Festa da Istoria: Un paso para la reconciliación judeo-cristiana en Galicia
Por Hernán Dobry
La reconciliación de un pueblo con los eventos trágicos de su historia requiere afrontar las consecuencias que esos hechos causaron en su momento y, además, comprender cómo era la vida antes de que se produjeran, entre tantas otras cosas más.
Eso es, en parte, lo que se propuso la localidad gallega de Ribadavia, en España, cuando reanudó la celebración de la Fiesta de la Historia (“Festa da Istoria”, en gallego) en 1989, con la que busca afrontar la tragedia causada por la Inquisición en su pueblo en el siglo XV, tras los edictos de Granada firmados por los Reyes Católicos en 1492.
Una de sus principales atracciones hace hincapié en estos requisitos necesarios para la reconciliación: la obra de teatro “O Malsín” (del hebreo malshín, cuyo significado es delator), que se representa en el anfiteatro ubicado en el que fuera el antiguo castillo real.
La historia, protagonizada por pobladores voluntarios, recrea el “auto de fe” realizado por el Santo Oficio en 1608 en Santiago de Compostela contra unas doscientas personas de Ribadavia, acusadas dos años antes de judaizar, por el cristiano nuevo Xerónimo Bautista de Mena.
Dentro de este grupo, se encontraba su madre, sus hermanos, hermanas y suegros, además de magistrados, alguaciles, estudiantes, médicos, abogados y comerciantes, a quienes denunció de seguir practicando las leyes mosaicas, pese a haber sido bautizados.
La obra muestra la situación de tensión en la que vivían los criptojudíos, además de la crueldad de este personaje, quien, por su ambición personal y maldad, fue capaz de enviar a una muerte casi segura a su familia y conocidos. A su vez, rememora la saña con la que actuaba la Inquisición y el destino trágico que les cupo a estas personas tan sólo por no profesar la religión católica.
Tras la denuncia, pudo comprobarse que la mayoría de los testigos que había aportado Mena eran falsos, por lo que el pueblo terminó asesinándolo en 1606, antes de que sus víctimas fueran encarceladas por el Santo Oficio.
Tras la denuncia, pudo comprobarse que la mayoría de los testigos que había aportado Mena eran falsos, por lo que el pueblo terminó asesinándolo en 1606, antes de que sus víctimas fueran encarceladas por el Santo Oficio.
La representación concluye con el fallo del tribunal inquisidor que dictaminó la prisión perpetua para la mayoría de ellos, sesiones de tortura en las mazmorras de Santiago de Compostela y que un grupo minoritario fuera quemado vivo en una pira montada en la plaza de Ribadavia.
El propio Mena también fue declarado hereje, por lo que el Santo Oficio ordenó que sus huesos fueran desenterrados e incinerados públicamente. La ejecución de esta medida es el momento más impactante de la obra ya que mientras el verdugo la lleva a cabo, aquellos que fueran acusados por el “malsín”, danzan en una ronda alrededor de las llamas y entonan “Hava naguila”.
Esto genera una sensación contradictoria, ya que esta canción es todo un emblema de la alegría judía, pero está puesta en un momento de máxima tensión de la historia. Así, muestra, por un lado, la felicidad por el destino final del traidor, pero, al mismo tiempo, es un símbolo de la tragedia que implicó la desaparición de los judíos de Ribadavia y de toda España, que solo quedan presentes, ahora, a través de esa melodía.
La otra imagen del recuerdo
El otro mecanismo para la reconciliación es conocer cómo era la vida entre judíos y cristianos en los años previos a que se instituyera la Inquisición en esa localidad gallega. Esto incluye, el enseñar las costumbres de los primeros, que en muchos casos son desconocidas en gran parte del país, tras más de cinco siglos de ausencia pública.
Ese es un eje central de la Festa de Istoria ya que busca rescatar los mejores tiempos de la convivencia entre los pobladores de ambas religiones en la España medieval en cada uno de sus detalles.
Los judíos habían llegado a esta región atraídos por la comercialización del vino Ribeiro y se asentaron allí durante siglos. Incluso, combatieron con tenacidad en la defensa de las murallas de Magdalena y Porta Nova cuando los ingleses, al mando del duque de Lancaster, intentaron invadir la ciudad en 1385.
De esos tiempos, aún se conservan las casas que conformaban la judería, algunas de las cuales cuentan con maguen David, menorot y letras en hebreo esculpidas en las piedras de sus fachadas, situadas en medio del entramado laberíntico en torno a la Plaza Mayor, la Porta Nova, la Praza da Magdalenala y la antigua Rúa de Xudería.
Este espíritu de concordia queda claro desde un primer momento en el desfile con el que se inician los dos días de celebraciones, cuando el pregonero va anunciando el ingreso a la plaza principal del pueblo de los diferentes personajes que participarán en las diferentes recreaciones
“Los judíos desde su propio barrio compartían la vida con los demás vecinos de esta villa, la capital de los reinos de Galicia. Judíos y cristianos conviviendo juntos, respetando sus tradiciones y creencias, como tiene que ser, en perfecta armonía”, resalta al anunciar la entrada de los actores que representarían horas después “A voda xudía” (la boda judía, en gallego), uno de los momentos más importantes de la fiesta.
Allí, pobladores voluntarios, todos ellos católicos, buscan recuperar la memoria de lo que fuera un casamiento tradicional sefaradí en el medioevo. A medida que avanza la ceremonia, el rabino va explicándole a la audiencia el significado de cada una de las bendiciones que se pronuncian en hebreo y de los diferentes rituales que se van desarrollando.
La “Festa da Istoria”, que se celebra el último fin de semana de agosto de cada mes, ya era conocido en 1693 y permaneció activa hasta 1868, cuando dejó de hacerse. Sin embargo, un grupo de vecinos decidió hace 34 años que era trascendente para la memoria el volver a recrear lo ocurrido en esos tiempos.
Cada año, convoca a más 30.000 visitantes, en su mayoría de pueblos vecinos y de Galicia, quienes visten con ropajes antiguos, rodeados de caballeros y titiriteros que se pasean por las calles y los maestros artesanos que ofrecen sus obras en el mercadillo, para intentar recrear el ambiente de aquella época.
Su trascendencia le permitió ser declarada de Interés Turístico Nacional y, también, convertirse en miembro de la Federación Española de Fiestas y Recreaciones Históricas y de la Federación Europea de Fiestas Históricas. Ahora, va por un galardón mayor: ser nombrada Fiesta de Interés Turístico Internacional.
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