Ante el resurgimiento del antisemitismo ostensible es bueno leer las profecías de Bilam
כִּי לֹא־נַחַשׁ בְּיַעֲקֹב וְלֹא־קֶסֶם בְּיִשְׂרָאֵל כָּעֵת יֵאָמֵר לְיַעֲקֹב וּלְיִשְׂרָאֵל מַה־פָּעַל אֵל: (במדבר פרק כג פסוק כג)
MA TOVU OHALEJA YAAKOV
ANÉCDOTA PERSONAL
Estaba hace pocas semanas en París y apenas dejamos las maletas al hotel recorrimos no más de 20 metros cuando un señor nos enfrentó [después nos dimos cuenta que amistosamente] para detenernos y decirnos en hebreo que está escrito en la Torá “ונשמרתם מאוד לנפשותיכם” que podemos traducir “Tened mucho cuidado de vosotros mismos” y también “Guardad, mucho vuestras almas” y también “Cuiden mucho sus existencias”, conminándonos a no circular por las calles llevando símbolos judíos con los cuales nos podrían reconocer y ser atacados.
No es la primera vez en mi vida que recibo este tipo de recomendaciones, pero nunca había sido de manera tan perentoria.
Incluso, el señor nos acompañó unos metros para mostrarnos donde se podía comprar una gorra para que no me vean la quipá. Era evidente que este buen hombre buscaba nuestro bien y que junto con la mayoría absoluta de los judíos franceses habían decidido más tarde metamorfosearse para no ser descubierto el temor de ser atacado. Compré una gorra y la lleve puesta dos días de mi estadía porque imaginaba y no me equivoqué, que iba a reencontrarme con ese hombre a la sazón un farmacéutico vecino al hotel, hasta que tome la decisión de no unirme a la petición aun a riesgo que vuelva a regañarme.
Lejos quedaron los tiempos cuando antisemitas molestaron a un niño que llevaba quipá en esa ciudad, y hasta los javerim del Hashomer Hatzair organizaron una marcha por el centro de la ciudad cubriendo todos sus cabezas.
La quipá anuncia que no sólo se es judío, sino que se es orgulloso y observante.
Quitarse la quipá de la cabeza en un país supuestamente libre, rompe la ilusión de que somos considerados como cualquier otro ciudadano en ese país. Pero, por desgracia, eso no es cierto.
Es cierto que, a los ojos de la ley, todos los ciudadanos deben recibir un trato justo, independientemente del grupo al que pertenezcan. Y por muchos años se nos animó a acoger y celebrar la diversidad, pero al igual que muchas otras minorías, los judíos son a menudo más tolerados que celebrados. No estamos solos en esa posición indeseable; históricamente, los negros en Estados Unidos lo saben demasiado bien.
Cada vez vemos más personas que llevan la cabeza cubierta en público, como el turbante, que identifica a su portador como sij practicante, el kufi, como musulmán, y la quipá, como judío.
Hoy en día no se quitan al entrar en un edificio, como antes hacían los ciudadanos de muchos países occidentales. Sin embargo, la práctica de quitarse el sombrero persiste hasta hoy al entrar en una iglesia o al escuchar el himno nacional en los países de la dispersión. Cuando minorías observantes como los sijs, los musulmanes y los judíos no acatan esa costumbre, de acuerdo con sus creencias religiosas, a menudo son mirados con recelo por sus conciudadanos.
La verdad, a veces olvidada, es que a lo largo de la historia los judíos hemos sido odiados y perseguidos incluso cuando éramos humildes esclavos en Egipto, habitantes impotentes de los guetos europeos, dhimmis de los gobiernos árabes y musulmanes y víctimas de los genocidas nazis.
Aunque es propio de la naturaleza humana querer caer bien y ser aceptado por el prójimo, la propia naturaleza del judaísmo desalienta la inclusividad. En el pasado, los judíos eran muy diferentes de los gentiles. Nuestras diferencias se manifestaban en marcado contraste con el resto de nuestros compatriotas: desde los alimentos que comíamos, la ropa que vestíamos, las fiestas que celebrábamos y el Shabat que observábamos. Rezábamos en una lengua extranjera, íbamos a la sinagoga, no a una iglesia ni a una mezquita, y desaconsejábamos enérgicamente los matrimonios exogámicos. La mayoría de edad estaba marcada por un Bar o Bat Mitzvá y nunca nos bautizaban. Como pueblo sin tierra, fuimos acomodados por algunos países de acogida amigos y tolerados en otras naciones no tan amigas.
Hasta la creación del Estado de Israel, los judíos no han sido la religión mayoritaria en ningún país del mundo, desde antes de la diáspora, hace dos mil años. Durante más de dos milenios, nuestro pueblo ha sido conocido como “judíos errantes”, un pueblo exiliado de su patria. Históricamente, los judíos han optado por mantenerse al margen de la cultura mayoritaria, no por un sentimiento de superioridad, sino por la práctica de un estilo de vida diferente. Y los no judíos estaban más que dispuestos a ayudar a mantenernos separados. Durante siglos, los dirigentes de iglesias y mezquitas predicaron el antisemitismo por la negativa de los judíos a incorporar las teologías cristiana y musulmana al canon del judaísmo normativo. Esas razones, unidas al hecho de que los judíos éramos una minoría diferenciada, nos convirtieron en un blanco fácil para el maltrato y la explotación. A menudo se nos consideraba extraños en nuestra tierra natal, el “otro”, el forastero, el judío. Era el precio que pagábamos por nuestro separatismo autoimpuesto, unido a la intolerancia voluntaria y a menudo entusiasta de nuestros conciudadanos.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, no era correcto políticamente mostrarse como antisemitas y creímos que excepto por algunas agresiones esporádicas, todo judío podía moverse libremente en cualquier país del mundo.
Una de las consecuencias de la guerra iniciada el 7 de octubre fue que las máscaras que ocultaban los sentimientos de los antisemitas cayeron rápidamente y surgieron las agresiones abiertamente.
Haber oído el buen consejo de ese judío francés fue un momento de debilidad, pese a la buena intención de ser agradecido con quien deseaba protegerme.
En mi opinión, la mejor defensa que tenemos de nuestros enemigos es portar todas las señales de nuestra identidad con orgullo y sin temor.
El secreto de nuestra subsistencia se encuentra en nuestra negativa de rendirnos a quienes desean, desde adentro del pueblo y desde afuera, a homogeneizarnos con la mayoría para pasar desapercibidos.
Ahora que tenemos un Estado propio después de dos mil años, estamos obligados moralmente a asumirnos totalmente y exigir que nos respeten el derecho de ser diferentes.
EN NUESTRA PARASHÁ BALAK
Bilám, fue profeta no israelita de la época de Moshé que es una figura enigmática. Su relato principal en Bemidbar-Números (capítulos 22-24) no lo presenta ni como amigo ni como enemigo de Israel. Sin embargo, los comentaristas lo ven de forma negativa. En Devarim, y los libros de Yehoshúa-Josué y Nehemías, se describe a Bilám como alguien que intenta maldecir intencionadamente a los israelitas, aunque Dios interviene para convertir sus maldiciones en bendiciones. Así, mientras que su papel original era imparcial, las interpretaciones posteriores lo describen como un enemigo de Israel.
En mi punto de vista, toda vez que intentó maldecir a Israel, su subconsciente lo traicionaba y sus palabras podían interpretarse como profecías del bien.
Antiguos intérpretes judíos imaginaban a Bilám como el seductor gentil prototípico.
Muy parecido a los líderes de las naciones que “doraban la píldora” con su amistad con Israel para darle la espalda cuando su cercanía era fundamental para superar el terrorismo asesino.
El relato bíblico del comportamiento de Balaam, sin interpretación rabínica, es bastante sencillo. Balac, rey de los moabitas, ha pedido a Bilám, un hechicero no israelita, que lance una maldición sobre Israel. Balac, consciente de que los Hijos de Israel han sido bendecidos por Dios, espera que una maldición permita a los moabitas salir victoriosos en su batalla contra los israelitas. Después de varias súplicas de Balac, junto con el permiso de Dios y una parada en el camino con el ángel de Dios, Bilám termina su viaje en la cima de una montaña, donde ve desde lejos a los Hijos de Israel acampados. Desde allí, Bilám bendice a los israelitas cuatro veces (Núm. 23:7-10, 18-24; 24:3-9, 15-24). Es una de las poesías más bellas de toda la literatura bíblica.
Pero rabí Yojanán, un sabio del siglo III de la tierra de Israel, desconfía de las bendiciones de Bilám, de modo que cuando “Dios puso una palabra en la boca de Bilám ” (23:5) para bendecir a los israelitas, fue como un “anzuelo” (Sanedrín 105b). En otras palabras, rabí Yojanán creía que estas palabras de bendición causaron a Bilám un gran dolor, como a un pez que queda atrapado.
Leibowitz, en su comentario, señala que “también Maimónides afirmó en su Guía de los Perplejos que cuando la Torá dice: ‘Y Dios puso una palabra en boca de Bilám, las palabras eran, en esencia, palabras de Dios, y que Dios enseñó a Bilám de memoria, lo que indica que Bilám nunca creyó ni por un momento sus propias palabras de bendición.” Lo que sella el acuerdo de Rashí para hacer de Bilám el malo es que es responsable (31:16) de animar a las mujeres moabitas a seducir a los hombres israelitas en Baal-peor. Es preocupante, pero no sorprendente, que el texto de la Torá culpe a Bilám, un líder religioso no israelita, y a las mujeres del comportamiento inmoral de los hombres israelitas.
Por otra parte, el rabino Shimshon Raphael Hirsch, en su comentario sobre el libro de Bemidbar- Números (capítulo 24:1-2), escribe lo siguiente sobre Bilám: “Y cuando [él] vio que al Señor le agradaba bendecir a Israel, no fue, como otras veces, a encontrarse con encantamientos, sino que puso su rostro hacia el desierto. Y Bilám alzó sus ojos y vio a Israel habitando tribu por tribu. Y el espíritu de Dios vino sobre él”. Hirsch escribe: “El velo se había levantado de sus ojos, cuando empezó a darse cuenta de que la voluntad de Dios no podía ser influenciada por medio de la hechicería. Los sentimientos que había expresado en las dos ocasiones anteriores en el capítulo 23, versículos 9 y 20, se convirtieron ahora en sus propias convicciones internas . . . Ahora no se trataba de que Dios pusiera una palabra en su boca contra su voluntad, a pesar suyo, como hasta entonces, sino de que el espíritu de profecía sin restricciones informaba sus expresiones”.
EL VERDADERO PROFETA
Entonces, ¿quién era el verdadero Bilám? ¿Era profeta, hechicero, santo o pecador? El judaísmo da voz a una pluralidad de opiniones, y el hecho de que podamos estar de acuerdo en discrepar, ya sea debatiendo sobre la halajá, la política de Israel o las motivaciones internas de personalidades bíblicas, es no fundamentalista y democrático.
Tengo La tendencia a encontrar en Núm. 31:16 un elaborado esquema de seducción encontró también su camino en la imaginación rabínica, como demuestra la conocida descripción del consejo de Bilám a Balac en Sanedrín 106a (trans. del autor):
אלהיהם של אלו שונא זימה הוא, והם מתאוים לכלי פשתן, בוא ואשיאך עצה: עשה להן קלעים, והושיב בהן זונות, זקינה מבחוץ וילדה מבפנים, וימכרו להן כלי פשתן. “
El Dios de este pueblo odia la lascivia, y el pueblo desea vestidos de lino. Venid, os daré un consejo. Hazles cortinas y sienta en ellas a prostitutas: una vieja por fuera y una joven por dentro. Ellas venderán [a los israelitas] ropa de lino
“. עשה להן קלעים… והושיב בהן זונות, זקינה מבחוץ וילדה מבפנים, ובשעה שישראל אוכלין ושותין ושמחין ויוצאין לטייל בשוק, אומרת לו הזקינה: אי אתה מבקש כלי פשתן? זקינה אומרת לו בשוה, וילדה אומרת לו בפחות. שתים ושלש פעמים.
Así que les hizo cortinas. . . y sentó en ellas a prostitutas: una vieja por fuera y una joven por dentro. Cuando los israelitas comían, bebían y se regocijaban, e iban de compras al mercado, la prostituta vieja les decía: “¿No buscáis vestidos de lino?”. La vieja le cotizaba un precio a su valor real, y la joven le cotizaba por menos. Esto sucedió dos o tres veces
ואחר כך אומרת לו: הרי את כבן בית, שב ברור לעצמך. וצרצורי של יין עמוני מונח אצלה… אמרה לו: רצונך שתשתה כוס של יין? כיון ששתה בער בו.
Entonces le decía [al israelita]: “¡Eres como un miembro de nuestra casa! Siéntate y escoge lo que quieras”. Una jarra de vino amonita reposaba cerca de ella, . . . y ella le decía: “¿no quieres beber una copa de vino?”. Cuando bebió, [una pasión] ardió en él
אמר לה: השמעי לי. ¡הוציאה יראתה מתוך חיקה, אמרה לו: עבוד לזה! אמר לה: הלא יהודי אני. – אמרה לו: ומה איכפת לך, כלום מבקשים ממך אלא פיעור, [והוא אינו יודע שעבודתה בכך]. ולא עוד אלא שאיני מנחתך עד שתכפור בתורת משה רבך…
Le dijo: “¡Ríndete a mí!”. Ella sacó su ídolo de su seno y le dijo: “¡Adorad esto!”. Él le dijo: “¡Pero yo soy judío!”. Ella le dijo: “¿Y a ti qué te importa? Sólo tienes que defecar en él”. Él no sabía que así lo adoraban. Más aún, ella le dijo: “¡No te daré descanso hasta que reniegues de la Torá de Moshé, tu maestro!
De este modo, los rabinos elaboran la única frase de Núm. 31:16, “por orden de Bilám”, hasta convertirla en una rocambolesca historia de seducción en la que los hombres israelitas acaban fornicando con prostitutas extranjeras, cometiendo idolatría e incluso negando la Torá.
Guardando todas las distancias, como que la civilización técnica engatusó a judíos de todo el mundo y particularmente a los israelíes haciéndoles creer que todo estaba bien y que la era de la prosperidad duraría eternamente y que ya había que dejar de armarse.
Incluso cuando el ataque del Hamas comenzó, nadie podía creer lo que estaba ocurriendo, ocupados como estábamos en la ilusión de haber llegado al Nirvana.
Todos estábamos haciendo compras de vestidos de lino por medio de la computadora o en excursiones para cambiar el vestuario o para adquirir el último modelo de automóvil eléctrico o de teléfono móvil.
TRES PALABRAS CLAVES EN EL TEXTO
En nuestro texto aparecen tres palabras que traducimos “lo que Dios hizo” Tres palabras, tres interpretaciones. Las tres palabras son: ma paal El.
“Qué ha hecho Dios”, no es, hablando estrictamente, una pregunta, sino una afirmación; no es una expresión interrogativa, sino exclamativa. Forman parte de un versículo en el que Bilam profetiza que Israel será objeto de gran admiración, expresada como adoración de Dios (Bemidbar- Números 23:23). La primera interpretación de cuándo es aplicable este sentimiento, es la adoración y alabanza a Dios cuando nos asombramos ante las maravillas de la naturaleza, y las consideramos una revelación de la jojmá (sabiduría) divina.
La gloria del cosmos, las complejidades de los fenómenos naturales, nos mueven a un espíritu de asombro, y por lo tanto a la adoración. Así, el espíritu de ma paal El, como respuesta a jojmá es evidente en el versículo que recitamos cada día como parte de la bendición sobre la Naturaleza que precede al Shemá, ma rabu maaseja Hashem culam bejojma asita, “Cuán múltiples son tus obras, oh Señor, todas las has hecho con sabiduría”.
Sin embargo, este sentido de la maravilla no debe restringirse a los fenómenos naturales. Muchas personas ven a menudo el genio humano en competencia con la obra de Dios. Según esta concepción, la religión sólo tiene sentido allí donde la ciencia no tiene respuestas, como si la fe en Dios estuviera en función de la ignorancia humana. Así, se considera que la ciencia y la tecnología desplazan progresivamente a la religión. De forma menos sofisticada, a menudo oímos un eco de este concepto cuando la gente dice: “¿Cómo se puede creer en Dios, o realizar esos rituales, en una Era Espacial?” La respuesta, es que no hay contradicción. Al contrario, una persona verdaderamente religiosa ve la sabiduría de Dios en la sabiduría del hombre, ya que, en el judaísmo, Dios y el hombre, se reconocen como socios en la Creación. Si el hombre es la “imagen de Dios”, entonces, para continuar con la metáfora, los logros del hombre (ya sea en la ciencia o en las artes) son un reflejo de la sabiduría divina.
LA EXTRAÑA BENDICIÓN QUE ÚNICAMENTE FIGURA EN NUESTRO DEVOCIONARIO Y QUE ES POCO CONOCIDA TAMBIÉN POR LOS JUDÍOS
No es de extrañar que cuando contemplamos a un hombre particularmente sabio, ya sea judío o no judío, se nos pida recitar una bendición que alabe a Dios que da de Su sabiduría, o la comparte, con la carne y la sangre[1]. De hecho, Samuel B. Morse, en Washington, el 24 de mayo de 1844, envió a través de su recién inventado telégrafo eléctrico el primer mensaje que inauguró la era de la telegrafía: “¡Qué ha hecho Dios!” Comprendió, como desgraciadamente muchos de nosotros no comprendemos, que no sólo la naturaleza sino también la creatividad humana deben suscitar en nosotros la reacción “¿Qué ha hecho Dios?”, pues la sabiduría de Dios se refracta a través de los cerebros humanos. El segundo ámbito en el que es apropiado este tipo de reacción es el del poder divino o guevurá. La propia palabra E’l significa no sólo Dios, sino poder. Por ejemplo, en el modismo hebreo bíblico si uno quiere decir: “Tengo poder para hacerlo”, dice yesh leel yadi –
BENDICIONES POR FENÓMENOS NATURALES
Los estallidos naturales se consideran una manifestación del poder de Dios. Así, cuando oímos un trueno, por ejemplo, recitamos una bendición en la que hablamos de Dios shekojo ugvurato male olam, “Cuyo poder y fuerza llenan el mundo”.
Normalmente, sin embargo, tendemos a ver el poder divino revelado sólo ante la debilidad humana, sólo ante la vulnerabilidad humana, como terremotos o tornados o cualquier explosión de la naturaleza en la que el hombre está indefenso y la gente es víctima. Pero esto es desafortunado e incompleto, porque implica que sólo las calamidades son “actos de Dios”, tales que merecen e inspiran la reacción: “Qué ha hecho Dios”.
En la Amidá, nos referimos al poder de Dios como su propensión a dar vida: ata guibor A. mejaye hametim El poder de Dios se revela en Su resurrección de los muertos. Del mismo modo, el judaísmo ve el poder divino en la lluvia que fructifica y enriquece la tierra, así como en la lluvia que llega en torrentes destructivos. Las palabras mashiv haruaj umorid hagueshem, que Dios “hace soplar el viento y descender la lluvia”, forman parte del birjat haguevurá, la bendición sobre el poder divino. Muchas personas tienden a atribuir sus derrotas a Dios, y sus triunfos a sí mismas; su mala fortuna al poder de Dios, su buena fortuna a sus propias proezas. A menudo me encuentro con personas que me informan de que un determinado año ha sido económicamente malo y, por tanto, están recortando sus presupuestos, y el primer lugar en el que recortar, por supuesto, es la caridad. Es una forma indirecta de decir: mi mala suerte es un “acto de Dios”, y como Dios es el responsable, debe sufrir la primera consecuencia. Curiosamente, esas mismas personas, cuando tienen un año de gran avance económico, no atribuyen tan a la ligera la feliz noticia a Dios y, por tanto, aumentan sus aportaciones caritativas…
PERSONAS AUTÉNTICAMENTE RELIGIOSAS
Una persona genuinamente religiosa dirá que ma paal El es amor. Los rabinos interpretaron el versículo completo כִּי לֹא־נַחַשׁ בְּיַעֲקֹב וְלֹא־קֶסֶם בְּיִשְׂרָאֵל כָּעֵת יֵאָמֵר לְיַעֲקֹב וּלְיִשְׂרָאֵל מַה־פָּעַל אֵל: (במדבר פרק כג פסוק כג), como: Israel prosperará (se refiere al futuro), de tal manera que hasta los mismos ángeles preguntarán a Israel, a modo de interrogatorio: “¿Qué ha hecho Dios?”. Israel será tan rico en perspicacia espiritual, fruto del amor y la cercanía a Dios, que Israel estará al tanto del conocimiento divino. Así como los amantes humanos comparten secretos, Dios e Israel también comparten secretos. ¿Cómo alcanzaremos tales secretos? Los rabinos responden (citados parcialmente por Rashí) que Israel se sentará ante el Señor como los alumnos ante su maestro y estudiará la Torá, preguntando sobre cada sección: “¿Qué ha hecho Dios?”, como si dijera: ¿qué significa esto y aquello?
CUANDO LAS COSAS APARENTEMENTE NO VAN BIEN, AL FINAL IRÁN BIEN
En la imaginación popular, este logro espiritual suele ser un signo de los días mesiánicos, cuando Israel prosperará. Pero eso no es, estrictamente hablando, correcto. El amor entre Dios e Israel, como entre los humanos, requiere de fe. Por lo tanto, si hay verdadero amor, entonces Israel debe confiar en que incluso cuando las cosas aparentemente no van bien, al final irán bien, que pronto incluso los ángeles nos preguntarán: “¿Qué ha hecho Dios?”. Así, el Jizkuni[2] interpreta nuestro versículo que kaet pronto, dentro de un año, yeomar leyaakov uleisrael, dirán las naciones paganas respecto a Israel, ma paal El, qué ha hecho Dios, cuando ellas, las naciones no judías, sean testigos de la redención de Israel.
Deberíamos recordar ese principio de fe en el amor divino durante estos días tensos e inciertos. Son días en los que abrimos el periódico cada mañana esperando lo peor, y a menudo lo encontramos. Que estamos pendientes de las noticias que leemos obsesivamente en el teléfono móvil. Incluso aquellos días en los que apenas hay noticias sobre Oriente Medio o Israel, experimentamos una reacción doble: primero alivio, y luego una persistente sospecha de que algo debe estar cocinándose en las cancillerías del mundo que no nos depara nada bueno. Pero debemos saber que saldremos fortalecidos de toda esta confusión y que, en última instancia, Israel, tanto el Estado como el pueblo, será tal que suscitará en el mundo la admirativa afirmación: “¿Qué ha hecho Dios?”.
No puede estar lejos el momento en que el siguiente versículo se haga realidad: hem am kelavi yakum “No hay presagio contra Yaakov, ni sortilegio contra Israel. Según se le está diciendo a Yaakov y a Israel: “¿Qué hace tu Dios?”, he aquí que un pueblo se levanta como leona, se yergue como león: no se acostará hasta devorar la presa y beber la sangre de sus víctimas.” (Bemidbar 23:24). Así como un versículo sigue al otro, la redención y la fortaleza de Israel seguirán a la humillación a la que ahora estábamos sometidos Así, hemos visto cómo la actitud de “¿Qué ha hecho Dios?” se aplica a las áreas de jojmá (sabiduría), guevurá (poder) y ahavá (amor). Hemos visto cómo ahavá incluye nuestro asombro ante la sabiduría de Dios tal como se revela en la tecnología humana, así como en la naturaleza en bruto; cómo incluye bendiciones, así como desastres; cómo que incluye no sólo el amor durante los momentos de felicidad, sino la fe en el amor y la redención de Dios incluso cuando las cosas parecen inciertas. Cuando aprendamos a exclamar: “¿Qué ha hecho Dios?” de esta manera, seremos bendecidos con el tipo de vidas, hogares y comunidades que el mismo Bilam y sus seguidores dirán sobre nosotros: ma tovu ohaleja Yaakov “¡Qué hermosas son tus tiendas Jacob, tus moradas Israel” (Bemidbar 24:5).
Lo almán Israel, Israel no es viudo, dijo el profeta Yirmiahu en 51:5, para enseñarnos que Israel no ha enviudado del todo. Por lo que saldrá de todos sus problemas. “Porque Israel y Yehudá no han enviudado de su Dios, el Señor de los ejércitos…” (en traducción libre).
[1] Según el Shulján Aruj, el código de la ley judía, se debe recitar una bendición al ver a un sabio. El texto es diferente según si el sabio en cuestión es judío o no. Para un judío, se recita lo siguiente:
ברוך אתה ה’ אֱלֹהֵינוּ מלך העולם שחלק מחכמתו ליראיו
Bendito eres Tú, A. Dios nuestro, Rey del Universo, que has impartido sabiduría a los que te temen.
Baruj ata A., Eloheinu melej haolam, shejalak mejojmato lereav.
Si la persona no es judía, la bendición se lee de la siguiente manera:
בָּרוּךְ אַתָּה ד’ אֱלֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם שֶׁנָּתַן מֵחָכְמָתוֹ לְבָשָׂר וָדָם
Bendito eres Tú, .A., Dios nuestro, Rey del Universo, que has impartido sabiduría a los seres humanos.
Baruj ata A., Eloheinu melej haolam, shenatan maijojmato lebasar vadam.
[2] Jezekia ben Manoaj, fue un rabino y comentarista bíblico francés del siglo XIII. Se le conoce generalmente por el título de su comentario, Jizkuni. En memoria de su padre, que perdió la mano derecha por su firmeza en la fe, Jizkuni escribió un comentario sobre el Pentateuco, bajo el título de Ḥazeḳuni (hacia 1240).
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