China, entre protestas frente al Covid cero

A muy pocas semanas de que Xi Jinping fuera ratificado por tercera vez consecutiva como líder del Partido Comunista de la República Popular China, comenzó una serie de protestas en su país ante las severas restricciones cotidianas por la política de “Covid cero”.

Combinación de hartazgo después de tres años seguidos de confinamientos, cuarentenas y de encierros en condiciones infrahumanas, con consecuencias fatales como la muerte de personas en un incendio al que los bomberos no pudieron acceder por las rejas tras las que están encerrados los pacientes de Covid-19. A esto, se añade la caída de la producción y del consumo en China, rompiendo el “contrato social” entre la población y el PC chino, de que se toleran los controles a las expresiones disidentes a cambio de obtener crecientes niveles de vida.

A diferencia de las manifestaciones en la plaza Tiananmen de 1989, en donde los estudiantes universitarios reclamaban la “quinta modernización”, que era la democratización del sistema –soplaban los aires de la perestroika en aquellos años-, estas protestas parecieran no tener un contenido político visible, aun cuando haya disidentes que reclamen el fin del monopolio del poder del Partido Comunista.

¿Qué consecuencias pueden traer estas protestas? El régimen comunista tiene fuertemente en sus manos las riendas del poder y está dispuesto a utilizar toda la fuerza necesaria para sobrevivir e imponerse a todo cuestionamiento, ante una población acostumbrada durante decenios al sometimiento más brutal. A no ser que se produzca un desborde incontrolable, hoy la perspectiva es que no hace tambalear al sistema.

Pero la economía china está exhibiendo, precisamente por sus políticas de covid cero, un enfriamiento y que se observa en el menor consumo de petróleo y en la baja de la producción de bienes.

Por otro lado, si Xi Jinping advirtiera que está en serio peligro su continuidad, podría optar por la carta nacionalista para desviar la atención e intentar unificar a la población con un conflicto, que puede ser el enfrentamiento abierto contra la minoría de los uigures en el Xinjiang, o bien un enfrentamiento bélico con Taiwán de mayor escala que la exhibición de fuerza que realizó meses atrás.

Las autocracias están poniendo en evidencia su debilidad sistémica: el régimen de Vladímir Putin ya no sabe cómo seguir la guerra en Ucrania, la teocracia en Irán intenta recuperar su pleno dominio frente a las protestas, y ahora se suma el coloso de la República Popular China, que parecía inexpugnable. La paradoja es que en las democracias liberales también se multiplican los discursos contrarias a la libertad, la diversidad y el imperio de la ley.

Ricardo López Göttig