Adolfo Kaminsky, el falsificador que salvó más de 14 mil judíos, murió a los 97 años
Adolfo Kaminsky, fotógrafo franco argentino, miembro de la resistencia francesa en la segunda guerra mundial y portador de un talento único que lo llevó a salvar más de 14.000 judíos, murió este lunes 9 de enero, en su casa en París, dijo su hija Sarah Kaminsky, tenía 97 años.
Nació el 1 de octubre de 1925 en Buenos Aires. Hijo de padres judíos rusos exiliados, su madre Anna Kinoël había huído de los pogromos rusos, su padre Salomón, era periodista de un periódico marxista judío. Cuando los bolcheviques derrocaron al gobierno zarista, Francia expulsó a los simpatizantes del nuevo régimen y los Kaminsky huyeron a Argentina, donde tuvieron dos hijos. En 1932 se mudaron a Paris, y aunque vivió poco tiempo en Argentina, asegura que todavía guarda de aquel tiempo un recuerdo muy preciso.
Adolfo trabajó en una tienda de teñidos en Francia, fascinado por la química y los colorantes, recursos en los que se especializaría y serviría más tarde para una acción que hoy lo lleva al eterno recuerdo del pueblo judío.
En 1940 los alemanes tomaron su casa, después de la invasión alemana en Francia, y se mudaron a otro sitio, aunque su madre fue asesinada por los nazis en 1941, cuando regresaba en un tren a Paris, para advertirle a su hermano de su inminente arresto. Adolfo cometió varios actos de sabotaje contó en un libro publicado por su hija, y fue la primera vez que no se sintió del todo impotente.
Su talento por el cual hoy lo recordamos consistía en que sabía cómo quitar la tinta azul supuestamente indeleble del papel. Había aprendido a quitar este tipo de manchas cuando era adolescente y había montado en la casa de su tío en Vire, un pueblo de Normandía y trabajaba para una tintorería. Cuando se unió a la resistencia antinazi a los 18 años, su experiencia le permitió borrar nombres que sonaban judíos como Abraham o Isaac que estaban inscritos oficialmente en las tarjetas de racionamiento de alimentos y documentos de identidad franceses, y sustituirlos por otros que suenan típicamente gentiles. Trabajando para la resistencia francesa fue que pudo falsificar los documentos destinados a salvar a miles de judíos perseguidos por el nazismo. Además para que los judíos sobrevivientes del Holocausto pudiesen ingresar al Mandato Británico de Palestina, antes del establecimiento del Estado de Israel.
“En 1943, mi familia fue internada en el campo de Drancy, cerca de París, que fue para muchos niños judíos el preludio de los campos de exterminio”, dijo. Al final su familia fue liberada gracias al consulado argentino.
“Yo tenía 17 años y entré a trabajar en una lechería con un ingeniero químico que era alumno de Frederic Curie.
Y ahí empecé a trabajar para la Resistencia”.
Su trabajo en la resistencia iba a consistir en falsificar documentos para salvar a los niños judíos de la deportación. Su habilidad en la química de los colorantes, el talento para distintas escrituras y su facilidad para las lenguas (“hablaba ruso, alemán y un poco de español, además del francés”) salvaron la vida a miles de menores.
Usando el ácido láctico de la leche, Kaminsky borraba “el nombre, los apellidos y el tampón rojo de las cartillas de racionamiento que certificaban la religión judía”. “Jamás he querido ver a la gente que salvé, me limité a cumplir un deber. Yo era judío y estaba condenado de todas maneras. No arriesgaba nada. El peligro era para los niños. Cada día llegaban a Drancy los autobuses llenos, y cuando juntaban una lista de mil menores, los metían en los convoyes que iban a los campos de la muerte.
Hacía falta trabajar deprisa y dormir lo menos posible. En una hora fabricaba 30 documentos limpios, así que si dormía una hora, morían 30 niños”.
Su hija Sarah, escritora y actriz, reconstruyó la historia de su padre en 2009 en un libro, titulado Adolfo Kaminsky, una vida de falsificador, que publicó en español la editorial Clave Intelectual.
“Los niños que lograban escapar con vida eran enviados a Grecia, a Portugal o al sur de Francia”, contó Sarah en una entrevista del diario El Pais, “por ejemplo, a Chambon sur Lignon, un pueblo protestante, donde todas las familias acogieron a varios menores”.
Su carrera militar duró poco. “Empezaron a volver a París los deportados de los campos y, como es lógico, querían recuperar sus casas. Pero empezó a haber manifestaciones antisemitas, y el Ejército no quiso intervenir.
Un día discutí con mi coronel, y ahí terminó todo. Como era argentino, no podían acusarme de deserción”, dijo en la entrevista.
Siempre del lado de los pueblos oprimidos, Kaminsky jamás cobró por sus servicios.
Desde 1963 estuvo trabajando contra las dictaduras latinoamericanas: Brasil, Argentina, Venezuela, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Perú, Uruguay, Chile, México, Santo Domingo, Haití. Por la descolonización africana: Guinea-Bissau, Angola, Sudáfrica.Y contra los golpes de Estado de Salazar, de los coroneles griegos. Incluso para los desertores estadounidenses que se negaban a ir a la guerra de Vietnam.
En 1971 hizo su última falsificación.
Su compromiso idealista y el empuje libertario chocaron con el terrorismo y la violencia.
Kaminsky cambió Francia por Argelia, allí conoció a su mujer, tuvo tres hijos y se quedó 10 años.
Volvió a Francia.
“Ahora estoy inquieto por las nuevas generaciones, no les hemos dado un mundo bonito. Hoy manda solo el dinero en detrimento del honor. Después me dediqué a hacer fotos para ganarme la vida, fotos de arte, de pintura, un trabajo muy técnico. Y eso es todo”.
Kaminsky murió el lunes en su casa en París, a los 97 años. Z´L
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