La deriva de Pedro Sánchez

Por Ricardo López Göttig

Para alcanzar los votos suficientes en el Parlamento español, Pedro Sánchez debió conceder lo inimaginable a sus socios, una caja de Pandora de la que aún no cabe imaginar cuántas sorpresas desagradables traerá para el futuro inmediato de España. Negoció con los independentistas catalanes y vascos, incluyendo una amnistía para Puigdemont y su gobierno secesionista; y también a la izquierda de Sumar, un conglomerado de varias agrupaciones entre las que se halla Podemos, tan próxima a Venezuela e Irán desde sus inicios. Y que la izquierda europea hace años perdió todo rumbo ideológico y coherencia es sabido, pero en los últimos tiempos se ha ido perfilando con una narrativa feminista radical para dentro, pero permisiva y hasta sumisa con regímenes que denigran a la mujer fuera de Occidente, y marcadamente antisemita bajo el rótulo de “antisionista”, con una persistente demonización del Estado de Israel, que hoy le marca el tono al gobierno de Sánchez.

Así, se hace difícil saber quién es y qué piensa Pedro Sánchez realmente, aunque ello se torna irrelevante a la hora de las decisiones, puesto que mira a quiénes son sus socios en derredor suyo para no enfadarlos y que sigan dentro de la coalición, con tal de que su período se sostenga por cuatro años. Así es como no ha vacilado en generar con suma imprudencia un conflicto diplomático con el Estado de Israel con sus declaraciones, a la par que arrastra a la Unión Europea con sus palabras. La izquierda europea y norteamericana, enquistada en los claustros académicos y los campus universitarios, pretende marcar la agenda de los gobiernos e, insólitamente, lo está logrando. En esos ámbitos académicos se expone un desconocimiento profundo de la complejidad de los conflictos de Medio Oriente, sobre todo cuando pretenden equiparar a un Estado soberano y democrático que se defiende legítimamente, con un grupo terrorista que realiza atentados terroristas con un exhibicionismo brutal nunca antes visto. Queda cada vez más claro y evidente de que se trata de una guerra entre cosmovisiones sobre la civilización: una de las democracias que buscan que impere la Ley, la libertad, el pluralismo y el respeto, y otro conjunto heterogéneo de autocracias que desprecia la vida y las libertades individuales.