Recomiendo una pausa al egresar de secundaria antes de ingresar a la universidad. Es un gana-gana para esta época.
Me pregunto ¿por qué al terminar el colegio los jóvenes tienen que ir de inmediato a la universidad y verla además como su única opción? ¿Por qué no tomarse una pausa para clarificar vocaciones, estudiar una carrera corta, viajar, cultivar hobbies hasta estar maduros para asumir una larga carrera de estudiantes universitarios que se inspiren en su pasión?
En Europa los alumnos terminan el colegio hacia los 19 años (usualmente con un año más de escolaridad) y muchos se toman un tiempo para viajar, ampliar horizontes, hacer voluntariados, servir en las FF.AA., trabajar para juntar dinero que solvente luego sus necesidades económicas mientras estudian, etc. En países como Israel todos los egresados del colegio hacen 2 años (mujeres) y 3 años (hombres) de Servicio Militar, luego se toman uno o dos años para viajar o trabajar y solo entonces van al instituto o la universidad. Llegan con una madurez, claridad vocacional, decisión para dedicarse a la carrera escogida, que les permite graduarse luego de una carrera muy exigente.
¿Tiene sentido para un joven peruano ingresar a los 17 años a la universidad o instituto superior, escogiendo carreras en los años previos en los que tenían 15 ó 16 años, sin mayor madurez para temas vocacionales, presionado por el marketing universitario o influido por los pareceres de padres, profesores o amigos, cuando aún no siente la convicción de lo que realmente le resulta cercano a su identidad y pasión? ¿Le han preguntado a ese joven qué estudia, qué hace y en qué trabaja un profesional de la carrera que ha escogido? ¿Cuáles son los riesgos de quedar desplazado por los desarrollos tecnológicos?
Si los catedráticos hicieran públicas sus preocupaciones sobre estos jóvenes que entran tan pronto a las universidades, viéndolos dar tumbos en los primeros ciclos dirían que buena parte de ellos dedican poco esfuerzo a estudiar, viven del mínimo esfuerzo, repiten una, dos y tres veces los cursos, como si no estuvieran sintonizados con la natural exigencia universitaria. ¿No les iría mejor si se tomaran un respiro esclarecedor al terminar el colegio?
Por otro lado, en un mundo laboral marcado por la automatización y la tecnología avanzada, en el que lo que era válido al inicio de la vida universitaria por los avances tecnológicos se va haciendo obsoleto hacia el final de ella, las carreras cortas y técnicas/manuales surgen como una excelente vía preventiva hacia la seguridad laboral y la independencia financiera. Estas carreras, que ofrecen formación rápida y centrada en habilidades prácticas, son ideales para quienes desean ingresar rápidamente al mercado laboral o tener ingresos a la par que estudian los 7 años de formación universitaria.
Carreras como mecánica automotriz y de motocicletas y bicicletas, proporciona conocimientos esenciales en un sector vital, garantizando demanda constante. La electricidad y la gasfitería, cruciales para infraestructuras modernas, ofrecen opciones lucrativas.
Además, las habilidades en tecnología de la información y reparación de computadoras son cada vez más indispensables, con amplias oportunidades en un sector en crecimiento. El diseño gráfico y web, que combina creatividad con habilidad técnica, es ideal para el trabajo independiente o en agencias. Para los entusiastas de la gastronomía, la cocina y repostería abren caminos en la industria hotelera o en el emprendimiento propio. La carpintería y ebanistería permiten trabajar de forma creativa con las manos. La soldadura y fabricación de metal son también fundamentales en la construcción y fabricación, ofreciendo oportunidades en grandes empresas o negocios propios.
Las carreras en estética y cuidado de la piel tienen alta demanda y potencial de crecimiento. Peluquería y cosmetología por su parte enseñan técnicas de belleza y cuidado personal, abriendo puertas a trabajar en salones o incluso establecer un negocio propio.
Habrá quienes digan que esa pausa de un año “libre” es una pérdida de tiempo en la carrera por la vida o que no hay muchas oportunidades para el empleo juvenil y varios reparos más que no desprecio porque tienen mucho sentido para quienes lo plantean. A lo que voy es a que si alguien piensa que lo argumentado en los párrafos anteriores tiene algún sentido, quizá a su manera podría intentar encontrar la fórmula que haga viable esa pausa en la determinística linealidad académica tradicional, que rinda sus frutos cuando los jóvenes sean estudiantes mucho más maduros para la educación superior. Más que quedarse en el “no se puede”, para aquellos que le ven sentido a esta pausa o año de transición quizá les serviría pensar “¿cómo lo hacemos posible?”. Después de todo, a estos jóvenes que van a vivir entre 100 y 120 años gracias a los adelantos de la medicina, ¿no les vendría bien tener una experiencia más sólida y amplia antes de embarcarse en la larga trayectoria de una carrera universitaria?
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