El Rabino en la Corte
Ayer alguien me preguntaba respecto a mi tendencia a dramatizar situaciones cotidianas. Respondí que tengo un desarrollado sentido de lo dramático, algo que algunos carecen, por lo cual me cuido mucho de no caer en un dramatismo gratuito. Dicho esto, cuando razono y siento que algo adquiere ribetes dramáticos, prefiero compartirlo y explicarlo; que el drama sirva para evitar más drama y no para incitarlo como sucede, por ejemplo, en la tragedia de Shakespeare. Fui especial y específicamente dramático cuando ganó las elecciones en Israel el Likud de este Netanyahu, y el tiempo me ha dado la razón.
Precisamente por esta observación que me hicieron ayer hoy elijo un tema aparentemente liviano y carente de todo dramatismo: la ceremonia de coronación del rey Carlos III del Reino Unido, y la participación, entre otras personalidades de las religiones institucionalizadas, del rabino Ephraim Mirvis, Gran Rabino de las Congregaciones Hebreas Unidas del Commonwealth. Cargo que supo ocupar con especial prestigio el rabino Jonathan Sacks Z’L. Al respecto de la trascendencia de este evento que transcurrirá el próximo Shabat (Emor), The Jewish Chronicle trae un breve artículo firmado por el propio Mirvis (www.thejc.com).
El rab Mirvis destaca la importancia de la presencia judía oficial en un evento de esta naturaleza cuando hace poco más de ochocientos años, en 1189, los judíos no sólo no fueron invitados oficialmente sino que su espontánea demostración de afecto y fidelidad a la Corona fue recompensada con prisión y muerte. Luego Mirvis detalla la solución a algunos temas halájicos (es Shabat después de todo) que facilitarán su participación y celebra la sensibilidad del nuevo monarca.
Noticias como estas son por un lado faranduleras y livianas pero al mismo tiempo ponen el foco en nuestra relación con los otros, el mundo no judío. Partiendo de la base que vivimos y viviremos entre terceros no judíos, el tema no es menor. Tampoco es menor que estemos viviendo el mejor de los tiempos de la historia judía, lo cual precisamente Mirvis resalta. Cómo nos ven y ubican, cómo nos percibimos y ubicamos, es una dinámica que merece análisis. Porque a veces, no en este caso, puede adquirir ribetes dramáticos.
Con motivo del fallecimiento de la reina Isabel II, escribimos sobre los vínculos del Reino Unido y sus judíos y con el Estado de Israel: https://tumeser.com/2022/09/11/2139/ Al César lo que es del César. Puedo entender que el rabino Mirvis y la comunidad judía inglesa esté orgullosa de ser parte de la ceremonia de coronación, pero a los efectos judíos lo único que implica es que, finalmente, hemos sido aceptados. En un mundo que ha hecho de la diversidad una ideología política y compulsivamente correcta, el mérito del hecho es tan solo relativo.
Hace escasos setenta y cinco años el Reino Unido se lavó las manos y abandonó un Protectorado en llamas y a su población civil, judía y árabe, liberada a su propia suerte. Antes había negado la entrada a refugiados judíos de la Shoá. En 1600 había vuelto a recibir a los judíos que había expulsado en 1300. Queda mucho camino para recorrer y gestos más políticos que simbólicos, cuando la necesidad surja, para aplaudir.
Siempre me resulta incómodo, fastidioso, esta necesidad de muchos judíos, más de los que yo quisiera, de resaltar las actuales relaciones fraternales con otras religiones y con instituciones que, en el mejor de los casos, en el pasado nos ignoraron. Son todos fenómenos que no tienen todavía un siglo, lo cual en términos históricos es poco. Preferiría que pongamos el foco en nuestra propia capacidad de preservar identidad y singularidad; es lo que hay que ser y hacer. Ser recibidos en la corte de Carlos III no es menor, pero no construye judaísmo; simplemente, lo exporta.
Ianai Silberstein
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