La violencia desatada
Por Luciano Mondino
El terror continúa propagándose por Israel después de una seguidilla de atentados en territorio nacional que recrudecen aún más el clima de hostilidad y desconfianza mutua en una región donde la paz es verdaderamente huidiza. Aunque con un contexto político (a nivel nacional, regional e internacional) muy distinto, hay quienes, sin faltos de razón, se animan a pronosticar una intifada por goteo.
Los ataques perpetrados contra civiles y la condenable respuesta de un grupo de colonos extremistas también contra civiles árabes lleva la situación a un extremo de difícil retorno. Sin embargo, el foco de atención está puesto en Judea y Samaria, lo que comúnmente se denomina Cisjordania, ya que es allí donde se está disputando una más de las tantas internas del liderazgo palestino.
El terrorismo y el ataque contra los civiles israelíes son las pocas cosas que hoy el activismo palestino conserva como propio y que tristemente utiliza como arma política ya no solo para pretender presionar al gobierno israelí, sino también para dirimir la puja política, territorial y de dominancia con Hamas y otros clanes menores que ebullen ya no solo desde la Franja de Gaza. Dicho de otra forma, la disputa entre los clanes de Gaza se dirime conforme cuántos cohetes puede lanzar cada agrupación hacia las zonas civiles de Israel.
El punto sin retorno en los territorios bajo control Palestino se define, a priori, por dos instancias: un debilitamiento cada vez más pronunciado en la figura de Abbas, el líder de la Autoridad Palestina y un intento de injerencia cada vez mayor por parte del grupo terrorista Hamas que administra la Franja de Gaza desde su triunfo en las elecciones, la expulsión de Fatah y la Autoridad Palestina y la retirada unilateral de Israel en 2005.
El liderazgo palestino, a diferencia de lo que muchas veces se puede pensar, está dividido en grupos cada vez más inorgánicos y que se sostienen con la ayuda de actores externos como la República Islámica de Irán y la Yihad Islámica Palestina. Mahmoud Abbas a sus 87 años se ha convertido en el caudillo cleptócrata aferrado al poder desde hace casi dos décadas bajo una premisa difícil de sostener por muchos: si la Autoridad Palestina convocase a las elecciones que viene aplazando desde hace mucho tiempo, es probable que sea Hamas quien se alce con el control de Cisjordania. Esto llevaría a que la facción terrorista controle la totalidad de los territorios incluidos Jenin y Nablus.
Dentro de Judea y Samaria, a pesar de los acuerdos de cooperación en seguridad entre el gobierno israelí y funcionarios de la Autoridad Palestina, existen nidos terroristas que hoy ya catalogan como semilleros y que explican porque los ataques en territorio israelí son perpetrados por jóvenes: al igual que en Gaza, existen zonas cooptadas por la radicalización en menores de edad y poblaciones jóvenes de entre 25 y 35 años que ya están fuera del control de los líderes.
Es el próximo Ramadán, fechas convulsas para la zona y el conflicto, donde se moverán muchas de estas fichas apostando a ya no solo debilitar la figura de Abbas, sino también empezar a dar muestras de fortaleza para disputar la herencia y el traspaso de mando una vez que el líder de la Autoridad Palestina fallezca por causas naturales.
A diferencia de Egipto y Jordania, los palestinos siguen enfrascados en su guerra mental bajo el lema de expulsar a los judíos al mar. Esto explica porque durante los últimos 75 años han rechazado todos y cada uno de los proyectos de pacificación presentados por las delegaciones israelíes. En 1937 rechazaron la Comisión Peel; en 1947 rechazaron el plan de partición y no quisieron formar su estado; en 1967 boicotearon el encuentro en Khartoum; en 1991 se retiraron sin éxito de la Cumbre de Madrid; en 1993 firmaron los Acuerdos de Oslo que hasta de hoy incumplen de forma unilateral; en el 2000 descartaron los Acuerdos de Camp David; en 2001 descartaron la cumbre en Taba; en 2007 se volvieron a retirar de la conferencia de Annapolis; en 2008 rechazaron la propuesta de realineamiento; en 2010 y 2013 descartaron también las conversaciones de paz y en 2020 se opusieron al acuerdo presentado por el gobierno de Donald Trump y se enajenaron cuando Israel firmó la normalización con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin.
La coyuntura del presente es mucho más compleja que la de años anteriores y exige un esfuerzo más por comprender las múltiples divisiones que existen entre los palestinos que por su impericia cargan ya con el desgaste de una guerra absurda por más de siete décadas. El costo lo seguirán pagando los civiles israelíes y árabes que viven en los territorios y que también sufren las andanzas de sus líderes más preocupados en absorber recursos y promover la incendiaria retórica antisemita. No existe pacificación posible mientras el lema de expulsar a los judíos al mar siga siendo la esencia de una causa que se intenta presentar hacia el resto del mundo como una resistencia.
La interna dentro de las facciones palestinas desata una violencia de magnitudes considerables y está pendiente saber quién de ellos se convertirá en el próximo Nerón dispuesto a incendiarlo todo.
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