El atentado del 19 de julio que pocos recuerdan
Por Alberto Jabiles
El 19 de julio de 1994, al día siguiente del Atentado a la AMIA, Panamá se vio sacudida por un atentado terrorista contra el vuelo 901 de la Empresa Alas Chiricanas en el que entre sus víctimas se contaron integrantes de la comunidad judía pànameña. El siguiente es el recuerdo para este hecho por parte de Alberto Jabiles, Director Ejecutivo del Consejo Central Comunitario Hebreo de Panamá y de la Comisión Antidifamatoria de B´nai B´rith Panamá. Voluntario en Conciencia Viva.
Sean sus nombres por siempre recordados y sus memorias estén siempre vivas en nuestra conciencia
Albert Aboud Attie ● Emmanuel Attie ● Jorge Luis Ávila ● Martín Bim ● Salomón Chocrón ● Edmundo Delgado ● Omar Jean Francois ● Rani Gabay ● Joseph Gershon ● José Antonio González ● Isaac Harrouche ● Mauricio Harrouche ● Freddy Moadeb ● Vincent Pantalio ● Moshe Pardo ● Lizzie de Phillips ● Jaica Rascovsky de Yaker ● Saúl Schwartz ● James Ward Cain ● Miguel Zubieta ●
Han transcurrido treinta años desde aquel fatídico martes 19 de julio de 1994, día que amaneció como cualquier otro en nuestra amada Panamá pero que, al concluir, lo hizo tiñendo de luto y por siempre a decenas de hogares en diversos lugares del globo terráqueo.
A las 5:00 pm de aquel día, coincidieron en la terminal del aeropuerto Enrique A. Jiménez de Colón veintiún personas, dieciocho de ellos pasajeros y tres tripulantes, prestos a retornar a Ciudad de Panamá luego de una ardua jornada trabajando en la Zona Libre de Colón. Transcurridos diez minutos de espera, el vuelo 901 de la empresa Alas Chiricanas emprende el carreteo por la pista principal en donde, raudo, el turbohélice Bandeirante modelo EMB 10 despega y enfila su nariz en dirección sur, hacia el entonces aeropuerto Marcos A. Gelabert de Paitilla.
Tras el despegue, los pasajeros habrán estado conversaban entre si. Algunos, quizás relajados, se dieron el lujo de una corta pero preciada siesta arrullados por los motores que desarrollaban las revoluciones idóneas para un feliz trayecto. El vuelo 901 transportaba a padres, hijos, sobrinos, abuelos, hermanos, tíos, primos, vecinos, amigos. Llevaba a alguien a quien conocíamos. Alguien que para nosotros era una persona cercana, con nombre y apellido, con quien sus seres queridos habrán planificado pasar su vejez a su lado, en compañía de sus esposas, hijos y nietos. Alguien a quien veríamos cada noche por el resto de nuestras vidas, quien sabe, solo para abrazarnos o bien desearnos vía telefónica las buenas noches.
Sin embargo, a las 5:20 pm, al sobrevolar los cielos de Santa Isabel, el vuelo 901 desapareció de las pantallas de los radares y al no responder a los llamados infructuosos, de inmediato, se dio la voz de alarma. Llegados los primeros rescatistas recibieron informes de los lugareños de haber oído una explosión en dirección al cielo. La búsqueda empieza y de inmediato hallan los restos aun humeantes del avión siniestrado. No hay sobrevivientes. Todo ha terminado. El silencio es total.
Tras las primeras investigaciones, se elevaron diversas hipótesis sobre los móviles que llevaron a los autores intelectuales y materiales a planificar el peor atentado terrorista en la historia de Panamá. Al haber sido asesinados ciudadanos de Panamá, Colombia, Estados Unidos e Israel la investigación involucró a diversas agencias internacionales, incluso, a las argentinas ya que desde un principio se trabajó en la pista que relacionaba al atentado en Panamá con el perpetrado un día antes en contra de la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina, AMIA, en Buenos Aires.
En un principio no hubo una pista concreta que sacase a la luz la verdad, corriéndose el riesgo que este gravísimo episodio de nuestra historia quede en el olvido y, peor aun, envuelto en un manto de impunidad. Sin haber sido declarado prescrito, el caso quedó adormecido hasta que, a finales del año 2018, Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel, entregó pruebas de inteligencia al entonces presidente Juan Carlos Varela indicando que el grupo terrorista libanés Hezbollah era el responsable del atentado. Fue así que surgió la evidencia que faltaba para guiarnos a identificar a Lia Jamal, pasajero de la nave y cuyo cadáver nunca fue reclamado en la morgue, como el suicida responsable de haber introducido una radio de comunicaciones cargada del explosivo que, una vez detonado, causó el siniestro del avión.
Por espacio de muchos años, al igual que la mayoría del país, nos quedamos en silencio, sin saber el como ni el por qué de aquella tragedia. Esto no impidió que un grupo de familiares y voluntarios hayan decidido dar un paso hacia delante y provistos de firmeza, profundo respeto a la memoria de las víctimas, ansias de justicia, tolerancia y respeto hacia la vida humana, organizasen la noche del 18 de julio del 2019, en al Parlatino, la primera conmemoración que coincidió con los 25 años del atentado en contra del vuelo 901 de Alas, acto solemne al cual asistieron las más altas autoridades encabezadas por el entonces Presidente de la Nación, Sr. Laurentino Cortizo Cohén y junto a él, representantes de los poderes Legislativo y Judicial, así como Embajadores acreditados en el país, representantes de las diversas confesiones religiosas que hacen vida en Panamá, familiares, medios de comunicación y público en general que colmó las instalaciones del citado parlamento regional.
Aquella memorable noche, sin precedente en la historia de nuestra joven nación, nació también una iniciativa que tiene como propósito perpetuar la memoria de los veinte inocentes asesinados mediante la construcción de un monumento recordatorio que, bajo el nombre de “CONCIENCIA VIVA”, será erigido en el mirador pacífico de la Cinta Costera de nuestra capital. Este espacio será un lugar de reflexión para que las nuevas generaciones de panameños y extranjeros tomen conciencia sobre las repercusiones que el terrorismo, la violencia, la discriminación y la intolerancia tienen para nuestra sociedad y la importancia de defender y promover la Libertad, la Democracia y los Derechos Humanos.
Desde aquel día de 2019 las conmemoraciones han tenido lugar puntualmente cada 19 de julio. Nunca se ha saltado una. Ni en pandemia. Treinta años han pasado y aun parece ayer cuando fuimos informados de la noticia. No borro de mi memoria los rostros desencajados de quienes perdieron a seres más que amados, irremplazables. Pero el mismo dolor infinito nos ha dado la fortaleza necesaria para despertar y levantarnos día tras día, aun por más empinada que veamos la cuesta.
Debemos seguir enarbolando el optimismo, un sentimiento que se lo debemos a ellos que se nos adelantaron en la despedida, a todos los que hoy nos rodean, a nuestras familias, a los amigos y a los ciudadanos junto a quienes tenemos la responsabilidad de formar conciencia para que, junto a las generaciones futuras, sigamos haciendo de Panamá un país de paz, tolerancia y justicia.
* Director Ejecutivo del Consejo Central Comunitario Hebreo de Panamá y de la Comisión Antidifamatoria de B´nai B´rith Panamá. Voluntario en Conciencia Viva.
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