La guerra perpetua del terrorismo árabe-palestino
Por Luciano Mondino*
El primigenio conflicto árabe israelí ha decantado en el tiempo hacia un conflicto palestino-israelí para convertirse hoy en un conflicto perpetuo entre Israel y Hamas, donde los cambios en los paradigmas políticos de Oriente Medio se ven constantemente amenazados por la educación para la guerra que esgrimen las autoridades palestinas hacia su población. La guerra y el resentimiento en Palestina son hereditarios.
Desde 1948, la hostilidad entre los países árabes que se negaron a una convivencia pacífica con el reciente creado Estado Judío, dio origen a uno de los conflictos con mayor amplificación mediática, pero con la paradoja de no equiparar, ni por cerca, a las guerras hacia adentro del mundo islámico que arrojaron mayores cantidades de víctimas fatales. Si buscáramos constatar incluso en las fuentes palestinas, su guerra con Israel habría arrojado entre 50.000 y 52.000 víctimas fatales que ocupan una porción menor a las entre 400.000 y 500.000 masacres en Siria perpetradas por el presidente Bashar Al Assad y sus socios en Teherán y Moscú a partir de 2012.
Las muertes no son relativas como tampoco lo es la historia ni lo son los hechos. La guerra de Palestina con Israel es, hasta el momento, uno de los conflictos que menos muertos ha causado y que mayores avances en materia diplomática ha generado. El movimiento sionista aceptó la partición de la ONU aun sabiendo que no había ni hay argumentos que constaten la pertenencia de los palestinos al territorio; se retiró unilateralmente de la península del Sinaí; firmó acuerdos de paz con Egipto luego de años bélicos; firmó acuerdos de paz con la OLP aunque la carta fundacional de esa organización no reclamara interés en esa aparente mítica Palestina; se retiró del sur del Líbano aún a sabiendas de que los misiles de Hezbollah, financiados por Irán, apuntan a su país; le ha ofrecido a las autoridades palestinas casi la totalidad de Judea y Samaria y Gaza, propuesta finalmente rechazada por ellos; en 2006 completó la retirada unilateral de la Franja de Gaza; ofreció acuerdos de dos estados; invitó a discutir la paz y avanzó considerablemente en acuerdos como los de Abraham.
Estos avances diplomáticos, en forma de acercamientos políticos, económicos o estratégicos, le han valido a Israel un enorme esfuerzo que muchas veces fue menospreciado o poco entendido por una comunidad internacional que, aun con la evidencia mediante, no logra condenar enérgicamente los ataques de Hamas a civiles israelíes.
Sin embargo, ¿por qué después de siete décadas de conflicto y un sinfín de mejoras en las relaciones entre Israel y los estados árabes, no hay una solución definitiva a la mediáticamente llamada cuestión palestina? Porque los obstáculos impuestos por los propios palestinos condicionan cualquier tipo de acuerdo.
A diferencia de Israel, para las autoridades palestinas la guerra no sienta tan mal si puedes ser objeto de enormes cuantías de dinero en concepto de ayuda humanitaria que terminarán financiando el contenido antisemita de los territorios de Judea y Samaria bajo control palestino o los propios misiles de Hamas en Gaza.
El primer obstáculo es que los territorios bajo administración palestina son hoy un semillero donde se profesa el antisemitismo y donde se los prepara, física y mentalmente, a los más jóvenes para nunca renunciar a la guerra.
El concepto de mártir no puede ser observado bajo la mirada del relativismo cultural que garantiza la impunidad a ciertos sectores bajo un falso esquema de opresores y oprimidos; no puede ser tampoco entendido como una parte de la fe islámica que hoy se encuentra usurpada por los extremistas y el islamismo político, dado que una enorme mayoría de los más de 1.500 millones de musulmanes alrededor del mundo quieren la paz. El concepto de mártir en los territorios bajo control palestino es, concretamente, una reivindicación a la muerte que debiera ser intolerable en el siglo XX.
Como sucede ante cada atentado perpetrado en Israel, la algarabía llega a las calles palestinas en forma de dulces y bocinazos que alienta a la población, incluida los más jóvenes, a vitorear la sangre israelí derramada. De repente, cualquier desentendido del tema podría enterarse de esto y preguntarse: ¿pero por qué esto no lo escuché nunca? Simplemente porque las muertes son relativizadas. El silencio, infundado por el temor, de los occidentales hacia las atrocidades del terrorismo árabe palestino se está pagando con los atentados por goteo en las calles de Israel y cometidos, también, por ciudadanos palestinos que pueden ingresar al Estado Judío a trabajar.
Tanto en la Franja de Gaza, el territorio bajo el puño de hierro de la agrupación terrorista Hamas, como en Judea y Samaria, en aquellos territorios administrados por la Autoridad Nacional Palestina, son los propios funcionarios del gobierno palestino los que enaltecen la figura de los terroristas abatidos visitando sus campañas fúnebres o apoyando económicamente a las familiares o a los que puedan haber caído presos en las prisiones israelíes. Es una forma muy metafórica de reconocer, bajo la fachada de la resistencia, que los líderes palestinos entregan cuantiosos premios a cada terrorista que cometa ataques contra los israelíes.
¿Hasta cuánto Occidente podrá seguir siendo imparcial al terrorismo árabe-palestino? Las más de siete décadas de una guerra absolutamente infructuosa para los árabes, que siempre fueron derrotados por Israel, arrojaron a los gobiernos occidentales hacia una posición de servidumbre voluntaria a las propias autoridades palestinas que perpetúan el conflicto.
Los países occidentales, con crecientes focos de antisemitismo camuflado en la falsa bandera del anti sionismo, se han vuelto incapaces de reconocer el derecho a la defensa de Israel y de comprender, aunque sea de forma general, el verdadero riesgo que correría la humanidad entera si finalmente el Estado Judío sucumbe al terrorismo árabe-palestino.
Luciano Mondino es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de La Plata.
Master en Política Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación son sobre islamismo, Terrorismo y Crimen Organizado.
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