Algunas reflexiones sobre el conflicto ruso-ucraniano.
Pasado mañana, 24 de febrero, se cumplirá un año de la invasión rusa a Ucrania, una guerra que ha ido creciendo no sólo en intensidad, Europa asiste a un nuevo conflicto armado entre entidades estatales, tras el de los Balcanes en la década de los 90 del siglo pasado, con efectos y consecuencias a nivel global, y con un incierto final, donde se plantean dos escenarios posibles y probables, el de un conflicto crónico o el de un conflicto en escalada, tanto en el uso de armas, incluyendo las nucleares tácticas, como también en actores, pues en cierto forma, se están librando dos guerras simultáneas, una directa entre Rusia y Ucrania, y la otra indirecta, Rusia y Occidente, que se libra en la arena de la política y economía internacional, en el marco de las comunicaciones, la información y la cultura.
En su oportunidad, el presidente ruso Vladimir Putin dijo, “…que la desaparición de la URSS, ha sido el peor error geopolítico del Siglo XX…”, y algo de razón tuvo, no por el colapso soviético en si mismo, sino en como fue el proceso de disolución del Imperio Soviético, pues de pronto se dio en el escenario europeo y mundial, la aparición de 15 Estados, que desnudaron sus miserias y sus aspiraciones, donde la ilusoria Comunidad de Estados Independientes, fue un vano impulso de Moscú para mantener su esfera de influencia, sin embargo, las repúblicas del Báltico y los ex satélites soviéticos de Europa central y oriental se volcaron hacia Occidente para integrarse económica o políticamente, y en este escenario, sólo la Bielorrusia de Lukashenko mantuvo su alineamiento con Rusia, mientras que Ucrania se fue debatiendo, desde 1991, entre el fraude electoral, la corrupción y los gobiernos títeres del Kremlin, el estancamiento económico, la Revolución Naranja del 2005, y la EuroMaidán, las manifestaciones del 2013 que derrocaron al presidente pro ruso Víctor Yanukovich, y al año siguiente, Rusia anexó la península de Crimea, que pasó a integrar la Federación, y este episodio y las actividades de los grupos armados pro Moscú en la región oriental ucraniana del Donbás, podrían calificarse como la 1ra. fase del conflicto actual.
Como se señaló en anteriores columnas, Ucrania nunca fue una verdadera democracia, ha padecido de una corrupción endémica, y más allá del accionar de su actual presidente Volodomir Zelenski, el poder real de un sector del empresariado ucraniano constituye un frente interno, que el 1er. mandatario, aprovechando la actual coyuntura trata de disminuir, un problema que ya en el 2017, los expertos del Chatham House o Instituto Real de Asuntos Internacional del Reino Unido, advertían y coinciden con la visión de Zelenski, en que esa pequeña, pero poderosa oligarquía, se cree que es más importante y con mayor influencia que legisladores, jueces y funcionarios públicos, y el ejemplo más emblemático es el de Rinat Akhmetov, el más rico de Ucrania y al que se lo llama el Rey del Donbás, dueño de importantes inversiones en los sectores del acero y del carbón en el Este ucraniano, propietario del canal de televisión de mayor audiencia y del Shakhtar Donetsk F.C., con un patrimonio estimado en u$s. 4.300 millones, el que se mostró bastante reticente en los esfuerzos para enfrentar, tanto a los separatistas pro rusos, como una vez iniciada la invasión.
En cuanto a los problemas que Zelenski debe afrontar en el campo militar, pasan por el suministro de armamento de última generación, tanto en el ámbito terrestre como en el aéreo, el que en parte ha conseguido con el envío de los modernos tanques Abrams, Leopard II y Challenger, pero no ha pasado lo mismo con aviones de quinta generación, sólo ha conseguido F16 y similares europeos de cuarta generación, y en cuanto a la calidad y cantidad de armamento suministrado por los países de la OTAN, la reticencia de Alemania y la preocupación por la propia capacidad de defensa de algunos otros miembros de la Alianza Atlántica, ante la posibilidad de una escalada que los enfrente directamente con Rusia, ha creado una grieta dentro de la misma.
Sin embargo, las FF.AA. ucranianas han demostrado estar preparadas para los conflictos disimétricos aplicando estrategias flexibles, más acorde con estos nuevos tiempos, y una cohesión que fue subestimada por Moscú, sin embargo, no se puede menospreciar el poderío militar ruso, en particular en el campo de misiles hipersónicos, cuya tecnología está por delante de los EE.UU., los Kinzhal, producidos por el gigante ruso Rostec, que ha aumentado su producción, y no olvidemos, que también posee el arsenal nuclear más grande a nivel global.
Ahora bien, para el presidente Vladimir Putin, las cosas no han salido tal como se había esperado desde el inicio de la invasión, y una de las razones es que las FF.AA. rusas se han manejado con una estrategia propia del siglo pasado, centrándose en acciones armadas clásicas, donde se muestran las debilidades de una estructura burocrática y rígida, dejando de lado la nueva doctrina del general Valery Gerasimov, que tiene una visión más amplia en los conflictos armados actuales, los que denomina “zona gris”, donde se consideran las circunstancias y factores previos al estallido del conflicto, en el que actúan, tanto actores y medios militares como los no militares, factores políticos internos e internacionales, económicos y financieros, sociales y culturales, siendo entonces oportuno la aplicación del poder duro, cuando estalla el conflicto y en la resolución del mismo, pero antes es probable que se haya logrado el objetivo de la anexión pacífica del territorio deseado y por lo tanto, la fuerza militar se emplearán para reafirmar la separación de ese territorio, el ejemplo es Crimea.
Sin embargo, Putín decidió con su entorno más intimo la invasión a Ucrania, y si tenemos en cuenta, que es considerado por muchos como una verdadero ajedrecista en el plano internacional, nadie pensó que se embarcaría en una acción tan torpe, pues hasta antes de lanzar la invasión, el presidente ruso estaba en una posición ventajosa, estaba dañando la economía ucraniana, los inversores extranjeros se retiraban, las poblaciones ruso parlantes del Donbás se fortalecían, llevaba a cabo una importante concentración de fuerzas militares en la frontera, y ante esto, los líderes y la diplomacia occidental habían comenzado a presionar al gobierno de Kiev para que hiciera concesiones, pues ni Occidente ni Ucrania querían la guerra, esto se condice más con la Doctrina Gerasimov, sin embargo el ajedrecista del Kremlin equivocó la movida cuando el ejército ruso traspasó la frontera ucraniana.
En cuanto a la amenaza del uso del arsenal nuclear ruso, por ahora es un arma política, una manifestación para disuadir a Occidente, para que deje de apoyar a Ucrania, sin embargo, hay una línea roja, y es Crimea, pues no sólo para Putín, sino para todos los rusos, una reconquista de la península por los ucranianos es percibida como una verdadera amenaza existencial, pues incluso hasta la oposición a Putin considera a Crimea como parte de la Madre Rusia, y más allá que eso represente el final político del líder ruso, no se descarta entonces, seriamente, la opción nuclear, y es este escenario el que lleva a Washington a presionar a Kiev para que no ataque a la península, que seguramente estará en el centro de las negociaciones de paz, cuando estas lleguen.
Pero hay otro aspecto a tomar en cuenta, la alianza estratégica de China, es una cuestión que puede mostrarnos un dilema generacional dentro de los sectores políticos, empresariales y hasta militares rusos, por un lado la generación de Putin, es decir quienes están por arriba de los 60 años, ven que el enemigo o adversario es Occidente, que traicionó a Rusia tras el final de la Guerra Fría, recordemos que el entonces Secretario de Estado, James Baker, le garantizó a Mihail Gorbachov, tras la disolución del Pacto de Varsovia, que la OTAN no se expandiría hacia el Este europeo, y por ende esa generación no ve a China como el adversario, sino como el aliado estratégico, y de hecho, desde que estalló la guerra con Ucrania, Beijing sigue suministrando armamento y material logístico a Moscú, aunque lo niegue públicamente, o bien lo hace tercerizadamente.
Ahora bien, la generación más joven, de 50 años para abajo, algunos de éstos con ambiciones de llegar al poder, ven con preocupación, el cada vez mayor poder militar y económico chino, sin olvidar que comparten la frontera más extensa, y por lo tanto, se plantean la relación con China en otros términos, y la disyuntiva es, que para el 2035 Rusia tendrá que haberla resuelta, entre acercarse a Occidente o terminar siendo un vasallo de China, incluso hay estamentos dentro de la FSB, la ex KGB, que tratan de advertirle al propio Putin, que China de la misma manera que provee ayuda, también está robando tecnología, es por esto que muchos integrantes dentro de los estamentos rusos, están preocupados de las relaciones con el Gigante Asiático.
Lo cierto es, que ambos actores principales del conflicto, tienen problemas que atender más allá del frente de combate, pero en cuanto al escenario bélico, es relevante la visión del general estadounidense Mark Milley, Jefe del Estado Mayor Conjunto de la OTAN, que se refleja en sus dichos del 20 de enero ppdo., “ estancamiento en una guerra crónica o escalada”, más allá que ratifica, al igual que lo viene haciendo desde mediados del año pasado, Henry Kissinger, que la solución está en la mesa de negociaciones, donde ambas partes tendrán que hacer concesiones, lo que se corresponde con un postulado del mismo Kissinger, “…el desafío no es dar con la absoluta satisfacción de todas las partes, sino con una insatisfacción balanceada y tolerable…”, aunque si se consulta a las conducciones política y militar, tanto de Moscú como de Kiev, ambas se preparan para una gran contraofensiva rusa para el verano, entre julio y septiembre.
Por su parte, los efectos y consecuencias del conflicto se sienten a nivel global, en particular en los sectores económicos, financieros, alimenticios y en la exportación e importación de recursos energéticos y naturales estratégicos, lo que en cierta manera es lógico de un conflicto armado de alta intensidad entre Estados, cuanto más aún con un final incierto, en un escenario geopolítico complejo, que en las últimas décadas se había caracterizado por los conflictos asimétricos de baja y media intensidad, protagonizados por actores no estatales.
Finalizando la columna de hoy, las conclusiones a prácticamente un año de la guerra rusa – ucraniana, serían: en un conflicto convencional con dos Estados como protagonistas principales, se han combinado medios militares clásicos, la utilización de la infantería, blindados, artilleria, y la construcción de fortificaciones y trincheras, con armas de nueva generación como ser, los drones con fines ofensivos o defensivos, misiles balísticos e hipersónicos, la importancia cada vez mayor de la cibernética en el campo militar, y los aviones de combate de 4ta. generación; otra sería el uso de mercenarios y voluntarios extranjeros por ambos bandos, en el caso de Rusia, la utilización de tropas chechenas y de los elementos del Grupo Wagner, cuyo accionar se caracteriza por la extrema brutalidad, mientras que del lado ucraniano, tenemos al Batallón Azov, creado tras la pérdida de Crimea y sindicado que sus miembros son elementos de ideología neonazi, y que finalmente fue integrado a la estructura de las FF.AA. de Ucrania, a lo que se suma la incorporación de voluntarios extranjeros, y esto parece marcar una tendencia que comenzó a darse en la guerra de Irak, con los llamados contratistas de las empresas militares privadas estadounidenses y británicas, que reemplazan a las tropas de las fuerzas nacionales, y que implica un menor coste político y por lo tanto, el uso de mercenarios, tan antiguo como las guerras, vino para quedarse; también debemos considerar la cuestión humanitaria, no sólo a los desplazados internos dentro de Ucrania que alcanzan más de 5 millones, sino a la gran migración de ucranianos, aproximadamente, el 44% de su población, y que es la mayor desde la 2da. G.M., y por último, a nivel geopolítico global, el conflicto ruso – ucraniano es un observatorio para evaluar los costes de un enfrentamiento directo o indirecto entre las dos primeras potencias mundiales, los EE.UU. y China, en torno a Taiwán, teniéndose en cuenta, no sólo las consecuencias en el ámbito militar y geopolítico, sino también en el geoeconómico, y es por todo lo reseñado, que la frase elegida hoy es de Henry Kissinger que dijo, “…Los hechos raras vez se explican por si mismos, su importancia, análisis e interpretación, al menos en el mundo de la política internacional, dependen del contexto y su relevancia…”
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