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Koraj – historia reciente

Radio Jai-Koraj – historia reciente

Por el Rab. Yerahmiel Barylka

HISTORIA RECIENTE

La división del debate sobre las reformas judiciales reflejó el hecho de que los israelíes han ido más allá del debate sobre los méritos relativos de los cambios técnicos en el poder judicial y comenzaron a discutir sobre una serie de cuestiones difíciles, como el papel de la religión en la sociedad israelí, la identidad nacional y las cualidades que definen el sistema de gobierno de Israel. Todas estas cuestiones se entrelazan con los debates sobre el carácter judío y democrático de Israel. De este modo, el paquete de reformas judiciales ha estimulado un debate nacional de alto nivel sobre lo que significa ser israelí. Las divisiones resultantes han suscitado preocupación por la seguridad israelí, por la forma en que la inestabilidad actual afectará a la economía israelí y por la posibilidad de violencia entre los israelíes.

El debate aborrecible fue incitado por grupos políticos bien definidos que tenían como propósito establecer las condiciones para guardar el poder político en sus manos. No dudaron en usar un idioma execrable, ofensivo y lleno de falsedades que desconcertaron a la sociedad.

El 7 de octubre, Sheminí Atzeret, día en que Hamás atacó desde Gaza, se produjo la peor catástrofe de la historia de Israel. Todos los sistemas operativos y de inteligencia de Israel se vinieron abajo; todas sus concepciones políticas se demostraron falsas. En el espacio de 24 horas, los israelíes perdieron la fe en que su Estado podía protegerlos.

Hamás había detectado la división en el pueblo lo que lo convirtió en fácil presa de su ataque.

EL VALOR DE LA UNIÓN Y LA PAZ

La bendición que los cohanim deben dar a los hijos de Israel: «Y le dijo el Eterno a Moshé: «Dile a Aarón y a sus hijos: ‘Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Que el Eterno te bendiga y te guarde. Que el Eterno haga resplandecer Su rostro sobre ti y te de Su merced. Que el Eterno alce Su faz sobre ti y te dé la paz. (Bemidbar – Números 6:22-27).

LA HISTORIA DE KORAJ Y SUS SECUACES

En esta porción de la Torá, Koraj y sus seguidores acusan a Moshé y Aarón de tomar el poder y el ascendente para sí mismos a expensas de la comunidad. Moshé se defiende de los insurrectos diciendo que el Señor dará a conocer la presencia de Dios. Entonces,  la tierra abre y se traga a Koraj y a sus seguidores.

LA CONTROVERSIA ÉTICA

La paz -personal, doméstica y comunitaria- es considerada en la tradición judía como la mayor de todas las bendiciones.

La bendición de la paz es el clímax de las bendiciones sacerdotales.

Sin embargo, la paz no debe entenderse como unanimidad y uniformidad de opiniones. Sería muy difícil establecer la paz en la sociedad si la unanimidad fuera un requisito previo.

Sería totalmente imposible, ya que los judíos no estamos predispuestos especialmente a la uniformidad de opinión. Nuestro pueblo se ha caracterizado por la independencia de pensamiento. El Talmud en sí es testimonio monumental de la divergencia de puntos de vista y opiniones.

La guemará Berajot 58 a estudiamos que “quien ve multitudes de israelitas debe decir “Bendito… que eres sabio en los secretos”, porque sus mentes difieren y sus rostros también“.

Los rabinos lo expresan también diciendo que al igual que los rostros de las personas son diferentes entre sí, también sus opiniones difieren. Y se podría añadir que, al igual que la variedad de la fisionomía contribuye a la estética de la vida, la variedad de opiniones contribuye a la estimulación intelectual y al entusiasmo.

Además, la controversia no siempre debe perturbarnos.

El principal teórico del jasidismo el Rabí Dov Ber ben Avraham de Mezeritch, que conocía muy bien la vida de la controversia, nos dijo que nunca nos desanimemos cuando nos enfrentemos a una oposición violenta. A veces debemos aceptarla como un cumplido: el salteador de caminos ataca al hombre que lleva joyas, nunca se molesta con un hombre que conduce una carreta de paja o basura.

En este sentido, los maestros sabían que la controversia puede ser tanto mala como buena. A veces es constructiva, a veces destructiva. En el cuarto capítulo de Avot, dijeron lo siguiente: “Toda controversia que sea por el bien del Cielo, al final perdurará. Y una discusión que no esté motivada por las exigencias del Cielo,   no perdurará. ¿Cuál es una polémica por el bien del Cielo? — las disputas entre Hilel y Shamai. ¿Y cuál es una controversia no por el Cielo? — la disputa de Koraj y su grupo contra Moshé y Aarón”.

Así pues, los rabinos consideraban que la controversia era a veces aconsejable y de valor perdurable y a veces destructiva y que debía evitarse. En ese caso, todo el asunto de la disputa y el contencioso merece un análisis más detallado, porque estamos la ética de la controversia, y debemos aprender a determinar cuándo está bien y cuándo está mal. En una generación como como la nuestra, en la que las vicisitudes del movimiento social y de la opinión política, cuando la vida cotidiana se compone de reivindicaciones innegociables y violentos enfrentamientos, de divisiones y fuertes disensiones, es vital que empecemos a considerar al menos los fundamentos de la ética de la controversia.

La primera fuente de esta ética nos la proporcionan por Hilel y Shamai mismos. Estos dos grandes Tanaítas estaban a menudo en desacuerdo entre sí. Sus debates abarcaban toda la Halajá. Normalmente decidimos la Halajá según Hilel, y sólo en muy pocos casos la decisión recae en Shamai.

La Mishná (Eduyot, Cap. I) pregunta ¿Por qué es necesario mencionar la opinión de Shamai o la de Hilel cuando ese punto de vista particular es declarado inaceptable, y la Halajá se queda con su disputante?

¿No habría sido más sensato simplemente codificar la ley según la opinión que aceptamos, y no molestarnos en mencionar la opinión minoritaria? La Mishná responde: que ello viene a enseñar a todas las generaciones futuras que un hombre nunca debe ser persistente en sus opiniones, pues los “padres del mundo” no fueron perseverantes en sus opiniones.

Lo que la Mishná quiere decir, es que Hilel y Shamai, los padres de la Torá Oral, los principales canales para la transmisión de la sagrada tradición judía, eran personas que se enzarzaban constantemente en disputas, debates y polémicas, pero siempre con respeto entre ellos. Eran valientes defensores de opiniones diferentes, pero siempre eran intelectualmente honestos, y cuando uno veía que su opinión era débil y la de su oponente era más sólida, no dudaba en admitir la verdad y ceder.

Hilel y Shamai nos enseñan que debemos ser enérgicos en la persecución de nuestras ideas, pero nunca obstinados; resueltos, pero nunca implacables; incorruptibles, pero nunca inamovibles.

Debemos buscar poseer los ideales más elevados, y defender nuestras opiniones, incluso firmes, pero nunca debemos ser ciegos al pensamiento del oponente. No debemos ser cerrados ni flácidos de mente, sino mantenernos en el justo medio teniendo la mente abierta. De este modo, la controversia se convierte en verdadero diálogo y no la mera confrontación de dos monólogos.

Un segundo punto de referencia en la ética de la controversia se refiere a la definición de “leshem shamaim” -por el bien del Cielo. Cuando una opinión discrepante está motivada por ideales tan elevados, y ¿cuándo se basa en motivos egoístas y ocultos? Por desgracia, es muy difícil de determinar. Por lo general las partes alegan tener “sinceridad”, “altura de miras” y “por el bien del Cielo”. En un momento caprichoso, los rabinos nos dicen que Caín y Abel, en su disputa que acabó en fratricidio también reclamaron, cada uno para sí, la verdad absoluta.  Se repartieron el mundo entre ellos, pero lucharon por un pequeño trozo de territorio en el que se construiría el Templo en generaciones posteriores. Cada uno argumentó: Realmente no tengo nada especial más que hambre por más territorio, todo lo que quiero es este pequeño pedazo, porque en él se construirá el Templo, y todo lo que quiero es apenas unos metros.

Entonces, ¿cómo vamos a discriminar entre lo que es “por el bien del Cielo” y la que no lo es?

Un gran y perspicaz comentarista de la Torá de hace unos 400 años, el rabino Eliezer Askenazi (Maasé Hashem) nos ofrece un valioso criterio para decidir cuándo un argumento es verdaderamente genuino y cuándo no.

Se remite a la Mishná que hemos citado, pero la interpreta de forma algo diferente:

Esto no significa, dice, que una disputa que es por el bien del Cielo al final perdurará. Significa más que eso. La palabra sof, “fin”, tiene dos significados, igual que la palabra “fin” tiene dos significados en español: el de conclusión y el de propósito, como en “medios y fines”. Ahora leemos esta cláusula de la siguiente manera: ¿cómo sabemos saber si un argumento es verdaderamente “por el bien del Cielo”? — si su propósito es la resistencia y la supervivencia, leitkayem. Un argumento es “por el bien del Cielo” cuando se esfuerza por perpetuar la institución, el ideal o el principio que está en disputa.

Así, cuando Hilel y Shamai discuten sobre una halajá específica, eso es leshem shamaim porque cada uno desea genuinamente la perpetuación de la Halajá como tal. Pero, cuando Koraj y su camarilla se rebelaron contra Moisés, no buscaban la seguridad del liderazgo espiritual, sino la destrucción del sacerdocio y del liderazgo de Moshé.

Una tercera idea para una ética de la controversia es un poco más sutil.

¿Cuál es la diferencia si una opinión permanece válida teóricamente, si en la práctica no actuamos sobre ella? Simplemente esto: que, en última instancia, las condiciones pueden cambiar, y entonces las decisiones pueden cambiar y una opinión rechazada temporalmente puede ser aceptada más tarde como válida, mientras que la aceptada ahora puede ser rechazada más tarde. Lo que ahora se acepta puede quedar eclipsado más adelante.

Este es el significado del pasaje de nuestra literatura que nos dice que cuando Hilel y Shamai estaban enfrascados en sus debates, una Voz Celestial salió y proclamó:   “Tanto éstas como éstas son las palabras del Dios vivo”. Es cierto que a efectos prácticos casi siempre aceptamos la opinión de Hilel y no la de Shamai; no obstante, las opiniones de Shamai siguen siendo opiniones válidas, constituyen el corazón y la sustancia de la Torá como tal. Si un hombre decidiera pasar toda su vida estudiando sólo las opiniones rechazadas de Shamai, cumple con el mandamiento del estudio de la Torá en el mismo grado y medida que un hombre que estudia sólo las opiniones de Hilel aceptadas como halajá.

En un pasaje notable, el Zohar nos dice que mientras que en nuestros tiempos aceptamos las opiniones de Hilel sobre Shamai, sin embargo, en el gran futuro después del Mesías, las decisiones cambiarán, y las opiniones de Shamai prevalecerán. Esto es precisamente lo que el Zohar quiso decir: Una opinión puede no ser aceptada en la práctica, pero si es “por el bien del Cielo,” conserva su propia santidad y su supervivencia está asegurada.

Aunque inmediatamente, por ahora, sólo aceptemos un punto de vista, el otro sigue siendo una opción viable y viva, lista para ser adoptada cuando el tiempo lo permita.

Lo que hemos mencionado no es más que el principio de un marco para la ética de la controversia. Es importante para orientarnos en las controversias de nuestro periodo histórico.

“El Señor dará fuerza a su pueblo, el Señor bendecirá a su pueblo con la paz”.

Porque shalom o paz no significa uniformidad o unanimidad de opinión. Significa, más bien, un estado de amistad, amor y respeto mutuo incluso cuando se fomentan las diferencias de opinión, incluso durante la controversia, incluso en medio de la disputa. Y para alcanzar este equilibrio — discusión y paz, disputa y respeto, controversia y para ello se necesita sabiduría e inteligencia y, sobre todo, el tipo de fuerza moral que proviene de la Torá.

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