¿Y el 5to hijo del Seder? (Pesaj y su enseñanza a la dirigencia judía)
1). Una de las curiosidades que tiene el relato de la Hagada de Pesaj es que comienza aludiendo a los cuatro tipos de hijos: el sabio, el malvado, el simple y el que no sabe preguntar, simbolizando la diversidad de caracteres que hay en todo grupo humano y la diversidad de posturas que asume cada uno de nosotros en distintos momentos de nuestras vidas. Algo interesante es el orden en el que aparecen, porque si hubiera alguna jerarquía ética el sabio obviamente iría a la cabeza y el malvado debería ir al final. ¿Por qué el malvado está en 2do lugar, al lado del sabio?
Si el malvado estuviera rodeado del simplón o del que no sabe preguntar, su influencia fácilmente los convertiría en malvados. Pero al colocar al malvado al lado del sabio, el único que puede hacerle frente, se le da a este la responsabilidad de contener su maldad y revertir su mala influencia.
Varias de las comunidades judías de hoy están dirigidas por los simplones o los que no saben preguntar. Algunas incluso por los malvados que ocupan cargos para su provecho personal. La pregunta es ¿por qué están ausentes del liderazgo de las comunidades judías de la diáspora los más sabios, sensatos, responsables, prudentes, hábiles para atraer y generar optimismo y confianza en la comunidad, que fueron los principales integrantes del liderazgo judío histórico hasta las primeras décadas de la creación del Estado de Israel?
En muchos casos lo que está ocurriendo es que el desinterés y falta de compromiso judío de los más competentes les está dejando la cancha libre a los que son menos competentes. En otras palabras, se están asimilando, porque judaísmo es lucha, es ir contra la corriente, es apostar a ganador, todo lo contrario a marginarse, ser indiferente, encontrar excusas para ponerse en 2da o 3era fila. Me pregunto si las nuevas generaciones de judíos pueden ver en ellos figuras de identificación, o si es que lo que está ocurriendo es una identificación e imitación con esa apatía, pasividad e indiferencia.
2). Amarro esa reflexión con esta otra, que deriva de un comentario que una vez leí de un rabino que sostenía que en la actualidad se debe tomar en cuenta a un quinto hijo en el Seder, que es aquél que está presente con su ausencia, el que falta porque no está motivado para continuar con su herencia judía o su vínculo con la comunidad judía, por lo que termina asimilándose.
¿No será que la ausencia de los sabios, los judíos que gozan de prestigio y credibilidad entre sus correligionarios por su valía y capacidad, es lo que deja el liderazgo en manos de los simplones, ignorantes o malvados, incapaces de crear las condiciones para que los judíos encuentren el magnetismo comunitario que los atraiga y fortalezca su identidad y sentido de comunidad?
Siempre se podrá decir “el que quiere asimilarse, es su problema”. Pero si los dirigentes comunitarios plantean en su plataforma política para hacerse elegir que en su agenda está la lucha contra la asimilación, se convierte en un problema del dirigente que debe rendir cuentas por lo que hace y logra en ese campo.
3). Me pregunto a qué se debe esta contención de los judíos más lúcidos, competentes, dotados, reconocidos, para entregarse a las tareas comunitarias. Quizá, para el caso de los judíos seculares y miembros de familias donde hay matrimonios exogámicos, es el sentimiento que se les ha inculcado de estar fuera de juego, de ser judíos de segunda, de ser despreciados pública o implícitamente por aquellos rabinos o dirigentes que se amparan en la religión para ejercer poder. Quizá, para otros, sea el deseo de no meterse en espacios en los que sin duda habrá conflictos, polémicas, riesgos, demandas para compromisos emocionales, relaciones de lealtad y confianza que es lo que hace viable y articula la vida en comunidad. Quizá otros por comodidad y egoísmo no desean abrir en sus agendas un espacio para asuntos comunitarios. Quizá también, el rol penoso de tantos dirigentes previos ha vaciado de significado al deseo de asumir ese rol. Quiza la falta de coraje de los dirigentes que ofendieron o maltrataron a alguien que se aleja por ello de la comunidad para disculparse, reparar el daño y hacerlo regresar…
No sería justo generalizar, porque al observar a las diversas comunidades judías en el mundo uno puede apreciar a aquellas que dan la pelea por la continuidad decorosa y valiosa al lado de tantas otras cuyos potenciales activistas renunciaron a luchar por las causas judías, por lo que simplemente navegan con la corriente y patalean sin rumbo hasta que se ahogan. Tampoco se puede generalizar respecto a todos los miembros de una directiva decadente, porque dentro de ella muchas veces hay quienes dan la pelea, aunque su postura lo logra vencer la de los contrarios.
Sin embargo, estamos obligados a preguntarnos ¿de dónde viene esta cobardía judía? ¿De dónde viene esta visión narcisista por la que los potenciales dirigentes solo están dispuestos a asumir la dimensión del rol que los hace sentir especiales, poderosos, admirados, atractivos e importantes, pero huyen de él ni bien tienen que responder a situaciones dramáticas con amor, dedicación, compromiso y lealtad? ¿Qué falló y falla en la educación judía formal y no formal, en la manera de vivir la religión y el judaísmo, que produce estos resultados? ¿Qué hace que en momentos de crisis comunitaria o en la imagen mundial de Israel pocos sean los que están dispuestos a dar la cara?
No nos engañemos. El privilegio que tienen las personas que tienen habilidades para organizar y dirigir, influir, convocar, comunicar, colocar recursos para misiones de valor, no está en la rcepción del kavod sino en la capacidad de tocar la vida de los miembros de su comunidad para darles oportunidades para su realización como judíos. Ese es el verdadero privilegio. Mientras prevalezca la comodidad, materialismo, indiferencia, cobardía para comprometerse con las misiones comunitarias, habrá cada vez más hijos ausentes de la mesa del Seder.
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