Cuando los palestinos celebraron el atentado a las torres gemelas
Por Luciano Mondino
Mientras los casi tres mil muertos quedaban bajo los escombros, los palestinos celebraban el mortífero atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 al ritmo de la música y los festejos en las calles. Sólo unas horas después, la banalidad del mal llegó a los rincones de la sociedad palestina que ha transformado al terrorismo como una forma de vida.
Hannah Arendt habló de la banalización del mal como una forma o expresión del mal casi imperceptible y que muchas veces podía estar refugiada en los rostros más banales o impensados. Esa maldad puede manifestarse en los momentos más críticos para la humanidad y expresarse en risas y júbilo mientras el mundo se encuentra en estado de perplejidad viendo a las miles de personas que quedaban sepultadas en los escombros. Ese año 2001 está también marcado por un fuerte aumento de los atentados terroristas palestinas contra la población civil en Israel tras las sangrientas décadas de 1970 y 1980 con la OLP.
¿Qué es el terrorismo? La planificación de la violencia con el objetivo de perpetrar un golpe lo suficientemente fuerte para afectar la psicología de una sociedad y sin reparar en daños económicos que pasan a un segundo plano. Lo que buscó Al Qaeda fue causar el terror e inmovilizar a la sociedad occidental para mandar un mensaje subversivo a la forma de vida occidental a la que el mundo islámico desprecia. El martes 11 de septiembre quedará en la memoria como el impacto de las aeronaves contra los edificios de las Torres Gemelas y los sucesivos ataques suicidas contra otros puntos de Estados Unidos. El miércoles 12 de septiembre distintos medios de comunicación mostraban las expresiones de celebración y multitudes que salieron a las calles en la Franja de Judea y Samaria (Cisjordania) y la Franja de Gaza para celebrar los atentados en Estados Unidos.
Esa misma noche los palestinos se regocijaron del dolor que inundaba a una parte considerable de la humanidad, pero que se convertía en la ocasión perfecta para asestar un golpe a quienes los palestinos consideran como el socio ineludible de Israel en Medio Oriente. Esas manifestaciones fueron también concurridas por jóvenes que mostraron su felicidad frente a la desgracia y promovieron el aliento a continuar atacando contra los objetivos occidentales. Para esos años, los palestinos venían de enfrentarse a Israel en las intifadas y las dosis de violencia y terror estaban en máximos dentro de su sociedad.
Hace muchos años que los palestinos vienen intoxicando con violencia y terror la mentalidad de los más jóvenes logrando que el conflicto en Medio Oriente se vuelva permanente o se pretenda eterno. Hay una correlación muy fuerte que permite mostrar que durante 22 años nada cambió en los territorios bajo control de los palestinos y que el regocijo del terror es también parte de su forma de vida.
La celebración en momentos dramáticos para la humanidad es un rasgo que caracteriza a la sociedad palestina del presente. En el 2008 y tras el atentado a una escuela rabínica, un dirigente de Hamas revindicó el ataque que dejó ocho muertos. Años siguientes y hasta hoy, los palestinos entregan dulces y tiran fuegos artificiales cada vez que el terrorismo golpea a los civiles israelíes logrando dañarlos o incluso asesinarlos.
Para el regocijo del terror no importa si los asesinados en Israel son niños como Yaakov Yisrael Falley, de 6 años, que fue asesinado por un palestino en horas previas al shabbat en febrero. Tampoco importa si los asesinados son dos hermanos como Hallel Yaniv, de 21 años o su hermano Yagel de 19. Mucho menos si la asesinada es una madre como Lucy Lee de 48 años que también fue alcanzada por el terrorismo palestino. Hay muertes que son silenciadas porque la susceptibilidad y el egocentrismo son tan grandes que no permiten aceptar que el terrorismo palestino existe y hoy es financiado por gobiernos extranjeros y organizaciones internacionales.
La historia es cíclica y las sociedades se reinventan, pero siempre manteniendo una misma línea o conducta hereditaria. Un testimonio de esa noche del 11 de septiembre en la Franja de Gaza es el de Imad Salamej, un taxista de 29 años, quien apoyó los atentados porque Estados Unidos es amigo de Israel. Si hoy Salamej sigue vivo, entonces tendría 51 años y sus hijos probablemente hayan crecido en la misma espiral de violencia y terror que su padre consumió hace poco más de dos décadas. Un elemento unificador en la sociedad palestina es el rechazo a la paz a la que no ven como una salida, sino como una concesión inaceptable.
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