Terror islamista en el Cáucaso

Por Ricardo López Göttig

Ayer domingo 23 de junio, se reportó una serie de ataques terroristas contra templos judíos, iglesias ortodoxas rusas y autoridades policiales en Daguestán, república autónoma de la Federación Rusa, en el norte del Cáucaso. En estos ataques, murieron un sacerdote ortodoxo y agentes de la policía, en diferentes atentados cometidos en forma coordinada. Todas las pistas conducen hacia Wilayat Kavkaz, es decir, el brazo local del Estado Islámico, conocido hace un decenio atrás como ISIS.

De acuerdo al Institute for the Study of War, que hace un seguimiento exhaustivo de varios conflictos bélicos en el mundo, ya desde abril de este año la unidad antiterrorista regional de la Organización para la Cooperación de Shangai (que integran Rusia, China, Irán y mayormente países de Asia Central) había prevenido a las autoridades rusas sobre el reclutamiento de nuevos miembros y accionar de este grupo islamista en el norte del Cáucaso. Pero tanto en el ataque en el Crocus Hall, de marzo de este año y que significó más de un centenar de muertos, como en esta ocasión, el gobierno de Rusia insiste en desviar la atención y la adjudicación de la responsabilidad hacia Ucrania y la OTAN, como un modo de poder encajar forzadamente la guerra que está librando en suelo del país vecino con el accionar terrorista del Estado Islámico. Explicación equivocada que habla más de las necesidades de justificar una guerra injusta y absurda, que asegurar la paz y la tranquilidad para sus propios habitantes.

El carácter antisemita de la guerra que desató Hamas en octubre del año pasado ha trascendido las fronteras y encendió a una serie de grupos que pueden o no estar vinculados a la estrategia iraní. En el caso del Estado Islámico, se suma a la ola de la Jihad global que no es solo de carácter antisemita, sino también anticristiano, y no sólo contra el bloque occidental, sino con una perspectiva planetaria que incluye a Rusia, país al que perciben del mismo modo que al continente europeo y a los Estados Unidos.

La glorificación a Hamas y Hezbollah, y la atmósfera creciente de hostilidad y violencia, desde los campus universitarios a pueblos en Rusia, pasando por las calles y barrios de Francia, se ha transformado en una espiral de difícil contención, y que hasta puede llevarse por delante a sus actuales propagadores en la radicalización creciente de estos grupos armados. Y es que la guerra internacional contra el terrorismo que comenzó en 2001, lejos de haber concluido, toma nuevas formas y protagonistas que intentan imponer un califato mundial en base a la muerte y la destrucción.