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Desprecio por la democracia en reiteración real

Cuando el actual presidente de Brasil organizó en 2004 lo que se denominó “Encuentro Liga Árabe-América del Sur”, logró dos objetivos: uno, algunos negocios ventajosos para su país (mientras el resto de América del Sur hacía discursos vacíos y no lograba nada); y segundo, demostró que su menosprecio por la democracia es muy grande, pero que sirve tenerla a mano como herramienta para llegar al poder con cierta legitimación. Entonces, dictaduras, monarquías, satrapías, hicieron un festival de odio contra Israel sin interrupciones. Desde allí, la dictadura de Chávez encontró caminos para construir un Estado venal en el que se apoderó de todos sus poderes, empresas, e instituciones y comenzó una alianza con el Irán de Ajmadinejad, a quien también el presidente de Brasil recibió con pompa en Brasilia. Casi dos décadas después, al volver al poder el presidente de Brasil de 2004, muchos gobiernos y partidos políticos de varios continentes pensaron que dicho retorno iba a traer avances democráticos en el turbulento contexto político que dejó, en particular en América Latina, la pandemia, por un lado, y tantas décadas de feroces dictaduras fascistas que se hacen llamar populares, como Venezuela, Cuba y Nicaragua. En política la ingenuidad se paga caro. Más aún, la paga la gente, y no esos presuntos ingenuos que abren la puerta sin mirar quien entra por ella. Y en menos de cinco meses, el presidente de Brasil demostró que hasta lo de 2004 le queda chico, así que hizo añicos todos los relojes de la historia. Veamos hoy apenas tres ejemplos, contundentes, lapidarios, penosos.

Primer ejemplo. En visita oficial a España, el presidente de Brasil dijo a fines de abril “que Rusia y Ucrania tienen que negociar la paz y no sirve de nada decir quién tiene razón en la guerra que libran. Nadie puede tener duda de que los brasileños condenamos la violación territorial de Rusia contra Ucrania. El error sucedió, la guerra empezó. Ahora no sirve de nada decir quién tiene razón, quién está equivocado. Ahora lo que hay que hacer es parar la guerra. No hay nadie que diga paz, salvo yo, que grito paz como si estuviera solo en el desierto”. Este cúmulo de frases no debía haber sorprendido a nadie. A pesar de que el presidente español Pedro Sánchez le contestó que “Es importante que nos impliquemos todos en poner fin a la guerra, pero sin olvidar que, en esta guerra, hay un agresor y hay un agredido: el agresor es el presidente ruso Vladimir Putin y el agredido, en este caso es un pueblo que lo único que hace es luchar por la integridad territorial, por su soberanía nacional y por su libertad”, el presidente de Brasil no se inmutó. Pide paz ostentosamente cuando hay un agredido que está siendo masacrado. La paz es parar a Rusia, pero como él apoya a Rusia y hace florituras para no decirlo claramente, pone al agresor y al agredido en igualdad de condiciones. Tampoco es un tema quien tiene razón, porque una invasión bestial, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, bombardeo a poblaciones civiles, no es un tema de razón sino de sinrazón, la que tiene un dictador como Putin para intentar borrar del mapa a Ucrania. Pero el presidente de Brasil cree que puede decir y sostener su apoyo a Putin sin consecuencias. Insiste que la guerra empezó por culpa de Ucrania y Rusia, y como no le alcanza con apoyar a Putin, aprovechó para decir junto al presidente de China en Pekín que la guerra “ha sido alentada por Estados Unidos”. Igual que en 2004 y 2005: llenó América del Sur de dictaduras y abrió la puerta con Chávez a Irán, a Hezbollah y sus aliados. Así entendió entonces su ataque al EE. UU. de entonces también. Hoy, juega a inventar culpables de la guerra en Ucrania en lugar de acusar a un agresor siniestro y criminal.

Segundo ejemplo. El lunes de esta semana, el presidente de Brasil recibió en Brasilia al dictador venezolano Nicolás Maduro. Es el favor más grande que recibió Maduro en mucho tiempo. Hacía ocho años que no visitaba Brasil. Maduro no suele salir de su país, salvo a Cuba y alguna otra dictadura porque teme ser detenido ya que sobre su cabeza pesa desde 2020 una recompensa de 15 millones de dólares, como uno de los principales del Cartel de los Soles. Y el presidente de Brasil se despachó como nadie hubiera apostado y en conferencia de prensa dijo que no hay dictadura en Venezuela, que todo es una narrativa inventada y que, a partir de ahora, Maduro debe crear su propia narrativa. Para decir lo menos, en noviembre de 2021, la Corte Penal Internacional investiga a Maduro y sus cómplices por crímenes de lesa humanidad. Más de 5 millones de venezolanes están en emergencia humanitaria similar a las hambrunas africanas. 7 millones de venezolanos tuvieron que irse del país en la última década y es, junto a la siria, la emigración más grande que enfrenta el mundo hoy en día. En los últimos 8 años se detuvieron no menos de 25 mil civiles sin proceso y sin causa y no hay cifras de cuántos han sido asesinados en las cárceles por torturas, pero se estima en casi 17 mil. ¿Narrativa Sr. presidente de Brasil? ¿Narrativa falsa? ¿Cuáles son sus límites?

Tercer ejemplo. En mayo, el mismo día en el que se celebraba la Independencia del Estado de Israel, el presidente de Brasil afirmó que la Organización de las Naciones Unidas fue tan fuerte que en 1948 consiguió crear el Estado de Israel y en 2023, no logra crear el Estado palestino. El presidente de Brasil miente a sabiendas porque no puede desconocer la historia ni la resolución 181 que creó un estado judío y otro árabe, rechazado por la Liga Árabe. Pero parece que sí puede porque, además, escupió sobre la memoria del presidente de la Asamblea General de la ONU que votó la resolución 181, el brasileño Oswaldo Aranha, un gran demócrata cuyo nombre se puede ver en calles de varias ciudades de Israel.

El presidente de Brasil puede apoyar a Rusia y sus crímenes; puede apoyar la dictadura en Venezuela y sus inhumanas y catastróficas consecuencias probablemente insolubles por décadas; puede falsear la historia. Pero nada es gratis en política. Si se pretende liderar desde el fango sólo se recibe barro, y muy pocos desesperados querrán chapotear allí. Al finalizar sus 8 minutos en la reunión de presidentes sudamericanos convocados en Brasilia este martes, y luego de expresar su asombro por el uso de la palabra narrativa para definir la tragedia en Venezuela, el presidente de Uruguay Luis Lacalle Pou señaló textualmente: “Aunque algunos no lo crean, la vida se termina y los gobiernos también”. Exacto. Mientras, desgraciadamente muchos pueblos sufren ante la soberbia y la impunidad.

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