Los tiempos se están acelerando
Por Ricardo López Göttig
El ataque masivo con drones y misiles de la República Islámica de Irán al Estado de Israel aceleró los tiempos de una escalada bélica en Medio Oriente. Hasta ahora, el régimen teocrático de los Ayatollahs venía utilizando sus brazos armados para la guerra indirecta contra Israel, como Hamás, Hezbollah, la Jihad Islámica y el movimiento Houthí en Yemen, grupos terroristas financiados y entrenados para desestabilizar la región. Pero la confrontación directa era algo que venían evitando, y que probablemente obedezca a razones más internas por la propia fragilidad del régimen teocrático implantado en 1979.
El creciente cuestionamiento interno al régimen en Irán, con las manifestaciones o expresiones que se sucedieron sobre todo durante el año pasado, y que fueron suprimidas con mayor opresión, no ha cesado y el malestar permanece dentro del país. Como una búsqueda desesperada para cohesionar a la sociedad frente a un “enemigo”, así como para mostrar músculo ante una audiencia mayor dentro del mundo islámico, es probable que se haya visto este ataque masivo como una oportunidad para recuperar el protagonismo político y militar. Por otro lado, las autoridades iraníes y sus fuerzas armadas han tomado lecciones sobre ataques masivos de misiles y drones en forma combinada, debido a su cooperación con Rusia en su invasión a Ucrania, aunque las circunstancias sean muy diferentes.
El Estado de Israel pudo repeler con altísima efectividad el ataque masivo gracias a la Cúpula de Hierro, así como a la ayuda de países aliados dentro y fuera de la región. Entre Ucrania y Rusia no hay países intermedios y, además, el país que está siendo sometido a la invasión de su territorio desde hace más de dos años no tenía un escudo antimisiles que le permitiera contener esos ataques.
Los tiempos se han acelerado y la posibilidad de una confrontación directa se han vuelto muy reales, tal como se está observando también en el escenario europeo frente a una eventual agresión rusa a países miembros de la OTAN y la Unión Europea. Esto implica un cambio del paradigma respecto a la defensa, que ya deja de ser considerado un “gasto” para pasar a ser una inversión urgente para la seguridad de la población, y esto debe ser asumido como política de Estado para que no dependa de los cambios de signo político y de los vaivenes electorales. De allí, entonces, la activa campaña de difamación, desinformación y distorsión que las usinas de los regímenes autoritarios impulsan desde sus medios y portales contra las decisiones de los gobernantes de las democracias.
La confrontación global es evitable y para ello deberán multiplicarse los esfuerzos bélicos para la disuasión, así como el fortalecimiento diplomático y político de las estructuras supranacionales de defensa e integración. Estamos a tiempo.
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