Ante lo (casi) inevitable
Por Ricardo López Göttig
Tras el temprano debate de los dos grandes candidatos presidenciales en Estados Unidos, el presidente Joe Biden y el expresidente Donald Trump, en el que el actual primer mandatario hizo una lastimosa presentación, comenzó la debacle en el campo del Partido Demócrata. A tiempo para reemplazar a su candidato antes de la convención partidaria, que se realizará en agosto, hubo una catarata de pedidos para que Biden renunciara a su nominación ante un desastre inminente en las elecciones generales del 5 de noviembre. Y es que no se trata sólo de la fórmula presidencial, sino también de que se renueva la totalidad de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado, además algunas gobernaciones, legislaturas estaduales y gobiernos locales.
Joe Biden hizo caso omiso a todos estos llamados a su renuncia. Quizás, ahora, ya nadie se preocupe por él como candidato presidencial. Porque el atentado contra el expresidente Donald J. Trump durante el fin de semana, en el que casi fallece y que dejó el saldo de un muerto y algunos heridos al acto en el que fue atacado, lo ha catapultado a una victoria (casi) inevitable. Casi, porque nunca se puede dar por completo seguro un resultado electoral de aquí a unos meses. Pero si la elección fuese hoy, no cabría duda del resultado.
Esta semana se celebra la convención del Partido Republicano en Milwaukee, en donde será proclamado oficialmente Donald Trump, junto a quien será su compañero de binomio. Este partido fue mutando en muy pocos años para transformarse en un partido netamente trumpista, de carácter personalista y tinte nacionalista y que se resume en el slogan de Make America Great Again, MAGA, la fórmula mágica que sintetiza las esperanzas y sueños que cada persona pueda tener. El antiguo establishment republicano quedó desplazado, o bien se convirtió al trumpismo para sobrevivir.
En este contexto, en el que presumiblemente Trump puede ganar en el voto popular y, lo realmente determinante, en el colegio electoral, sólo cabe preguntarse por la magnitud que alcanzará esta victoria. ¿Obtendrá la mayoría en las dos cámaras legislativas? No será fácil sostener el clímax de aquí a noviembre, pero reina la depresión entre los demócratas ante este panorama casi irremontable. Es por ello que seguramente Biden continúe como candidato, ya destinado a ser derrotado, porque será sumamente difícil hallar a alguien dispuesto a confrontar con tan pocas chances y asumir todo el costo de perder. En un mundo guiado por la imagen, la foto de un Donald Trump ensangrentado y con el puño al aire, desafiante, y la bandera estadounidense detrás, es imbatible frente a toda la argumentación que se pueda esgrimir.
El resto del mundo, pues, deberá tomar nota con varios meses de anticipación que el próximo inquilino a partir del 20 de enero de 2025 será una vez más, si es que no hay sorpresas en este camino azaroso, Donald J. Trump. Y más allá de la circunstancia de que gane tal o cual candidato y cuál sea su coordenada ideológica, cabe preguntarse por la salud del régimen constitucional, del gobierno de las leyes, del equilibrio de poderes y controles, ante el auge de los personalismos que todo lo pueden.
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