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Cualidades y responsabilidades de los líderes

Radio Jai-Cualidades y responsabilidades de los líderes

Rabino Yerahmiel Barylka

También esta parashá presenta varios temas sumamente intrincados.

En Vayikrá 21, “Dios dijo a Moshé: Habla a los sacerdotes hijos de Aarón, y diles que no se contaminen por un muerto en sus pueblos. Más por su pariente cercano, por su madre o por su padre, o por su hijo o por su hermano, o por su hermana virgen, …No se contaminará como cualquier hombre de su pueblo, haciéndose inmundo”.

UNA RAZÓN DEL DECRETO

Por un lado, podemos suponer que Dios no quería que sus sacerdotes estuvieran demasiado cerca de la muerte. No quería que los cohanim estuvieran dominados por la muerte, sino por la vida. Tampoco quería que quedaran cerca de los cultos de muerte paganos.

De las muchas interpretaciones, una me tocó particularmente. A los cohanim se les niega esta preciosa mitzvá que llamamos “Jesed shel Emet” -la Auténtica Misericordia-, porque todavía están, por así por así decirlo, saldando la deuda simbólica contraída por su primer antepasado: “Y el Señor hirió al pueblo por lo que hicieron con el becerro que Aarón había hecho“[1]. Aarón es responsable del becerro – y, por lo tanto, de la muerte de tantos israelitas. Ya sea por miedo o por amor es responsable del desastre moral que condujo a la muerte y la destrucción.

EL ERROR DE AARÓN

En el momento decisivo, Aarón falló a su pueblo y le trajo muerte innecesaria. Como líder, particularmente frente a la ausencia de Moshé, debería haberse resistido a las demandas de la gente. Pero, no pudo o no lo deseó. Su error pone de relieve temas como el liderazgo, la responsabilidad y las consecuencias de las acciones. También muestra que, incluso los que ocupan puestos de autoridad, pueden cometer errores y que éstos pueden servir de lección y no buscar maneras de adjudicarle la responsabilidad a otro.

La experiencia de Aarón con el becerro de oro comprueba que nadie, pero nadie, está exento del desliz, del traspié y la equivocaciónY que debemos evitar el endiosamiento de las autoridades porque alguna que otra vez actuaron muy bien, ello no impide que posteriormente caigan y causen daño. 

LOS DESCENDIENTES NO DEBEN OLVIDAR LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

Por lo tanto, sus sucesores, no pueden acercarse a los muertos de su pueblo para expresar su amor y preocupación por sus semejantes en la última y definitiva angustia. Deben recordar siempre lo que nos enseña la historia.

MOSHÉ NO SE PRECIPITA PARA CASTIGAR

Dentro de los estatutos que aparecen en la parashá Emor, entre las leyes de las Fiestas de Peregrinación y el servicio del Sagrario, surge una historia que parece estar fuera de contexto y cuya presentación es también inusitada y redactada en forma enredada: “En aquel tiempo el hijo de una mujer israelita, el cual era hijo de un egipcio, salió entre los hijos de Israel; y el hijo de la israelita y un hombre de Israel riñeron en el campamento”[2]. Enseguida descubriremos que la Torá nos presenta principios importantes en la configuración de la legislación bíblica, y especialmente en la formación de la imagen de Moshé como líder, legislador y juez. El meollo de la historia parece ser el hecho de que Moshé no juzga al hombre que maldice inmediatamente, sino que lo deja “vigilante para interpretar de acuerdo con Dios”, sentando así las bases para enseñarnos que, en casos de vida o muerte, el líder no debe apresurarse para tomar decisiones ni para resolver intuitivamente lagunas del texto escrito. Eso lo hacen líderes inmaduros, vengativos y primitivos que carecen de sofisticación, ideas, moral y que no toman su tiempo para elaborar los problemas.

NO HAY DETALLES INSIGNIFICANTES EN LA TORÁ

La descripción del incidente de nuestra parashá incluye detalles que parecen irrelevantes pero que nuestros intérpretes tratan de explicarnos. ¿Por qué debe señalarse que se trata del hijo de una mujer israelí y un padre egipcio, y por qué debe señalarse la filiación de otra persona, en este caso la madre? A primera vista, los detalles parecen diseñados para presentar una confrontación desigual. Una persona cuyos padres son ambos israelitas debe tener privilegios que uno de los padres de un extraño parece no tener. Este es el caso de una persona con una identidad compleja: la madre es integrante de la religión de Abraham, pero la pertenencia tribal del hijo se rige por la procedencia del padre y, por lo tanto no tiene una afiliación tribal propia, por lo que se le considera egipcio. Es posible que este hombre sea hijo de un egipcio que acompañó a los israelitas cuando salieron de Egipto, a los que llamaban “erev rav[3]” y mucho se ha escrito sobre la desconfianza que había hacia ellos, porque traían consigo la potencialidad de otras lealtades.

La mención del hecho de que el hombre es hijo de un egipcio nos permiten asociar con otro episodio en el que “… Moshé salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos”[4]…

La historia continúa, y “en aquel tiempo el hijo de una mujer israelita, el cual era hijo de un egipcio, salió entre los hijos de Israel; y el hijo de la israelita y un hombre de Israel riñeron en el campamento. Y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre, y maldijo; entonces lo llevaron a Moshé. Y su madre se llamaba Shlomit, hija de Dibri, de la tribu de Dan. Y lo pusieron en la cárcel, hasta que les fuese declarado por palabra de Dios”.

La explicación de Rashí sobre la mujer israelita proporciona un trasfondo socioeconómico para comprender el comportamiento de su hijo, al tiempo que la humilla y la considera culpable de sus acciones discordantes. Si no se menciona el nombre del hijo, -se pregunta- ¿por qué aparece el nombre de Shlomit, su madre? -para darnos a entender, de manera elegante, que era una prostituta, que hablaba sobre todos los temas con la gente preguntándoles ¿má shlomjá? -¿cómo estás?, ¿qué sientes? De ahí que era la hija de una mujer habladora (dibri), chismosa, que platicaba con todos y les contaba todo. En el mundo de Rashí, y en gran medida también en nuestro propio mundo, una persona que habla demasiado y es considerada “habladora”, es socialmente deshonrada.

MOSHÉ NO SE APRESURA

El meollo de la historia radica en el hecho de que Moshé no juzga inmediatamente al hombre que blasfemó, sino que lo deja “en guardia ante Dios” en espera de una solución.

Dios interpreta que el castigo de la maldición será la muerte por lapidación: “Quitad la maldición del campamento, y poned sobre su cabeza a todos los que oyeron sus manos, y matad con él a todo el rebaño”.

Entonces, ¿por qué Moshé deja a un lado la blasfemia y no lo castiga de inmediato?

“Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, encontraron a un hombre que recogía leña en el día de reposo”[5], está escrito que “el que maldecía a Dios era condenado a muerte”[6], pero no se decía nada sobre los que recogían leña en Shabat, así que Moshé lo dejó a un lado hasta que entendiera lo que le harían.

Este estatus es importante por dos razones. Primero, porque Moshé entiende que la Torá no responde necesariamente a todas las preguntas de la vida, o al menos no de manera explícita y abierta, y requiere interpretación, lo que se convierte en una idea fundamental en la cultura judía. Y que esa interpretación es parte de un proceso de meditación. Y segundo, porque Moshé revela dudas sobre el destino de esa persona. No quiere decidir su destino de inmediato sin estar cien por ciento seguro de que este es el castigo que merece. Esta duda es quizás lo que hace de Moshé un gran líder. No la determinación y la obstinada convicción interior, sino la perplejidad, el respeto por la vida humana y la capacidad de admitir que no lo sabe todo. No, a una decisión vengativa improvisada para lograr el aplauso del pueblo. Sí a la búsqueda de la certeza y el compromiso de los denunciantes con la verdad. No al abandono de las personas incluso si son de dudosa procedencia.

ENSEÑANZA

Nuestra lectura nos permite sacar conclusiones para nuestro conocimiento y para nuestra mejor comprensión de las acciones y actitudes de líderes y de nuestra comprensión de sus personas y sus actitudes.

El texto, conciso, elegante y categórico, nos lleva también a nuestros aciagos días.

El mensaje es eterno.

[1] Shemot 32:35.

[2] Vayikrá 24:10.

[3] Erev Rav se refiere a un grupo heterogéneo que incluía a no judíos como egipcios y otros que, según la creencia, se unieron a las tribus de Israel durante el Éxodo. 

[4] Shemot 2:11-3:22.

[5] Bemidbar 15:32.

[6] Bemidbar 15:34.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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