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Shoftim: Volver a florecer

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Por Seba Cabrera Koch

“El Homo sapiens es una especie limitada a un espacio sumamente pequeño”. Con esta frase, Edward Osborne Wilson, en su libro La creación: salvemos la vida en la Tierra (2007), propone reflexionar sobre un asunto de tal importancia que merece ser llamado el Principio Fundamental de la Ecología Humana.

Volamos cada vez más alto y más lejos. Soñamos con los confines del universo, ahondamos en las partículas subatómicas. Aprendimos a habitar las regiones más inhóspitas de la Tierra, los cascos polares, las profundidades del mar y la superficie de la luna.

Por primera vez desde que existe la vida sobre la Tierra, la humanidad es la primera especie que logró alterar la atmósfera y el clima del planeta.

Diseminamos miles de sustancias químicas tóxicas en todo el mundo, aprovechamos casi la totalidad de las tierras cultivables, construimos presas en buena parte de los ríos, elevamos el nivel de los mares y, en este momento, estamos a punto de quedarnos sin agua potable, situación que debería llamar la atención de todos como ninguna otra.

La consecuencia de la actividad humana descontrolada desangra al medio ambiente, con la extinción de ecosistemas silvestres y de las especies que habitan en ellos.

El poder destructivo del Homo sapiens no tiene límite: nos estamos comiendo el mundo.

Como en una parodia de Plauto, el destino trama sobre la humanidad una acusación intemporal: lupus est homo homini, empecinado en demostrar que el hombre (y solo el hombre) es el predador de sí mismo. [1]

El Informe Living Planet Report 2022 revela que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son las dos emergencias simultáneas de nuestros tiempos, que amenazan el bienestar de las generaciones actuales y futuras. [2]

La “cultura del desperdicio” y la ineficacia de los gobiernos para resolver el problema del tratamiento de los residuos sintetiza atinadamente la cara más triste de la modernidad, formando parte de un fenómeno global.

Es cada vez más evidente que la dinámica económica de “producir por producir” conduce tanto a un agotamiento de los recursos naturales, como a la contaminación creciente del medio ambiente a causa de los desechos tóxicos, y cuyos efectos pueden ser irreversibles.

Pero es seguramente desde el punto de vista de la ecología que el despilfarro alcanza su dimensión más preocupante.

Hoy en día, un tercio de toda la comida producida en el mundo se desperdicia. Eso equivale a alrededor de 1.300 millones de toneladas de frutas, verduras, carne, lácteos, granos y cereales que se estropean durante la distribución o almacenamiento, y terminan tirándose en los supermercados, restaurantes y las cocinas de los hogares.

Para dimensionarlo: la cantidad de alimento que se tira sería suficiente para alimentar, varias veces, a todas las personas con problemas de desnutrición en el mundo.

Pero el desperdicio de alimentos no es solo una preocupación social o humanitaria, sino ambiental: también desperdiciamos toda la energía y el agua que se requieren para cultivarlos, cosecharlos, envasarlos, transportarlos y refrigerarlos para mantenerlos aptos para el consumo. Y

si los alimentos y se pudren, producen metano, un gas de efecto invernadero aún más potente que el dióxido de carbono.

A medida que la población mundial continúa creciendo, nuestro desafío no debería ser cómo cultivar más alimentos, sino como alimentar a más personas y desperdiciar menos de lo que ya producimos.

Frente a todo este dilema, Shoftim, la porción de la Torá que nos reúne esta semana, dedica todo un capítulo a la ética en la gestión de nuestros recursos:

“Cuando pongas sitio a una ciudad durante varios días, para hacerle la guerra y apoderarte de ella; no destruyas sus árboles, blandiendo el hacha con ellos, ya que de ellos ustedes comerán, y no los debes cortar. Pues, ¿acaso el árbol del campo es un ser humano para entrar al sitio delante de ti?” (Deut. 20, 19)

El gran comentarista francés del siglo XI Rabi Shlomo Ben Itzjak, Rashi, explica que el sentido de esta última pregunta es: ¿Acaso el árbol del campo es un ser humano como para que entre dentro del sitio a causa de ti, para sufrir los dolores del hambre y la sed como los habitantes de la ciudad? ¿Por qué habrías de destruirlo? [3]

La pregunta nos enfrenta a la irracionalidad de la guerra, en donde la lógica de la destrucción puede llegar a marcar el curso de acción. A primera vista, parecería que la prohibición bíblica abarca solo actos de vandalismo realizados durante la guerra.

Sin embargo, Rab. Yerahmiel Barylka explica que la mitzvá de bal tashjit [4] nos recuerda la necesidad de que reflexionemos sobre nuestras responsabilidades y cuidemos del medioambiente.

Pero creer que solo se limita a la proteger la naturaleza de los estragos del hombre, es no tener real dimensión del alcance de bal tashjit.

Todos somos víctimas de alguna manera de la publicidad y la lógica de la obsolescencia programada que nos obliga a cambiar de celular cada año, a poner fecha de vencimiento a nuestra ropa, y dejar de usar artefactos funcionales solo para reemplazarlos por otros más nuevos.

De forma conceptual, cada vez que mal utilizamos o mal gastamos algo, estamos destruyendo el mundo, violando la mitzvá de bal tashjit.

En ese sentido, el filósofo y Rabino Dr. Fishel Szlajen, indica que una de las interpretaciones respecto de este precepto es la prohibición de acaparar desmedidamente, agotando los recursos en función desproporcionada de acuerdo a las necesidades.

De esta forma, es fácil observar que esta ley tiende contra la abusiva administración y por ende en franca oposición al agotamiento de los recursos.

Si bien este precepto estaría originalmente restringido a épocas de guerra o circunstancias bélicas, Maimónides extiende dicho concepto también a tiempos de paz, desarrollando además las prohibiciones derivadas de aquél, incluyendo la obstaculización de fuentes o manantiales, la destrucción de herramientas, edificios, vestimentas o alimentos, desperdiciándolos. [5]

Con la concesión para la poda de árboles por razones económicas, para encender fuego calentarse o por razones de salud, el Talmud revela que la tradición judía no necesariamente

privilegia un enfoque ecológico hacia la preservación de los recursos, sino la prudencia y responsabilidad de todos en el uso de los mismos. [6]

Así, este versículo no se refiere solamente a un árbol plantado por una persona particular, que puede ser el propietario y tener un interés personal. Se refiere a un “árbol público”, en el que todo el Pueblo tiene responsabilidad por él, incluso si no todos resultan beneficiados.

Esto encierra una hermosa lección: si hoy la mayoría de los árboles son añosos, es porque fueron plantados por generaciones anteriores, por personas que sembraron pensando en los que vienen.

No se debe olvidar el esfuerzo que hicieron todos aquellos que nos precedieron, cuando construyeron su futuro, creando los cimientos para un presente mejor para nosotros.

Y hoy nos toca pensar en los que vienen.

La vida depende en gran medida de la posibilidad de transformar la forma en que vemos nuestro entorno, y en la capacidad de poder cambiarlo y mejorarlo. Se necesitan más acciones transformadoras, individuales y colectivas; y la Torá como Árbol de Vida, mantiene una palpitante vigencia.

Que florezcan los majestuosos árboles de nuestra historia.

Que broten retoños de paz en nuestra tierra, y reverdezcan de oportunidades.

Volvamos a transformar este mundo en un Jardín para nuestros hijos y nietos.

Shabat Shalom veJodesh Tov!

Seba Cabrera Koch

2 de Elul 5783 / 19 de Agosto 2023

 

Notas

[1] Plauto (250-184 a.C.). escribió: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit (Lobo es el hombre para el hombre, no hombre, cuando no sabe quién es el otro). Además, Erasmo incluyó esta frase en su colección de Adagios; pero su celebridad moderna se debe al filósofo británico Thomas Hobbes (1588-1679). La cita, en el contexto de su obra El Leviatán (1651), se refiere a que el estado natural del hombre (es decir, la ausencia de gobierno) es un estado de guerra permanente, en el que los logros de la vida civilizada serían imposibles. Esta visión pesimista de la naturaleza humana ha sido objeto de críticas, pero la Historia, sin embargo, se empecina en demostrar que el hombre es el mayor predador de sus semejantes.

[2] El Informe Living Planet Report 2022 es un estudio exhaustivo de las tendencias en la biodiversidad global y la salud del planeta. Esta publicación de World Wildlife Fund © WWF revela una disminución promedio del 69% en las poblaciones de especies desde 1970. Ver más en https://livingplanet.panda.org/en-US/

[3] Tora con comentario de Rashi, Devarim 20,19.

[4] Bal Tashjit o Lo Tashjit “No Destruyas”, deriva del versículo en el cual se prohíbe destruir árboles frutales para sitiar una ciudad o construir artefactos belicos. Rab Barylka describe que la mención de “árboles frutales” se amplió para incluir casi todo lo demás. Rambam desarrolla (SeferHamitzvot, mandamiento positivo 6): “Y no sólo los árboles, sino el que rompe los vasos, rasga la ropa, arruina lo que se acumula, detiene las fuentes, o malgasta la comida de manera destructiva, transgrede el mandamiento del bal tashjit”.

[5] Szlajen, F. Judaísmo y Ecología: 2019.

[6] Talmud, Shabat 128b-129a y 140b; Babá Kamá 91b-92a.

 

Bibliografia

-Barylka, Yerahmiel. Una mirada ecológica. Comentario a Deuteronomio 20. 2023 © haTanaj

-Coffman, Aryeh Tora con comentario de Rashi, tomo 5 Devarim. 2001. Editorial Jerusalén. Parashat Shoftim.

-FAO. 15 consejos breves para reducir el desperdicio… Articulo. 2021 © FAO–Org. de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura

-Lamm, Norman. Bal Tashchit: The Torah Prohibits Wasteful Destruction. 2023 © My Jewish Learning

-Osborne Wilson, Edward. La creación: salvemos la vida en la Tierra. 2007. Buenos Aires-Madrid. Editorial Katz. Págs. 43-54.

-Peleg, Paz. Paz antes de la guerra. Najat. 2023 © haTanaj

-Pierini, Agustín. El hombre es el lobo del hombre. 2021. Students for liberty. Blog

-Sánchez Vendramini, Dario. Homo homini lupus. Historia antigua y humanismo. 2008 © Citas Latinas Blogspot.

-Shoftim: Deuteronomio 16:18-21:9. Consulta de comentarios y fuentes. 2023 © Sefaria

-Szlajen, Fishel. Judaísmo y ecología: responsabilidad ambiental entre la producción destructiva y la idolatría naturista. [en línea]. Vida y Ética. 2019, 20 (1). Disponible en: https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/8981

-Talmud Babilónico, Babá Kamá 91b-92a. Consultado desde Sefaria

-Talmud Babilónico, Shabat 128b-129a y 140b; ib.

-World Wildlife Fund. Lucha contra el cambio climático evitando el desperdicio de alimentos. Descubre WWF: Historias. 2023 © WWF

 

Imagen: -Flores de Almendro. Alessandro Zangrilli, 2008 © Commons Wikimedia.org

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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