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Semana de terremotos políticos

Ricardo López Göttig

Por Ricardo López Göttig

Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia están viviendo terremotos políticos, en plena crisis internacional. Si bien se inscriben dentro de las reglas del juego democrático, los cambios fuertes en la opinión pública apuntan contra líderes que se han deslegitimado, dando volantazos electorales a los que habrá que acomodarse rápidamente.

Como resultado del debate entre los dos principales candidatos presidenciales en Estados Unidos, desde las propias filas del Partido Demócrata comenzó un severo cuestionamiento a la continuidad de Joe Biden como primero de la fórmula para las elecciones de noviembre de este año.

Emerge, así, como candidata probable la vicepresidente Kamala Harris, aunque el actual presidente insiste en permanecer en carrera. Esto no afecta solamente a las posibilidades del partido en el gobierno, un asunto doméstico, sino a la desconfianza sobre la capacidad de gobernar y toma de decisiones del actual primer mandatario, más allá de las evidentes señales que se venían advirtiendo sobre su deterioro. Quedan pocas semanas para que la convención del Partido Demócrata ratifique la candidatura de Joe Biden, lo que sería un suicidio electoral con resultado previsible para el retorno de Donald J. Trump a la presidencia, prácticamente un obsequio para los republicanos que podrían hacerse también de las dos cámaras del Congreso.

En el Reino Unido, tras catorce años de gobiernos conservadores y cinco primeros ministros de ese signo, finalmente fueron desalojados por el Partido Laborista de Keir Starmer, quien volvió a colocar en el centro a esa formación política tras los tiempos fallidos y lamentables de Jeremy Corbyn. En este sentido, se trata de un cambio muy previsible y que, quizás, despeje algunas incógnitas sobre la política británica para los próximos años tras su deriva a partir del Brexit. No cabe esperar su regreso a la Unión Europea o a la EFTA, pero sí el fin de cierto aventurerismo en la definición de su política exterior.

El cuadro más complejo es el de Francia, una república semipresidencial desde tiempos de Charles de Gaulle: un primer magistrado casi monárquico que tendría que cohabitar con un primer ministro de ¿otro signo político o un gabinete técnico hasta nuevos comicios en doce meses? La Asamblea Nacional, el parlamento francés, quedó partido en tres: el Nuevo Frente Popular, un conglomerado de varias izquierdas no necesariamente coherente, con la primera minoría en bancas; las fuerzas políticas que se identifican con el presidente Emmanuel Macron como inesperada segunda bancada; y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen que, tras muchos años de desprenderse de los elementos que públicamente se mostraban como francamente ultraderechistas, ultranacionalistas y antisemitas, ha quedado tercero en escaños pero como primera fuerza en el voto popular. Un escenario imposible para formar un gobierno, con un centro que se desdibuja tironeado por extremos, y los dos antiguos partidos de la V República (Los Republicanos, neogaullistas; y el Partido Socialista) haciendo lo imposible por sobrevivir ante estos tsunamis de la vida política gala.

Estos tres países son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, miembros de la OTAN y poseen arsenal atómico. Sólo uno de ellos, Francia, permanece en la Unión Europea –cuestionada por Le Pen y Mélenchon-. Un cocktail de incertidumbre cuando hace falta previsibilidad y continuidad en las políticas de Estado frente a desafíos más allá de sus fronteras. El mundo se asemeja cada vez más a la oscura pesadilla del período de entreguerras, cuando las corrientes autoritarias golpeaban las puertas de las pocas democracias existentes, para destruirlas por dentro.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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