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Los vaivenes de Pedro Sánchez

Ricardo López Göttig

Por Ricardo López Göttig

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, busca un protagonismo personal de alto perfil en las cuestiones internacionales para mantenerse en la escena, tanto interna como externa, por la propia fragilidad de la coalición que logró formar. De allí que asuma posturas que se alejan o, directamente, entran en colisión con sus socios de la Unión Europea y de la alianza atlántica.

En los comicios generales de 2023, no fue su partido el que obtuvo la mayoría y ni siquiera la primera minoría, sino el Partido Popular liderado por Alberto Núñez Feijóo. Pero en las democracias parlamentarias lo que cuenta no es la primera posición en bancas: lo importante es formar una mayoría legislativa estable que le permita formar gobierno, y si es necesario articular una coalición. Núñez Feijóo no lo logró, ya que por razones ideológicas obvias los partidos más a la izquierda del PSOE apostaron a la continuidad de Pedro Sánchez –obteniendo posiciones gubernamentales y estableciendo temas de la agenda interna y externa-, en tanto que los nacionalistas catalanes y vascos se plegaron para acelerar, a cambio, la fragmentación de España en varias unidades independientes e irrelevantes.

A la coalición más izquierdista Sumar, se le desprendió Podemos, la formación de carácter más chavista y populista que años atrás fundó Pablo Iglesias, que sigue influyendo desde las sombras, y que gozó del apoyo tanto del régimen autoritario implantado en Venezuela, como desde Irán con la plataforma HispanTV. El 9 de junio hay elecciones europeas, en las que cada país es una circunscripción única y que no tiene barrera porcentual de ingreso: eso alienta a una competencia no sólo de las fracciones más a la izquierda como son Sumar –liderada por Yolanda Díaz- y Podemos –conducida por Ione Belarra, y que lleva como primera candidata en su lista a Irene Montero-, sino también al PSOE que busca atraer votantes en esas aguas.

En ese contexto, el activismo de Pedro Sánchez contra el Estado de Israel, sus diatribas contra el presidente Javier Milei, sus desplantes a los Estados Unidos y la Unión Europea como un “niño terrible” son parte de un juego de consecuencias diplomáticas que no le interesan en su cálculo inmediato. Así, la postura contraria al Estado de Israel en las distintas formaciones de izquierda se ha vuelto una impostura para ver quién se muestra más obtuso en el premio a Hamás por su ataque terrorista del 7 de Octubre, olvidando los más de cien secuestrados que aún están en la Franja de Gaza. Y se han montado en una narrativa construida para ellos, nutriéndose de un relato que provoca la satisfacción del jihadismo con la flagelación occidental.

Pedro Sánchez adopta la postura que más que le convenga en lo inmediato, sea cual fuera, para mantenerse un poco más como Jefe de Gobierno. El termómetro de las elecciones europeas servirá para saber cómo sigue, en tanto la dispersión creciente de su propia coalición y las agendas particulares y contradictorias de sus socios presagian un estallido de este Frankenstein, tarde o temprano, por su propia inviabilidad. Mientras tanto, el daño que provoca no se puede mensurar, pero sí se puede advertir.

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