La impunidad de los criminales
Cuando la semana pasada, Irán subió al podio de la sala de la Asamblea General de Naciones Unidas, quedó demostrado una vez más hasta dónde es capaz de extender su actitud pusilánime, bastante lejana a la honestidad, la decencia y el decoro mínimo del comportamiento humano, un organismo internacional que abarca a casi los 200 países de la tierra.
Quien subió al podio fue alguien llamado presidente de Irán. Sobre él, en junio de 2021, varias organizaciones internacionales de derechos humanos dijeron a viva voz, entre otros conceptos, que: El hecho de que Ebrahim Raisi haya llegado a la presidencia de Irán en lugar de ser investigado por los crímenes de lesa humanidad, de asesinato, desaparición forzada y tortura es un sombrío recordatorio de la impunidad suprema que reina en Irán. Ebrahim Raisi fue miembro de la ‘comisión de la muerte’ que sometió a desaparición forzada y ejecución extrajudicial secreta a miles de disidentes políticos en las prisiones de Evin y Gohardasht, cerca de Teherán, en 1988. Hasta la fecha, las autoridades iraníes vienen ocultando sistemáticamente las circunstancias que rodean la suerte de las víctimas y el paradero de sus cuerpos. Como presidente del poder judicial iraní, Ebrahim Raisi ha dado también impunidad total a autoridades del gobierno y fuerzas de seguridad responsables del homicidio de centenares de hombres, mujeres, niños y niñas y de someter a cientos de manifestantes a detenciones masivas, desaparición forzada, tortura y otros malos tratos durante las protestas en todo el país de noviembre de 2019 y después de ellas”.
Justamente cuando la Presidencia de la Asamblea General de la ONU recibía a Raisi con la pompa hueca habitual, en las calles de distintas ciudades iraníes se desataba una ola de protestas a raíz del vil asesinato de Mahsa Amini. Comencemos por entender y conocer quién era Amini, una joven de 22 años, tímida, muy reservada, residente de una pequeña aldea habitada por minoría kurda, que nunca había hecho nada que no estuviera enmarcado en los códigos clericales de vestimenta y comportamiento impuesto por los Ayatolas. El 13 de setiembre, una de las KGB iraníes llamada “policía moral” la detuvo cuando se bajó de un tren, dentro de la misma estación. La policía moral, creada para “promover la virtud y prevenir el vicio” formada por hombres y mujeres con conducta de hienas, consideró que Amini violaba la virtud. ¿Por qué? Porque usaba pantalones presuntamente muy ajustados. A pesar de la desesperación de Amini y su hermano que la acompañaba, se la llevaron, la golpearon salvajemente camino a la estación de la policía, el hermano esperó horas frente al centro de detención, vio como se la llevaban a un hospital y llamó a su familia. La familia esperó en vano. Ningún médico les informó nada. Les entregaron sin palabras su cadáver. Amini soñaba con estudiar y tener una familia. Sus sueños fueron terminados a golpes. Murió 24 horas después que la ingresaron al hospital producto de los golpes recibidos.
Y estallaron las protestas. En 2019 después de asesinar 1500 civiles, las fuerzas policiales iraníes dieron por terminada una revuelta que pedía la utopía de tener más libertad. Esta vez ha sido más drástico. Irán cortó internet de inmediato al asesinato de Amini. Y reprimió con munición pesada a los que empezaron a protestar en varias ciudades. Hasta hoy no hay cifras reales de muertos y menos de heridos. Se habla de 77 asesinatos, pero pueden ser diez veces más. La impunidad del régimen es total y toda información sobre la verdad de lo que sucede es ilegal. Raisi lo hizo fácil: la culpa de las protestas es un complot entre Israel y Estados Unidos para desestabilizar al régimen. El exabrupto ni siquiera es una tontería lanzada por un criminal. Es una declaración que no ha sido controvertida internacionalmente. Al revés, nadie interrumpió a Raisi mientras regurgitaba ante el podio de la ONU.
La inefable Oficina de DDHH de la ONU a través de su vocera Ravina Shamdasani informó que además de muertos y heridos causado por munición gruesa, el régimen iraní había hechos miles de detenciones masivas y arbitrarias que incluían al menos 20 periodistas. ¿Y? ONU denuncia algo que merecería sanciones en el Consejo de Seguridad. ¿Y? ONU denuncia algo que merece ser juzgado y condenado. ¿Y? Sólo confesión de parte de una obscena indiferencia y ya está el relevo de prueba. Shamdasani igual no pudo dejar de confesar que no tiene más información de la barbarie porque Irán no deja ingresar a la ONU a su territorio. Lo que no dijo (bueno sería que lo intentara al menos) es por qué la ONU sí deja ingresar a Raisi a su ámbito sin que se le juzgue por criminal.
Holly Dagre nació en Los Ángeles. Siete años de su adolescencia vivió en Irán (1999-2006). Se graduó en la American University en El Cairo y en la UCLA (Universidad de California). Hoy, además de trabajar en el Consejo Atlántico de Programas sobre Medio Oriente, se la puede ver en entrevistas en CNN, BBC, Fox, NBC, etc. Dagre escribió esta semana que el asesinato de Amini encendió una mecha, pero que el crimen de Hadis Najafi, de 23 años, una semana después a manos de la policía iraní, muestra lo que hoy puede calificarse como la esencia de una nueva generación de zoom, una generación dispuesta a desafiar a la policía moral. Dagre resalta:” Najafi era una activa Tik Toker que publicaba videos de baile en Instagram una y otra vez. Como muchos, no temen morir si es necesario por la consigna de la libertad y la vida. La cuestión es si los asesinatos exacerbarán la rabia en la calle y sacarán más gente o si el miedo acabará ganando las mentes como ocurrió en 2009 y 2019. La brecha entre la retaguardia de la Revolución y la posrevolucionaria Generación Zoom es cada vez mayor. La historia se repite, pero aún no tenemos claro si la ira de la calle y la reacción del régimen han llegado a un punto de no retorno”. Sin embargo, Dagre no es realista. El viernes pasado, el régimen utilizó una fórmula conocida que pasa por movilizar a sus seguidores, tratar a las protestas como una conspiración orquestada desde el exterior para acabar con el régimen, silenciar internet y aplicar la máxima represión. Las autoridades convocaron a los suyos tras la oración del viernes para marchar por las principales ciudades del país en señal de apoyo al uso del velo para las mujeres y en contra de las movilizaciones alentadas por extranjeros. Obedientes, los súbditos de Raisi pidieron la ejecución de los “alborotadores”, ondearon banderas, calificaron a los manifestantes antigubernamentales como “soldados de Israel” y gritaron “muerte a Estados Unidos” y “muerte a Israel”.
¿Por qué no va a tener impunidad Raisi? ¿Acaso no la tiene Putin mientras comete crímenes contra la humanidad hace ya seis meses? ¿A los uigures no los siguen exterminando en China? De aquí a fin de año, la ONU seguirá su fiesta anual y buscará con resoluciones no vinculantes alentar el antisemitismo con resoluciones inventadas contra Israel como culpable de todos los males de la Tierra, y dejará abandonadas a todas las minorías que sufren persecuciones y muerte. Mientras, las mujeres iraníes, o se callan y se esconden, o terminan como Amini. Los uigures no tendrán dónde huir. Y Rusia seguirá amenazando sin despeinarse, con hacer desaparecer el planeta. Si lo dice muy a menudo, quizás hasta se reúna el Consejo de Seguridad. Quizás, nada seguro
Eduardo Kohn
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