Nuevos y viejos significados del séptimo día de Jag Hamatzot en tiempo de guerra
Por el Rab. Yerahmiel Barylka
Según la tradición midráshica[1], la división del Mar Rojo tuvo lugar siete días después de que los hijos de Israel salieran de Egipto. Pero, el fenómeno no aparece expresamente en la Torá[2], que solo nos dice: “Siete días comerás pan sin leudar, y el séptimo día será fiesta para Hashem”.
De hecho, la Torá habla por primera vez de estos siete días en el capítulo 12 de Shemot[3], ¡mucho antes de que se produjera la división del Mar Rojo, que se detalla en el capítulo 14!
[Esto no significa necesariamente que “kriyat yam suf” no tuviera lugar en “Shevii Shel Jag Hamatzot“].
Si nos atenemos al “sentido simple” del texto, deberíamos pensar en una razón independiente para la celebración de la extensión de la festividad por siete días.
Técnicamente hablando, Pesaj es una fiesta de “un día” – que comienza el 14 de nisán por la tarde y termina el 15 por la noche – cuando se ofrece la ofrenda pascual[4].
Además de esta festividad, la Torá también ordena que comamos matzá (y no consumamos “jametz“) durante los siete días siguientes[5].
Rambam-Maimónides nos da una bellísima elucidación cuando nos dice que: “Así como aquella gran revelación tuvo lugar un solo día, así también nosotros celebramos su aniversario un solo día; pero si el comer pan sin levadura en Pesaj se hubiera ordenado sólo para un día, no lo habríamos notado, y su objeto no habría sido manifiesto. Porque sucede con frecuencia que tomamos la misma clase de alimento durante dos o tres días. Pero al continuar durante todo un período de siete días comiendo pan sin levadura, su objeto se vuelve claro y evidente[6].”
A veces pienso que la fiesta debería durar por lo menos un mes para reflexionar sobre la libertad y la redención.
Jag Hamatzot no debe olvidarse. De la festividad queda en nuestra memoria histórica y en la lectura de la Torá fijada para ese día, el motivo central de la partición del mar y el cruce de las aguas sin mojarnos.
¿CÓMO INFLUYE EN NOSOTROS ESTA FECHA EN TIEMPO DE ASECHANZAS?
Cuando llegamos a la fecha este año, percibimos más que nunca que el midrash ha aportado algo muy enérgico para nuestra existencia: Su posición nos permite comprender los secretos de la supervivencia judía cuando toda esperanza parece perdida, cuando más lo necesitamos.
Cuando los israelitas ya habían logrado salir de los límites de Egipto, se enfrentaron a una situación imposible. Parecía que sus esfuerzos habían llegado a un callejón sin salida. Al igual que en los dilemas actuales de Israel, nuestros antepasados no tenían ningún plan ni perspectivas.
Únicamente el temor ante la amenaza de un enemigo implacable. Aunque habían logrado liberarse de la esclavitud egipcia, ahora se encontraban a orillas del Mar Rojo, con el ejército egipcio persiguiéndoles. Sus vidas estaban perdidas. Es difícil sino imposible, quedarse esperando una salvación divina de último momento.
Hace un año pensábamos que habíamos llegado al punto más cercano de nuestra historia contemporánea, para que Israel viva en paz. Ello sucedió después de la firma de los Acuerdos de Abraham[7] alcanzados en septiembre de 2020 entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, abrieran de hecho las puertas a la normalización de las relaciones entre estos países, Marruecos y Sudán se unieron luego a la firma y se percibía como inminente la firma de una tratado de paz con Arabia Saudí. El gobierno se pavoneaba de haber liquidado toda intimidación por decenas de años.
Y en ese momento, sucedió lo impensable.
Al igual que los esclavos recién manumisos, Israel se encontró entre la espada y la pared: rodeado de los más feroces enemigos en todas sus fronteras y en el tribunal de la opinión pública, al tiempo que en muchos países se produjo el despertar de antisemitismo violento que estaba larvado.
El séptimo día de la fiesta de las Matzot (el octavo en los países de la diáspora) nos permite relatar el amparo que experimentaron nuestros antepasados en su momento de mayor debilidad. Moshé les ordenó adentrarse en el peligro de las aguas, y el Mar Rojo se partió ante ellos, allanando el camino hacia su libertad. Pero la salvación no se produjo hasta que los hijos de Israel demostraron que estaban preparados para ella. Durante ese dramático enfrentamiento, Najshón ben Aminadav, el líder de la tribu de Yehudá, saltó al mar y comenzó a caminar a través de él. Tan pronto como mostró su fe el mar se dividió. Paradójicamente su nombre está prácticamente ausente en la Torá.
En aquel tiempo Moshé estaba ocupado durante largo rato en la oración; entonces el Santo, bendito sea, le dijo: Mis amados se ahogan en el mar y tú prolongas la oración delante de Mí; habló ante Él: Señor del Universo, ¿qué puedo hacer? Y tú levanta tu vara, y extiende tu mano… nos cuenta el Talmud[8].
Mientras tanto los israelitas discutían[9]…para descender primero al mar. Y él (uno) dijo: ‘No voy a entrar primero al mar’, como dice: “Efraín me ha rodeado de mentiras, y la casa de Israel de engaños[10]“. Puesto que ellos (el pueblo de Israel) estaban de pie aconsejándose, debatiendo y discutiendo (sobre qué curso de acción debían tomar), Najshón ben Aminadav saltó (al Mar Rojo) y cayó al mar. El pasuk dice: ” Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado[11]” (Ibíd. 69:3)…
Este año, en el séptimo día de la fiesta de las Matzot, es difícil ser positivo sobre el futuro judío. Parece como si nos hubiéramos topado con un muro. Nunca soñamos que el antisemitismo podría llegar a ser tan grotesco, en nuestras vidas llegando a amenazar concretamente a judíos que temen mostrarse como tales en ciudades “civilizadas” y en universidades en las que ayer consideraban su segundo hogar. El silencio de la condena mundial a Hamás es ensordecedor. Nos sentimos perdidos y solos. Si tan sólo tuviéramos el valor de hacer lo que hicieron nuestros antepasados cuando se enfrentaron a circunstancias similares, podríamos estar seguros de experimentar milagros, como hicieron ellos.
¿Tenemos lo que se necesita para saltar fuera de nuestra zona de confort, liberándonos del miedo y la ansiedad? Najshón la tuvo.
LA FE NECESARIA PARA ATRAVESAR EL OCÉANO DE LAS AMENAZAS
El Talmud nos dice que “encontrar a tu alma gemela[12], y alcanzar el éxito financiero es tan difícil que cruzar el Mar Muerto”[13].
La Partición del Mar, pudo producirse gracias la fe y el valor que demostramos a sus orillas.
Una de las tareas más difíciles para los seres humanos racionales es dejarse llevar y confiar en la protección y el poder de Dios. De buscar la liberación con optimismo y alegría cuando todos los caminos parecen cerrados.
Cuando nos imaginamos haber llegado al paraíso, descubrimos por las malas, que las cosas no suelen salir como esperábamos.
Aprendimos una lección vital en el Mar Rojo, que si somos capaces de “saltar” a las aguas procelosas -procediendo con alegría y confianza, llenos de fe nosotros también abriremos hoy la llave de nuestra salvación.
LA FIESTA AGRÍCOLA
Jag Hamatzot, se presenta también como la primera de un conjunto de tres fiestas agrícolas: “Tres veces al año celebraréis una fiesta para Mí”.
En Jag Hamatzot – siete días comeréis matzá como os he ordenado[14] en su tiempo establecido en el [primer] mes de la primavera [“jodesh haaviv“] – porque en [ese mes] salisteis de Egipto… Jag Hakatzir [la fiesta de la Cosecha ] – el primer grano de vuestro trabajo de lo que sembréis en el campo, y Jag Haasif [la “fiesta de la recolección”] cuando recojáis los frutos de vuestro trabajo en el campo. Tres veces al año, todos tus varones comparecerán ante el Señor – Hashem[15]…”.
Los “shalosh regalim” como una unidad, y cómo los nombres de cada festividad se centran principalmente en su aspecto agrícola. Además, estas festividades se describen únicamente por su fecha “estacional”, sin mencionar siquiera la fecha lunar precisa.
Estas estaciones son especialmente importantes en la Tierra de Israel, donde sólo llueve en invierno y, por tanto, sus productos sólo se cosechan una vez al año (durante el verano).
Por ejemplo, todo el grano que se consumirá a lo largo del año se cosecha durante un breve periodo de tiempo, entre finales de primavera y principios de verano. Si esa cosecha de grano fracasa, lo más probable es que se produzca una hambruna, ya que el grano no volverá a crecer hasta la primavera siguiente.
Del mismo modo, los árboles sólo dan sus frutos una vez al año, hacia el final del verano. Si esa corta temporada de recolección de frutos fracasa, la siguiente cosecha no crecerá hasta el año siguiente.
Basándose en estas observaciones, parece que estos “shalosh regalim” son simplemente fiestas “agrícolas”, no muy diferentes de las fiestas que se encuentran en la cultura de otras naciones, especialmente en las sociedades agrarias.
Entonces, ¿por qué son “tiempos especiales” para la “nación especial” de Dios?
EL “PELIGRO” DE TRABAJAR LA TIERRA
En las sociedades antiguas, era muy común relacionar el éxito o el fracaso de las cosechas (o de la agricultura en general) con un panteón de dioses que controlaban los diversos poderes de la naturaleza. Por ejemplo, los historiadores nos informan de que los antiguos cananeos creían en un dios que controlaba la lluvia -conocido como Baal- y en otro que controlaba la fertilidad, conocido como Asherá.
A pesar de que Dios había demostrado Su existencia a Su pueblo a través de los milagros del Éxodo y satisfaciendo sus necesidades físicas en el desierto con el maná (y el agua), seguía existiendo un gran temor de que esta creencia se desvaneciera una vez que la nación conquistara la tierra y su sustento pasara a depender del cultivo de la tierra. Esto incluía el temor razonable de que el pueblo de Israel siguiera las costumbres locales de los otros pueblos que vivían en Eretz Canaán y comenzara a adorar a otros dioses.
Los dioses paganos no desaparecen únicamente cambian sus vestiduras.
En los últimos años las tareas agrícolas fueron concedidas a inmigrantes temporales. A los vecinos palestinos, a los tailandeses y a ciudadanos de otras naciones. La mayoría de la población israelí se conformó en ser consumidora.
SHALOSH REGALIM. LA ÉTICA Y LA AGRICULTURA
Con esto en mente, consideremos el pasuk de transición (23:13) en Parshat Mishpatim que introduce las leyes del “shalosh regalim“, presentó una unidad completa de leyes tanto civiles como éticas, que comenzó en el capítulo 21 de Shemot. Al final de esa unidad, encontramos una breve “frase de resumen”, seguida de un mandamiento adicional muy interesante: “… y todas [estas mitzvot] que te he dicho asegúrate de cumplirlas, y los nombres de otros dioses no los menciones; sus nombres no deben oírse en tus labios. – “shalosh regalim” – ¡Celebrarás [en su lugar] por Mí![16]…
Nótese cómo inmediatamente después de esta frase resumen (en 23:13) Dios advierte a los israelitas: ‘¡No mencionen siquiera los nombres de estos otros dioses (y ciertamente no los adoren), en lugar de ello -celebren ante Dios tres veces al año- durante estas tres épocas críticas del año agrícola!
Claramente, estos ‘nombres de otros dioses’ se refieren a los ‘dioses agrícolas’ tales como los dioses cananeos de Baal y Asherá. Esto explicaría por qué las leyes de los “shalosh regalim” que siguen se enfocan en cómo Dios espera que Su nación celebre estas fiestas agrícolas. Las tres festividades de peregrinación perdieron a lo largo de la golá su relación con la tierra y la prosperidad israelí dejó el trabajo agrícola en manos de ajenos.
En cada uno de estos tres momentos críticos del año agrícola, la Torá nos obliga a “visitar a Dios”. Aparentemente, Dios quiere que Su nación se reúna en Su Templo durante estos tiempos críticos del año agrícola – no sólo para agradecer a Dios por su cosecha, sino también como una medida preventiva para asegurarse de que no adoraría a otros dioses en estos tiempos clave del año agrícola. Ni siquiera de los creyentes en el trabajo ajeno.
De acuerdo con esta interpretación, hay sobradas razones para celebrar estas tres fiestas de peregrinación, incluso si no hubiera tenido lugar ningún acontecimiento significativo en la historia judía durante esas épocas del año. No obstante, la Torá se esfuerza por recalcar que el pueblo de Israel debe recordar su Éxodo, especialmente en primavera: Recordemos el primer discurso de Moshé Rabenu al pueblo de Israel, inmediatamente después de salir de Egipto y acampar en el desierto: “Y Moshé dijo al pueblo: ‘Recordad hoy que salís de Egipto… hoy salís en el mes de la primavera. [Por lo tanto,] cuando lleguéis a Israel… guardad esta costumbre en este mes. Siete días comed matzá[17]…” Por lo tanto, sería lógico concluir que no fue simplemente incidental que Dios sacara a los esclavos de Egipto en primavera. Más bien, parece que Dios quiso intencionalmente que nuestra celebración anual del Éxodo coincidiera con el comienzo de la primavera. De hecho, Dios parece haber orquestado esos eventos, ¡para asegurarse de que nuestra fiesta de la redención cayera en primavera!
VOLVER A LA HISTORIA
Por lo que hemos visto, parece que las estaciones agrícolas por sí solas proporcionan razón suficiente para celebrar ante Hashem “shalosh regalim“. Entonces, ¿por qué cada festividad debe incluir también un aspecto histórico?
Se podría sugerir que, al celebrar nuestra redención y libertad en primavera, el pueblo de Israel apreciará mejor en qué consiste nuestra libertad. Así como la primavera llena el aire de esperanza y grandes expectativas [lo que llamamos “fiebre primaveral”] y señala el comienzo de una nueva estación, también debemos valorar nuestra libertad.
Al recordar cómo (y por qué) Dios nos concedió la libertad, nos sentimos inspirados, ya que nos brinda enormes oportunidades (y aumenta nuestras esperanzas) de crecimiento nacional y espiritual. Es un “nuevo comienzo”, con todo su entusiasmo y potencial, ¡si se cultiva adecuadamente! La celebración de nuestra redención de Egipto en primavera puede reflejar este mismo propósito. Puede entenderse como la etapa inicial de un largo y complejo proceso histórico que conduce hacia las dos siguientes etapas clave de nuestro destino nacional.
Este año, centenares de personas fueron por primera vez en sus vidas a trabajar la tierra para salvar las cosechas y para que el mercado de hortalizas y frutas pueda seguir abasteciendo a los ciudadanos israelíes. Fueron y siguen yendo, también hoy, en Jol Hamoed con las más altas temperaturas en 100 años, para reencontrarse con la tierra ocupando el lugar de los palestinos, tailandeses y trabajadores temporales que en los últimos años fueron los que acariciaban nuestra tierra. Es quizás, además de la solidaridad con los agricultores, el país y su gente, la expresión de la nostalgia por la unidad nacional auténtica, que se expresaba durante la peregrinación al Templo. Sin darse cuenta recogieron el leket, la shijejá y pea mientras trabajaban y comieron de las frutas de la tierra.
En nuestros días, no tenemos la obligación de dejar los matanot aniyim, los obsequios para los pobres (leket, shijejá, peá, olelot y peret), ya que los pobres no vienen a recogerlos y renuncian a estos regalos (yeush). La Torá afirma que estos regalos son “para los pobres”; nuestros Sabios aprenden de aquí que son para los pobres y no para los cuervos. Es decir, si no hay pobres que vayan a tomar los productos, no hay necesidad de dejarlos fuera. Es por esta razón que hoy no dejamos estos regalos. Ellos fueron y son los que practicaron otra de las identidades de Jag Hamatzot y Jag Haaviv. No son pobres ni mucho menos. Pero, mientras trabajaban voluntariamente pudieron tomar parte de la cosecha para comerla allí mismo.
VOLVER A KRIYAT YAM SUF
Se podría incluso sugerir una conexión temática entre el acontecimiento histórico de la división del Mar Rojo y el séptimo día de Jag Hamatzot. Desde una perspectiva agrícola, la primavera marca un nuevo comienzo. De manera similar podemos ver los acontecimientos de “Kriyat Yam Suf”.
Recordemos cómo nuestros antepasados, expresaron su miedo a los egipcios al sentir que habían quedado atrapados en el Mar Rojo: ” Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Hashem. Y dijeron a Moshé: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto. Y Moshé dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Hashem hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Hashem peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos[18]….”
Hasta ese momento de su historia, los israelitas seguían viéndose a sí mismo como subordinados a Egipto. Esa era la única existencia que habían experimentado. El milagro de “kriyat Yam Suf”, al igual que la primavera, marcó un nuevo comienzo para la nación de Israel, ya que ahora marchaban hacia el desierto, totalmente aislados de sus amos egipcios.
El ataque que inició el Hamás en Sheminí Atzeret-Simjat Torá, que continuó Sucot por lo que Shemini Atzeret es literalmente el octavo día, todavía continúa. Todos los días caen soldados y civiles de nuestro lado y terroristas asesinos y también residentes del otro. Los cautivos que tomaron, mal trataron, y denigrado, siguen en manos del mal total.
Las autoridades siguen envueltas en la penumbra.
Pero esta vez, no hubo un solo Najshón sino centenares y miles que no esperaron la convocatoria de sus autoridades. Mostraron la belleza de su ser. Expresaron la fe en el triunfo de Israel con alegría y entrega total.
Cuando llegamos al Séptimo día de la fiesta de las Matzot, pensamos en el prácticamente imposible cruce del Mar que se logró gracias a la fe, y a nuestra relación con la tierra por la que lucharon nuestros antepasados y luchamos hoy.
Pedimos a Hashem que inspire a las autoridades para que puedan lograr su inmediata liberación y su regreso a sus familias y a su pueblo, y que encuentren la manera para alejar definitivamente, emboscadas y celadas a nuestro pueblo y nuestro país.
Que un nuevo espíritu primaveral envuelva a toda nuestra nación.
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