientras Moshé relata los preparativos de Benei Israel para abandonar el Sinaí y viajar a la Tierra de Israel, recuerda sentirse abrumado por la gran cantidad de casos judiciales que se le presentaron. En ese momento se vio obligado a designar un equipo de jueces para trabajar a fin de aliviar la carga de atender las disputas.
Para explicar la relevancia de este relato, Sforno (1:12) escribe: “Les dijo esto para recordarles su maldad, que aunque les informó que entrarían a la tierra sin ninguna guerra, y este asunto les daría más beneficios y honor que todas sus propiedades y asuntos en el desierto, ellos [sin embargo] no se abstuvieron de provocar peleas entre sí de tal manera que necesitaba nombrar una jerarquía de jueces…”
El conocimiento de que Benei Israel pronto entrarían y se establecerían en la Tierra de Israel, donde disfrutarían de prosperidad y éxito, debería haber hecho insignificante cualquier disputa financiera que pudieran haber tenido en el desierto. En ese momento, se suponía que su condición en el desierto era muy breve, ya que en cuestión de varias semanas habrían ingresado a la Tierra de Israel, donde construirían casas grandes y cómodas y desarrollarían grandes campos y viñedos. Cualquier reclamo que tuviera uno contra el otro en el desierto apenas era trascendente, ya que en cualquier caso estaban a punto de entrar en Eretz Israel donde todo cambiaría y vivirían juntos cómodamente y en paz. Por lo tanto, Moshé criticó a la gente por su miopía al preocuparse por los asuntos financieros que pronto se volverían prácticamente intrascendentes.
Muy a menudo, los problemas que parecen problemáticos en el presente se desvanecen rápidamente después de un corto período de tiempo. Muchas de las dificultades y decepciones que experimentamos en el pasado nos parecen ahora, con el beneficio de la retrospectiva y una perspectiva más clara, que han sido relativamente triviales y apenas valen la pena que sufrimos en ese momento. Los comentarios de Sforno nos recuerdan la necesidad de analizar nuestros problemas y decepciones desde una perspectiva más amplia, y reconocer que pronto parecerán mucho menos significativos de lo que parecen en el presente.
La devoción
El haftará leído en el Shabat que precede a Tishá B’Av es el primer capítulo de Sefer Yeshayahu, en el que el profeta distorsiona a la gente de su tiempo por sus graves fallas morales. Cuando presenta su dura condena, Yeshayahu, en nombre de Dios, se lamenta: “Un toro conoce bien a su comprador, y el asno el pesebre de su dueño; Israel mismo no ha conocido, mi propio pueblo no se ha portado con entendimiento” (1: 3). Yeshayahu lamenta el hecho de que mientras los animales son instintivamente leales a sus dueños que los alimentan y cuidan de ellos, Benei Israel ha sido desleal a Dios.
Esta analogía, a primera vista, parece injusta para los hijos de Israel. Las bestias como los bueyes y los burros son naturalmente capaces de domesticación y cumplen los deseos de sus dueños por puro instinto. ¿Se puede decir lo mismo sobre la fidelidad a las leyes de Dios? ¿Puede Dios realmente esperar el mismo tipo de devoción por parte de Benei Israel que los animales muestran a sus dueños por la fuerza de sus instintos naturales y arraigados?
Una respuesta, quizás, emerge del contenido de la profecía que presenta este versículo. En esta profecía, Yeshayahu condena a Benei Israel por ser un apasionado de las ofrendas de sacrificio en el Bet Ha-Mikdash, pero completamente indiferente a la moral básica y elemental. Los acusa de derramamiento de sangre (1: 15,21), de ignorar la difícil situación de los huérfanos y las viudas (1:17), y de usar dinero falsificado y vender mercancías defectuosas (1:22), y describe a sus líderes como ladrones (1:23)
La imagen que representa es una de valores y prioridades completamente distorsionados, de personas que ofrecen con entusiasmo sacrificios costosos a Dios, sintiéndose espiritualmente satisfechos y piadosos, mientras se mienten y engañan unos a otros y no tienen en cuenta los gritos de los desfavorecidos.
Parece que las personas de esta época sintieron que podían ser santas sin ser éticas, que podían ganarse el favor de Dios a través de sus esfuerzos sagrados y violar los estándares más básicos y elementales de ética y moralidad.
Como este es el mensaje claramente comunicado por esta profecía, quizás podamos sugerir una nueva explicación para la analogía de la lealtad instintiva de los animales domésticos a sus dueños.
Yeshayahu está condenando precisamente a las personas por ignorar las reglas éticas básicas e intuitivas mientras persiguen logros espirituales elevados. Enseña que la honestidad y la decencia están arraigadas en el sentido natural e intuitivo de la moralidad del ser humano, que tratar a las personas con dignidad y cuidar a los necesitados es tan instintivo para los seres humanos como comer del comedero del propietario para un burro.
El punto de Yeshayahu es precisamente que Am Israel estaba actuando en oposición al instinto ético humano, que sus aspiraciones espirituales los llevaron perversamente a violar sus sensibilidades morales intuitivas, en lugar de mejorarlas y refinarlas. En medio de su mordaz censura de la corrupción del pueblo, Yeshayahu los compara con las ciudades de Sdom y Amorá (1:10). Estas ciudades, por supuesto, fueron destruidas siglos antes, en tiempos de Abraham, debido a su iniquidad. El profeta Yejezkhel (16:49) declara explícitamente que el pecado de estas ciudades fue ignorar la difícil situación de los necesitados. Las fuentes midráshicas describen en detalle la objeción ideológica de Sdom a la hospitalidad y la caridad, y la Torá misma cuenta la reacción furiosa de la gente del pueblo cuando un residente, Lot, se atrevió a recibir a dos invitados (Bereshit 19). La caridad no está incluida en las Siete Leyes de Noaj, y nunca se dio una directriz explícita de Dios que exigiera que las personas reciban a los viajeros cansados o alimenten a los hambrientos pobres. Este requisito universal se deriva de nuestro sentido humano intuitivo de decencia y compasión, y por lo tanto, Sdom y Amorá fueron destruidos a pesar de que nunca recibieron una orden explícita para ayudar a los necesitados. Yeshayahu invoca este precedente en su condena del sentido distorsionado de piedad de Benei Israel, enfatizando que no puede haber piedad sin adherirse primero a estándares elementales e intuitivos de decencia.
Este capítulo fue elegido como la profecía para ser leída y estudiada antes de Tishá B’Av, tal vez para instruir que a medida que buscamos mejorar a nosotros mismos para que seamos dignos de la redención, primero debemos abordar los conceptos básicos. Antes de intentar elevarnos a niveles exaltados de santidad, primero debemos establecer una base firme de moral y ética elementales. Por supuesto, el proceso de arrepentimiento y crecimiento no debe terminar allí, pero aquí es donde absolutamente debe comenzar. Solo una vez que nos adherimos a los principios básicos de integridad y sensibilidad, estamos preparados para avanzar y establecer objetivos espirituales elevados.
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