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En el imaginario electoral actual puede ser un buen gobernante quien engaña o roba pero hace obra. ¿Cómo se vence eso?

Profesor León Trahtemberg

La próxima probable próxima elección presidencial de Donald Trump procesado por innumerables delitos y ya sentenciado por algunos de ellos es la punta del iceberg de la inmunidad que tienen ante los electores los personajes carismáticos, autoritarios y populistas, con discurso anti-sistema, aunque ellos mismos son parte de ese sistema.

A nivel de presidentes o primeros ministros lo hemos visto en el Perú con Alan García y Alberto Fujimori, y lo vemos en el mundo con Luiz Inácio Lula (Brasil), Silvio Berlusconi (Italia), Nawaz Sharif (Pakistán), Daniel Ortega (Nicaragua), Jacob Zuma (Sudáfrica), Evo Morales (Bolivia), Viktor Orbán (Hungría), entre tantos otros líderes en todos los niveles de gobierno con antecedentes o escándalos de corrupción que han sido reelegidos con apoyo popular.

Con este telón de fondo la semana pasada vinieron a entrevistarme un grupo de estudiantes de secundaria que están analizando el tema y quieren hacer una propuesta para lidiar con ello. Una de sus preguntas relevantes era cómo se puede luchar contra la corrupción, aunque yo les propuse analizar previamente qué hace que una persona sea corrupta o corruptora de otros.

La primera pregunta es, si hay quienes son corruptos porque quieren aprovechar el cargo para acumular riqueza que les de seguridad y bienestar, ¿cuál sería una remuneración del período de gobierno que los dejase satisfechos? ¿500,000 dólares? ¿2 millones? ¿10 millones? Si ese fuera el caso ¿qué es entonces aquello que hace que millonarios con más patrimonio que ese cometan actos de corrupción?

Significa entonces que no es un asunto de dinero para la vida cómoda sino la codicia por tener siempre más, no importa cómo, sumado a una sensación de omnipotencia e inmunidad frente a los riesgos de verse comprometido con la corrupción. “Mi riqueza impedirá que me pase algo”.

La falta de límites y regulación interna, no solamente ética sino también del pensamiento crítico que es el que hace que las personas sean conscientes de la relación causa consecuencia de un delito, que no tienen esa voz interna que sirve de alarma frente a las trasgresiones.

La segunda pregunta es por qué a los electores no les importa los antecedentes delictivos de los candidatos por los que votan. Por qué en el imaginario del elector que el candidato a elegir sea corrupto no juega mayor rol. Por qué quien tiene un discurso antisistema, autoritario, prepotente e irrespetuoso con las instituciones democráticas y los contrincantes, que propone soluciones abiertamente irrealizables y por lo tanto mentirosas, aún así recibe la alta votación de sus seguidores. En otras palabras , si roba pero hace obra es mejor candidato que quien se ciñe a los cánones éticos y democráticos pero que es ineficiente para producir el bienestar básico para toda la población?

Es un reto para los estudiantes contestar esas preguntas como fundamento para hacer su propuesta de lucha contra la corrupción.

Si hubiera que adelantar algunas ideas por mi parte diría que hay una creciente frustración respecto al incumplimiento continuo de las grandes promesas de los visionarios de la democracia, la economía social de mercado, el respeto al estado de derecho y la justicia equitativa. Muchos ciudadanos sienten que su voz no es escuchada por las élites políticas tradicionales; las instituciones son corruptas, no son transparentes y los funcionarios públicos no rinden cuentas por sus acciones; no hay igualdad de oportunidades; la economía ha abierto la brecha entre unos pocos privilegiados y mayorías que no logran mejorar sus condiciones de vida; hay monopolios abusivos; la globalización ha producido pérdida de empleos en industrias tradicionales y crece el desempleo en general; las colas para atenderse precariamente en la salud y la pésima educación afectan la vida de las personas, etc.

Los outsiders carismáticos articulan soluciones mágicas a todos estos males con discursos anti sistema que prometen un cambio radical y la restauración de la justicia y la equidad, con lo que tocan las fibras emocionales más que las racionales o éticas de los electores, que eligen el sueño del cambio radical favorable a la atención de sus necesidades

Esto ha ocurrido una y otra vez. Entre los líderes carismáticos antisistema que han asomado en el último tiempo logrando un alto nivel de votación tenemos a Manuel López Obrador (México), Javier Milei (Argentina), Nayib Bukele (El Salvador), Boris Johnson (Reino Unido), Volodymyr Zelensky (Ucrania), Matteo Salvini (Italia), Imran Khan (Pakistán), Marine Le Pen (Francia) y Pedro Castillo (Perú). Le lista sin duda seguirá creciendo y puede ocurrir nuevamente en el Perú en el 2026

En ese escenario, la pregunta a los jóvenes sería ¿qué piensan hacer al respecto’? Alinearse y acomodarse en esta realidad o convertirse en los antisistemas de los antisistemas, agentes de cambio, que luchen por revertir los males de las democracias fallidas para convertirlas en democracias exitosas.

Regresando a los estudiantes, no sé qué irán a proponer, pero creo que la discusión debiera estar presente en todas las aulas y hogares especialmente en este período pre electoral, porque quedan pocas oportunidades para disrumpir las tendencias que en muchos países ya se han convertido en inexorables.

Por el lado de los candidatos decentes y democráticos que pudieran ofrecerse para gobernar, deben encontrar la estrategia de articulación y comunicación que aceptando que representan al establishment sean creíbles en base a su trayectoria, transparencia y presentación del equipo capaz de sacar adelante planes y propuestas visibles que pueden mejorar prontamente el nivel de vida de la población.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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