30 años de miles de discursos e impunidad
Desde el 18 de julio de 1994 se han dicho y escrito un mar de discursos, conferencias, comentarios y se han publicado decenas de libros sobre el atentado terrorista iraní ejecutado por uno de los tentáculos de su pulpo criminal. Una enorme cantidad de lo dicho y escrito ha tenido muy buenas intenciones y ha sido expresado con honestidad y hasta con esperanza. Sin embargo, hasta ahora, la impunidad ha sido una suerte de ola gigantesca que ha tapado todo, desde los intentos honestos por avanzar en una causa brutal hasta la reiterada venalidad de gobiernos y funcionarios judiciales. Además, ha habido otro factor altamente negativo y cruel: la complicidad. El rol de los cómplices en hechos históricos ha sido, es y será una constante y cada uno de ellos han sido y siempre serán juzgados por la historia y muchas veces, pero ni lejos todas, por los hombres. Los cómplices de los perpetradores del atentado a la AMIA, así como de autoridades políticas que se ocuparon de dar impunidad reiterada, hoy caminan por las calles. Los culpables visitan países como gobernantes de Irán (a la Bolivia de Evo Morales, por citar un ejemplo más o menos reciente) pero no todos los cómplices podrán hacer lo mismo por el resto de su vida. Esa es hoy, a 30 años de la barbarie, una pequeña pero posible esperanza.
En este año se han tomado decisiones en Argentina y fuera de ella que entran en el terreno que ya mencionamos de proceder con honestidad en un campo que fue minado por tres décadas. La Corte Interamericana de DDHH tomó decisiones en este 2024.
Condenó a la Argentina por su responsabilidad en el caso del atentado a la AMIA. Por unanimidad, declaró al Estado Argentino responsable de no haber adoptado medidas razonables para prevenir el ataque, de no haber cumplido con su deber de investigarlo y de haber participado de su encubrimiento. En los 20 puntos que incluye la sentencia, el tribunal internacional sostuvo que el Estado es responsable de la violación a los derechos a la vida y a la integridad personal, al principio de igualdad y no discriminación, y al derecho a la integridad psíquica y moral de las víctimas. También, a los derechos a las respuestas de la justicia, a las garantías judiciales y de acceso a la información.
Asimismo, en esa sentencia le ordenó a la Argentina abrir los archivos y la información de inteligencia relacionada con el atentado. Textualmente: “El Estado removerá todos los obstáculos, de facto y de jure, que mantienen la impunidad total en este caso e iniciar, continuar, impulsar y/o reabrir las investigaciones que sean necesarias para individualizar, juzgar y, en su caso, sancionar a los responsables de los hechos del presente caso y establecer la verdad de lo ocurrido, todo ello en un plazo razonable”.
Esta Corte concluye que el Estado incurrió en una falta grave a su deber de investigar uno de los mayores atentados terroristas en la historia de la región. Estas faltas a la debida diligencia implicaron, por una parte, un mal manejo del material probatorio y la escena del hecho y, por otra parte, una conducción deficiente del desarrollo de la investigación. Además, se comprobaron una serie de maniobras realizadas por agentes estatales con el fin de obstaculizar la investigación y encubrir a los verdaderos autores, los cuales, a la fecha, no han podido ser identificados, juzgados y eventualmente sancionados. A casi 30 años del atentado todavía no se tiene claridad sobre lo acontecido, sus responsables, ni las razones por las cuales el Estado utilizó su aparato judicial para encubrir y obstaculizar la investigación. Esta situación de impunidad, además, contribuye a la violación de otros derechos, como el derecho a conocer la verdad, y facilita y promueve la repetición de hechos violentos. La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de la sentencia y dará por concluido el caso una vez que el Estado haya dado cabal acción a lo dispuesto en la misma”.
Aunque en abril de este año, la Cámara Federal de Casación Penal de Argentina señaló, en la causa por el encubrimiento del atentado, a Irán y a Hezbolah como responsables del atentado a la AMIA, lo cual se hizo dentro del nuevo contexto político que tiene hoy Argentina, y está bien que así sea de una buena vez, el fallo de la Corte Interamericana intenta de buena fe avanzar en una carretera sin asfalto, ni luces, pero al menos, dejar asentado y registrado varios hechos.
En el tema de las complicidades, la Corte culpa al Estado argentino institucionalmente de incumplimiento de responsabilidades y deberes que sepultan las mentiras y engaños de funcionarios del gobierno, de la policía, de la justicia, que jamás admitieron no sólo sus errores, sino fundamentalmente sus horrores. Es imposible que no nos venga a la mente la imagen de quienes idearon el memorándum de entendimiento con Irán. Quisieron acordar con los asesinos. Así de simple, así de macabro.
Quizás (y sin quizás para ser cauto) ni esta Corte Interamericana ni ninguna Corte logre que abran los archivos ni que lo que denomina el aparato judicial encubridor y obstaculizador hagan lo que el fallo les ordena. Lo que la Corte ha logrado ahora es que ningún presidente o presidenta mienta más sobre que no hay archivos porque los hay y en ellos existe información que incrimina a muchos cómplices. Y el poder judicial deberá decidir si quiere seguir manchado para siempre o mostrará las acciones y omisiones delictivas que ha cometido por décadas en esta causa.
Hace una semana, el miércoles 10 de julio, el ministro de Justicia argentino Mariano Cúneo Libarona envió la “Ley de Juicio en Ausencia” al Congreso. En caso de aprobarse, la normativa habilita a la Justicia argentina a juzgar sin la presencia del acusado y en el caso de AMIA, con todas las pruebas mandar una orden de captura internacional a los iraníes que volaron la AMIA, y que tienen requisitoria internacional. Sabemos que el proceso legislativo puede llevar no sólo tiempo, sino que se puede empantanar. Al fin y al cabo, los cómplices siguen libres. También sabemos que aun cuando se apruebe, ningún criminal dejará de estar protegido por el país que planificó el atentado. A pesar de ello, el pedido de que se aprobara una norma que permitiera aplicar el juicio en ausencia, fue hecho hace muchísimo tiempo, y recién ahora se logra que por lo menos entre al Parlamento.
No todos los sobrevivientes del atentado hablaron o se recuperaron, y muchos ni se conocen, pero todos los testimonios de quienes fueron víctimas son lecciones de vida. Mirta Satz, que trabajaba en AMIA contó:” Volví al día siguiente a Ayacucho, donde nos reuníamos, y esperábamos que siguieran apareciendo compañeros. Y después era ir a los velorios. Es egoísta pensar en mis sentimientos al ir a los velorios porque era algo que no lo podía entender. Yo pensaba en cada uno de ellos. Y no podía unir la última expresión de vida que tenían con que ya no estaban. Sentía un sentimiento de culpa muy grande. Trabajé un año más para ayudar a la reconstrucción. Fue un periodo difícil, con muchas imágenes. Y después decidí dejar de trabajar. Ya había pasado por la muerte y sentí que ahora tenía que vivir, pero no de cualquier manera. Tenía que darle una trascendencia a mi vida. Cada día tenía mucho valor, y eso debía tener un significado importante”.
Por los que pasaron por la muerte y sobrevivieron y los 85 que fueron asesinados, la memoria no está solamente en los 18 de julio de cada año sino en cada día, y no sólo en sus familiares y amigos, sino en todos los que creen lo opuesto a los que el fallo de la Corte Interamericana de DDHH condena. El atentado fue diseñado por el país que, a través de otro de los tentáculos de su pulpo terrorista, esta vez Hamas, perpetraran contra Israel y el pueblo judío, 29 años después de AMIA, el pogromo del 7 de octubre. Los cómplices (gobiernos, organismos internacionales) han hecho sus estragos con relación al atentado contra AMIA como hemos narrado. Los cómplices de hoy no son diferentes y se escudan en la prepotencia del poder. Su milenario odio antijudío podrá seguir traspasando siglos, pero, por otra parte, la historia enseña que la impunidad no es eterna.
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