Parashat Vaerá: La presencia de Dios
Por el Rabino Yerahmiel Barilka
Los primeros versículos de la fracción de esta semana, Parashat Vaerá, se encuentran entre los más crípticos enigmáticos e intrigantes en la Torá: “Dios habló a Moshé y le dijo:” Yo soy “.A.” (escrito como Tetragrama). Aparecí a Abraham, a Itzjak y a Yaakov como “E-l Sha-dai”, pero con mi nombre .A. no me di a conocer a ellos” (Shemot 6: 2-3). Solemos traducir “E-l Sha-dai” como Dios Todopoderoso o Dios que es más que suficiente.
Pese a que encontramos la presencia divina expresada como tetragrama en acciones ocurridas previamente, cuando .A. dice: “con mi nombre Y-H-V-H no me di a conocer a ellos”, quiere decir que esa revelación fue limitada. No alcanzó para extender el nivel de la presencia de Dios en el mundo. Fue un destello de la totalidad. Fue la revelación de atributos. En la revelación al pueblo y a Moshé en la salida de Egipto, aparece otra dimensión: el contacto cara a cara.
La diferencia entre el pacto con los Patriarcas y el pacto del Éxodo refleja la existente entre el individuo y la comunidad.
La Presencia de Dios expresada al individuo es diferente al impacto que produce cuando se revela a la comunidad.
Vista en perspectiva, la fe de los patriarcas fue en realidad mayor que la de Moshé. Los patriarcas estaban totalmente seguros de que Dios cumpliría sus promesas y nunca cuestionaron la fidelidad de Dios. Por el contrario, Moshé, a la primera señal de dificultad en su misión protesta inmediatamente: “Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo” (Shemot 5: 23).
Según esta situación podríamos pensar que es la falta de fe de Moshé la que exige el cumplimiento inmediato de las promesas divinas. Moshé necesita la evidencia de los milagros manifiestos para reforzar la fe. Los patriarcas, por el contrario, poseyeron una fe pura y absoluta. Ellos no son disuadidos por un retraso en el cumplimiento de la promesa divina; su fe es inquebrantable. Incluso si la realidad es dura y les provoca sufrimiento, la fe de los patriarcas se mantiene firme.
Los patriarcas fueron parte del pacto, y adoraron a Dios, extendiendo su nombre en el mundo. En el hambre, los redimió de la muerte, y en la guerra del poder de la espada, y Él les dio riquezas, honor y toda la bondad, a un alto precio que no les hizo dudar de su fe.
Pero para alcanzar la posibilidad de Tikún Olam, la reparación del universo, no es suficiente la fe personal, es necesario presentar el nombre revelado al pueblo judío, aun cuando la dilación de las proposiciones <en la concepción humana> sea casi intolerable.
Moshé lo puede atestiguar. Nosotros debemos intentar comprenderlo.
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