Mucho más que un simple globo
En un nuevo episodio de confrontaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y de la República Popular China debido al recorrido y posterior derribo del globo chino de investigación atmosférica (¿y algo o mucho más que eso?) que surcó el cielo del país norteamericano, ambas potencias recordaron a las situaciones de provocaciones, espionaje, discursos altisonantes y errores que se vivieron durante los cuarenta años de la guerra fría en el siglo pasado.
Las lecturas serán, como siempre, tan variadas como actores involucrados hay. El secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, tenía prevista una visita oficial a Beijing para ayer domingo, que se suspendió por este altercado. Hubiera sido su primer periplo a suelo chino desde que forma parte de la Administración Biden, tras años de abierta rivalidad entre ambos países. El año pasado, el momento de mayor tensión se vivió cuando la entonces presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU., la demócrata Nancy Pelosi, viajó a Taiwán, despertando una iracunda respuesta de la República Popular China que incluyó un gran despliegue militar en torno a esa isla, y es probable que volvamos a observar una situación similar cuando su sucesor, el republicano Kevin McCarthy, viaje también en los próximos meses. Ya desde la presidencia Trump que China es considerada, en términos económicos, políticos y militares, como la principal amenaza para los Estados Unidos, concepto que también adoptó la OTAN, aun cuando Rusia volvió a ocupar el centro de su atención urgente. Como la política exterior de Estados Unidos tiene líneas de coincidencias y continuidad de las distintas administraciones mucho más profundas y duraderas de lo que permite ver la hojarasca de las discusiones partidarias en público, la prioridad de Asia Oriental sigue teniendo relevancia, y la guerra en Ucrania es contemplada dentro de ese gran tablero de posicionamientos y alineamientos.
No es el primer globo de estas características que atraviesa el espacio aéreo de América del Norte, y tampoco estaría recabando información muy diferente a la que se puede obtener con satélites, que ya forman parte de lo que podemos observar con sólo levantar la vista. Pero desde el punto de vista de la política internacional, las interpretaciones que podemos hacer son varias: ¿la Administración Biden fue lenta en reaccionar –como sostiene la oposición republicana y que ya exige una investigación- o fue prudente al cuidar que el derribo del globo no afectó vidas humanas? Para la narrativa demócrata, en cambio, será el primero en ser derribado, a diferencia de anteriores que, incluso en la presidencia de Trump, hicieron estos recorridos aunque de menos tiempo sobre el espacio aéreo estadounidense. El régimen de Xi Jinping insistirá en que era de uso científico y que ingresó por error, pero esto se podrá saber recién cuando se obtengan datos de los restos.
Lo cierto y que efectivamente podemos concluir en lo inmediato, es que ambos países están envueltos en una nueva colisión, menos dramática que la crisis del 2022 en torno a Taiwán, pero que suma un nuevo punto de desencuentro en esta segunda guerra fría que estamos viviendo y que se libra también en todos los campos, incluyendo la -¿real o disfrazada?- investigación meteorológica. Lo que está en juego es mucho más que un simple globo.
Ricardo López Göttig
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