Comparación inaceptable; banalización inevitable
No es nuestro deseo detallar la Shoá en esta columna. Pero debemos hacerlo para llegar a dar una opinión sobre un episodio desgraciado y nada menor que sucedió esta misma semana.
La llamada Operación Reinhard fue una enorme campaña de aniquilación de judíos ejecutada por los nazis durante el Holocausto.
Durante un período de 100 días, aproximadamente 1 millón y medio de judíos procedentes de Polonia fueron asesinados. La mayor parte de ellos perdieron la vida en las cámaras de gas en los campos de exterminio de Belzec, Sobibor y Treblinka. Según el estudio “Cuantificando el Holocausto: tasas de homicidio durante el genocidio nazi”, publicado en la revista Science Advances, durante el periodo transcurrido entre el 22 de julio y el 4 de noviembre de 1942 fueron aniquilados una cuarta parte de todos los judíos que murieron en el Holocausto. Obviamente, ya sabemos que los números dan náuseas. Según estas estimaciones durante ese período se produjeron casi 500.000 muertes al mes, lo que significa 16.000 asesinatos al día, 666 por hora, 11 muertes por minuto.
La investigación de Science Advances estuvo a cargo del profesor Lewi Stone, de la Universidad de Tel Aviv, y se basó en el análisis de una base de datos sobre las frecuencias de los trenes en los que eran enviados los judíos detenidos por los nazis hacia los campos de la muerte. La Operación Reinhard comenzó en marzo de 1942 y se extendió durante unos 21 meses hasta finalizar en noviembre de 1943.
En esta operación, los tres campos clave de exterminio -Belzec, Sobibor y Treblinka- fueron establecidos con la intención de eliminar a cada uno de los judíos en la Polonia ocupada por Alemania. El investigador utilizando registros de la antigua compañía nacional de ferrocarriles de Alemania, de los guetos, de los juicios de posguerra y de otras investigaciones, reunió información sobre más de 480 trenes de deportación de judíos desde 393 pueblos y guetos de Polonia hacia estos campos de exterminio y ofrece estimaciones sobre el número aproximado de víctimas que viajaba en cada tren.
Para esto se apoyó también en el testimonio de los pocos sobrevivientes que hubo en estos campos. Según estos cálculos, en el campo de Belzec murieron 515.000 judíos, en Sobibor, 126.000; y en Treblinka, 897.000.
Uno de los hallazgos del análisis que realizó Stone de esta base de datos es que, pese a que la Operación Reinhard duró casi dos años, en realidad hubo un período de tres meses en el verano-otoño europeo de 1942 cuando se produjo la mayor cantidad de muertes. El investigador hace referencia a una orden emitida el 19 de julio de 1942 por Heinrich Himmler, y señala:”Estas guías iniciales fijaron un límite temporal para toda la Operación Reinhard y, aunque las guías no se cumplieron en la práctica, influyeron fuertemente en su eficiencia y su calendario”.
¿Qué sucedió esta semana? El Papa comparó la guerra que perpetra Rusia contra Ucrania con la Operación Reinhard. Y lo hizo frente a una audiencia de peregrinos polacos, haciendo mención que la Universidad Católica de Lublin realizó hace poco una conmemoración de la Operación Reinhard. El Papa leía un texto en el que se señaló:” Que el recuerdo y la memoria de este horrible episodio pueda hacernos reflexionar a cada uno y hacernos luchar por la paz”. Entonces, dejó lo que estaba escrito y fuera de libreto, agregó:” Y la historia se está repitiendo. Vemos ahora lo que sucede en Ucrania”.
Los informes actuales son muy claros. A pesar de su letargo, la oficina del Alto Comisionado de DDHH de la ONU ha emitido en estos días un nuevo informe sobre los crímenes rusos en Ucrania. En los primeros dos meses de la invasión, los rusos asesinaron centenares de civiles ucranianos en Kyiv, Chernihiv y Sumy:341 hombres,72 mujeres,20 niños y 8 niñas. Pero si vemos las cifras hasta este mes de diciembre, entonces los asesinatos de civiles ucranianos pasan a ser casi 7 mil. La ONU es explícita: Rusia está cometiendo crímenes de guerra ya que ha asesinado civiles a medida que invadía ciudades sin contemplar norma alguna de la Convención de Ginebra.
Se puede ser mucho más explícito que la ONU. Rusia ha dicho que Ucrania debe ser “desnazificada”, y lo expresa con la impudicia del invasor que además promete jactanciosamente aplastar al enemigo. ¿Quién es el enemigo? Todo el pueblo ucraniano. El objetivo de que se mueran de frío y hambre cuando ahora empiece lo peor del invierno está claramente demostrado con los bombardeos ordenados por Putin contra instalaciones de energía ucranianas.
Ayer miércoles, Putin en declaraciones a la prensa de su país, dijo que Rusia se va a defender con todos los medios a su disposición, que la guerra seguirá por largo tiempo, y señaló que Occidente mira a Rusia “como a un ciudadano de segunda clase que no tiene derecho a existir”. Y siguió: “Rusia ha obtenido significativos resultados favorables tomando nuevos territorios”.
¿Que Rusia está perpetrando una invasión criminal? ¿Quién, que no sea su cómplice lo duda? ¿Qué Putin es una copia desfigurada de la histórica y brutal ambición imperial zarista? Pues también. ¿Qué los crímenes contra civiles deberían tener castigo y no sólo retórica por parte de los organismos internacionales? No es novedad.
Pero Rusia no está desarrollando ninguna Operación Reinhard en Ucrania. No ha construido cámaras de gas ni hornos crematorios y no tiene batallones de colaboradores europeos de nacionalidades diversas ayudando a llenar las cámaras de gas. La comparación puede ser presuntamente bien intencionada para decir que lo que Rusia está haciendo es monstruoso, pero es una comparación inexacta, falsa, que, a la larga, otra vez en un discurso público de una alta autoridad, banaliza en forma bastante insoportable y absolutamente inaceptable el Holocausto.
Yehuda Bauer, el más extraordinario investigador y docente de la Shoá ha dicho: “El Holocausto le aconteció a un pueblo específico por razones específicas en un momento específico. Todos los acontecimientos históricos son concretos de esta manera: suceden a gente específica por razones específicas en momentos específicos. No se repiten. Y eso es lo que los convierte en acontecimientos de significación universal. El Holocausto es una advertencia. Agrega tres mandamientos a los diez de la tradición judía: no cometerás crímenes, no serás una víctima pasiva, no serás, por cierto, un espectador”.
El Vaticano no quiere ser espectador ante los crímenes de Rusia hoy en día. Pero el jefe del Estado Vaticano se equivocó. No leyó a Bauer cuando dice que los hechos históricos no se repiten. Calificó a la monstruosidad de la Operación Reinhard como un “episodio”. Y sobrepasó límites muy peligrosos, considerando su investidura, con una comparación innecesaria que no la necesitaba para condenar a Putin y sus cómplices. Tan innecesaria como la banalización del mayor horror que el hombre le ha hecho al hombre. Ni más ni menos.
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