Afganistán, con más retrocesos para las mujeres
El régimen de los talibán, que volvió al poder en Afganistán en agosto del 2021 tras casi veinte años de combates y atentados, ha vuelto a mostrar su rostro más violento y bárbaro. En las últimas semanas, se ha empeñado en cercenar, una vez más, la presencia de las mujeres en la educación, la economía y en los últimos lazos de cooperación internacional.
En plena euforia mundialista, los talibán utilizaron un estadio para ejecutar públicamente a un hombre y, si bien también estaba anunciada la lapidación de una mujer acusada de adulterio, el espectáculo sangriento se realizó en un ámbito más local y reservado. A la par de este despliegue de terror, establecieron que las mujeres no podrán continuar con estudios universitarios, así como han quedado excluidas por completo de trabajar en las ONG que aún operan en suelo afgano, con el argumento de que no estarían cumpliendo con el código de vestimenta con la burka. Lo que llega desde el exterior es una proporción considerable de dinero en una economía que está colapsada, y que para muchas mujeres es parte del mantenimiento familiar. Las ONG que no acaten esta medida, perderán su permiso para seguir actuando en Afganistán, pero todavía se desconoce si esto también alcanza a los organismos de la ONU.
Estas violaciones a los más elementales derechos de las mujeres están ocurriendo en un momento en el que el régimen intenta lograr su reconocimiento a nivel internacional, algo que ni siquiera intentó en el período 1996-2001, cuando sólo tenía vínculos diplomáticos con Pakistán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Si bien el argumento que utiliza es que se trata de la aplicación de la Sharia, esto es incluso cuestionado dentro del propio mundo islámico, lo que lo aísla aún más en el escenario internacional. Asimismo, el severo deterioro de la economía afgana se está traduciendo en problemas de malnutrición y se estima que aproximadamente dos tercios de la población requerirán ayuda humanitaria en 2023, por lo que las condiciones impuestas a las ONG y organismos internacionales.
Es la tozudez por mantener un sistema imposible de rigidez teocrática lo que conduce al fracaso de Afganistán, un país para el que la ayuda humanitaria es sólo un paliativo, mientras se espera que el horror termine algún día.
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