Israel: “Un Estado por Derecho Propio”
Después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y ante la evidencia del Holocausto, las Naciones Unidas acordaron, por amplia mayoría, que los judíos tenían derecho a su propio Estado.
Decisión acertada y justa.
Los judíos que hacía siglos que vivían en Europa habían estado a punto de desaparecer debido a Hitler y sus aliados.
Por primera vez en la historia, se había programado desde las altas instancias de un Estado, la aniquilación a nivel industrial, de todo un pueblo, con la complicidad de amplios sectores de la sociedad.
Todo estaba cuidadosamente planificado desde que el nacionalsocialismo se hizo con el poder en 1933.
Primero se les hostigó, posteriormente se les privó de la ciudadanía, luego se decretaron leyes contra ellos, se les apartó del circuito económico para empobrecerlos, se les presionó a emigrar y abandonar sus hogares, luego se les marcó y posteriormente se les confinó en guetos para, finalmente, trasladarlos a los campos de la muerte.
Todo ello por el solo hecho de pertenecer a un pueblo.
La nueva comunidad de naciones surgida tras 1945 no podía obviar, bajo ningún concepto, esta catástrofe y debía luchar, con todas sus fuerzas, para que nunca más suceda.
La memoria de la Shoah deberá permanecer siempre viva para que las futuras generaciones sean conscientes de lo que sucedió y evitar que vuelva a pasar.
Todo esto pasó, desde la perspectiva histórica, hace escasos días, y hay que luchar contra su olvido.
Leyes que penalizan la negación del holocausto, exposiciones sobre lo acontecido, los memoriales, testimonios, son armas fundamentales para conseguir este objetivo.
Las Naciones Unidas acordaron que los judíos pudieran libremente retornar a la tierra de sus antepasados y acceder a la comunidad internacional, a través de su propio Estado.
El pueblo judío que hacía siglos vivía en la diáspora conservando su esencia como tal, pero también integrados totalmente en los distintos países en que se encontraban, se habían ganado todo el derecho a regresar a su tierra de una vez por todas.
Faltaría más.
Durante los años 20 del siglo pasado, en el Mandato británico de Palestina, ya se encontraba establecido un 11 por ciento de judíos sobre la población total de dicho territorio.
A pesar de las trabas que los británicos impusieron de forma escandalosa, a la emigración judía, esta no se paralizó, aunque tuvo que lidiar con innumerables obstáculos.
Un ejemplo de la tenacidad de este pueblo en su objetivo de regresar a casa, es el suceso del Exodus, cuando en 1947, unos 4.500 judíos, la mayoría sobrevivientes del Holocausto, embarcaron en duras condiciones, en este barco rumbo a la Tierra Prometida y fueron obligados, por las autoridades británicas, a regresar a Europa.
Finalmente, en 1948, avalado por la ONU, el Estado de Israel era una realidad.
A partir de aquí el nuevo Estado tuvo que enfrentarse desde el primer momento y en solitario a sus vecinos que lo querían literalmente aniquilar.
Todavía hoy existen países, como la República Islámica de Irán, que no amagan sus deseos en verlo desaparecer de la faz de la tierra.
Una quimera, pues el Estado de Israel llegó para quedarse.
De eso no hay ninguna duda.
A pesar de la beligerancia de algunos países, cada vez menos, Israel ha obtenido unos logros inmensos, reconocidos internacionalmente.
Yo mismo he visitado Israel en tres ocasiones y espero volver pronto.
Es un Estado tolerante, moderno, con unas infraestructuras de primer nivel.
Realmente los israelíes están orgullosos de lo que han sido capaces de construir, a pesar de todos los obstáculos que les han puesto desde el principio, y no es de extrañar.
Tel Aviv es literalmente para quedarte a vivir allí.
Su arquitectura moderna y estilo Bauhaus se complementan a la perfección, sus playas, su gente. Todo.
Puedes estar paseando y encontrarte a una pareja gay en bañador y cogida de la mano y apenas unos metros detrás, unos ortodoxos con sus vestimentas negras y no pasa absolutamente nada.
Son muchos los palestinos y árabes israelíes homosexuales que se ven obligados a salir de sus localidades, por miedo a la represión que sufren y que se instalan precisamente en Tel Aviv, donde pueden ser ellos mismos y llevar una vida normal sin temor a su integridad física y psíquica.
Se respira ambiente de libertad.
Y que decir de Jerusalén, la ciudad santa, donde los creyentes de la Torá, el Corán y la Biblia, pueden practicar sus ritos tranquilamente, respetándose sus lugares sagrados.
En Jerusalén es de obligada visita el Yad Vashem.
Este museo de la historia del Holocausto te sobrecoge.
Está organizado de forma muy didáctica, teniendo una gran cantidad de documentación, explicándote las causas y consecuencias de la tragedia, dentro de un marco de paz y esperanza.
Es mucho más que un museo, puesto que la Sala del Recuerdo, el monumento a los niños que fueron asesinados y el monumento a los deportados, te llegan al alma y te vuelves a preguntar el porqué de los fanatismos.
Haifa y Acre en la ribera norte israelí del Mediterráneo son ejemplos de ciudades que han sabido adaptarse a las sucesivas emigraciones que han llegado de distintos sitios del planeta.
En la primera, la comunidad judía de origen rusa, tiene un papel importante.
El Estado de Israel ha sabido homogeneizar a todos los judíos que venían de países y culturas tan distintas.
Le lengua ha jugado un papel de primer orden.
El hebreo que antes de 1948 era prácticamente como el latín y se utilizaba casi exclusivamente en las liturgias, o en pequeñas comunidades, al convertirse en lengua oficial, ha resurgido con fuerza y actualmente es una lengua viva además de unificadora de toda la nación.
Los Estados en la protección de las lenguas son primordiales, no lo olvidemos.
El hebreo y árabe son las dos lenguas cooficiales de Israel.
Todos se pueden expresar libremente, pues es un Estado democrático.
También en mis visitas tuve contacto con israelíes de origen árabe y la mayoría estaban satisfechos.
Sus negocios prosperan y en general no parecía, a simple vista, haber ningún tipo de discriminación.
Quienes critican e incluso sienten aversión hacia Israel les aconsejaría que lo visitaran y leyeran un poco sobre la historia de este pueblo que, finalmente, ha podido regresar a casa, después de tanto tiempo y tantas calamidades que ha sufrido.
El mundo y nuestra civilización, en especial, le debemos mucho más de lo que se piensa.
Por Alberto Mestre
Fuente: El Minuto
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