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El epítome del Mal

Cuando se habla de la Shoa, de seguro nos viene a la mente el holocausto judío perpetrado durante la 2da. Guerra Mundial por la maquinaria nazi, nombres como Dachau, Buchenwald, Auschwitz, Majdanek, Chelmo, Belzec, Sobibor y Treblinka, se asocian a los campos de concentración y exterminio, donde millones de seres humanos padecieron torturas y vejámenes indescriptibles y en la mayoría de los casos, la muerte, un genocidio que no sólo lo sufrió la población judía, también lo sufrieron otras comunidades, colectivos y diversas nacionalidades de la Europa ocupada, como ser, gitanos, discapacitados, homosexuales y disidentes políticos.

En ese sentido, apellidos como los de, Eichmann, Méngele, Kutschmann, Rauf, Roshmann, Priebke y Schwammberger, personalizan a los criminales de guerra, quienes aprovechando un circuito de fuga conocido como “Ruta de las Ratas” o “Ratslines”, escaparon tras el final de conflicto mundial, y su destino fue Latinoamérica, en particular nuestro país, durante la primera presidencia de Juan Perón, quién fuese por su simpatía hacia el fascismo, fuese por conveniencia por el oro y los tesoros apropiados ilegalmente por los nazis, les dio cobijo. Pero tampoco se puede soslayar, el importante papel prestado por cierto sector de la Iglesia, como es el caso del obispo austríaco Alois Hudal, pieza clave que facilitó el escape, aprovechando su posición jerárquica en el Vaticano, y también, no se puede desconocer el rol de algunos miembros de la Cruz Roja, que les facilitaron pasaportes con identidades apócrifas.

Sin embargo, esa maquinaria criminal nazi tuvo otros protagonistas, quizás menos conocidos por muchos, pero tan sádicos y brutales como los ya mencionados, me estoy refiriendo a los “Ustashas”, es por eso que en la columna de hoy, voy abordar sobre sus orígenes, sus crímenes y como recibieron la ayuda, el encubrimiento y la protección de los mismos actores, que colaboraron con los genocidas mencionados precedentemente.

Para conocer el origen de los Ustashas, que se traduce como “rebeldes”, debemos ubicarnos históricamente, en las décadas anteriores al estallido de la 2da. GM, en el Reino de Yugoslavia, situado en la península de los Balcanes, bajo la monarquía de la casa real de los Karageorgevic, que entre 1929 y 1934 tuvo como soberano a Alejandro I, quién fue asesinado, y entonces, la monarquía absoluta se convirtió en una constitucional unitaria, sucediéndolo su hijo Pedro II, que reinó hasta 1941, junto a su primo como regente, el príncipe Pablo, pues al acceder al trono contaba con sólo 11 años, y para el período entre 1939 y 1941, la forma de gobierno pasó a una monarquía constitucional federal, ésto se debió a los fuertes sentimientos nacionalistas en sus distintas regiones, pues pese a que el vocablo “yugoslavo”, significa “eslavos del sur”, en la realidad el reino era un Estado plurinacional, con diferencias culturales, étnicas y religiosas, en algunos casos irreconciliables y antagónicas, dividido en las siguientes provincias, Eslovenia, Macedonia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Croacia, y es en esta última en donde tiene su origen los Ustashas.

Esta organización ultranacionalista fue fundada en 1929, su ideología se basó en el racismo religioso, la supremacía étnica y se identificó con los mismos principios del nazismo, lo que se tradujo en la persecución y limpieza étnica de serbios, judíos, gitanos, e incluso de bosnios musulmanes, y donde se fusionaron, tanto el sentimiento nacional croata, el antisemitismo, como el integrismo religioso, reflejado en el choque entre el cristianismo católico con el cristianismo ortodoxo serbio.

Su fundador fue el político croata Ante Pavelic, quien tras el asesinato del líder croata Stjepan Radic en el parlamento de Belgrado, para 1930, reivindica la independencia y la historia de Croacia, por la cual la violencia, era concebida como el único medio para lograrla, y en ese sentido, Pavelic, vio en una alianza con el régimen fascista de Mussolini, la oportunidad de formar un ejército revolucionario, mientras para el Duce, le significaba debilitar al Estado yugoslavo, y satisfacer sus ambiciones expansionistas en el litoral de Mar Adriático.

Sin extenderme en este período, en 1941, con el conflicto mundial en acto, el ejército alemán invadió Yugoslavia, ya que Pedro II declaró su apoyo a los aliados, y fue la oportunidad, para que Pavelic declarase el Estado Independiente de Croacia, un Estado totalitario, títere del Reich alemán y genocida, que estuvo vigente hasta 1945.

Ante Pavelic, nació en julio de 1889, en la región de Herzegovina, en épocas del Imperio Austrohúngaro, y en su juventud se trasladó a Zagreb, capital de Croacia, para estudiar en su Universidad la carrera de Derecho, graduándose en 1918, y militando en el Partido Puro por Derechos, fundado por Josip Frank, que defendía la idea de una Gran Croacia y seguidor del padre del nacionalismo croata, Ante Starcevic, y cuando Pavelic fue elegido, en 1927, como diputado del Parlamento yugoslavo, fue un virulento defensor de la independencia croata, lo que le valió exiliarse en Viena para 1929, acusado de alta traición y sedición, tras lo cual, se dirigió a Alemania pero fue expulsado, terminando en Verona, Italia, donde fue acogido por el régimen fascista, y para 1932 comienza a editar el periódico del partido Ustasha, a través del cual, un año más tarde publicó los principios del movimiento. Sin ahondar en este período, donde Pavelic quedó fascinado por la ideología nazi, con la invasión alemana a Yugoslavia en abril de 1941, acuerda con Mussolini la cesión de Dalmacia a Italia, y cruza Trieste, llega a Zagreb y funda el Estado nazi-fascista Ustasha.

Casi a imagen y semejanza de la Alemania nazi, estableció un Estado totalitario de partido único, instaurando el culto a su personalidad, auto proclamándose “poglavnik” o Líder del Clan, promulgando una Constitución, basada en los principios de su partido, de lineamientos nacionalista radical, integrista católico, xenófobo y antisemita, incluso contemplaba una legislación racial copiada de las Leyes de Nuremberg, que promulgó en mayo de 1941, lo cual dio origen a la persecución de la población judía en Croacia -zidovi-, expropiando sus bienes y llevados a campos de concentración y exterminio, los que también recibieron, a los integrantes del colectivo romaní o gitanos –cigana popis-, a los pobladores serbios –srbi- y a algunos bosnios musulmanes, y por supuesto a los opositores políticos y a los declarados “elementos antisociales”, como los homosexuales y enfermos psiquiátricos.

Para ese entonces, la constitución demográfica de Croacia, era la siguiente: croatas 3 millones, serbios 2 millones, bosnios 500 mil, eslovenos 150 mil, alemanes 140 mil, húngaros, judíos y gitanos 70 mil respectivamente.

Es así, que el régimen ustasha levantó entre 1941 y 1943, cinco campos de concentración, en el complejo de Jasenovac, llamado el Auschwitz de los Balcanes, el de Brocice, el de Ciglana, el de Kozara, el de Sisak para niños y el de Stara Gradiska para mujeres, es decir, un complejo con cinco centros de detención y tres subcentros menores, que estaban repartidos en 240 km cuadrados, a orillas del río Sava, y en donde diversas fuentes estiman que se ejecutaron entre 700 mil y un millón de personas, entre ellas más de 20 mil niños, niñas y recién nacidos, mientras que el Centro Yad Vashem y la Enciclopedia del Holocausto, estiman entre 600 y 700 mil los asesinados, para lo que se utilizaron, los más sanguinarios métodos, a tal punto que en un Informe de Herman Neubacher, alto oficial de las SS, dirigido a Heinrich Himmler, fechado en febrero de 1942, exponía que “unas 300 mil personas, entre ancianos, hombres, mujeres y niños, fueron masacrados y torturados hasta la muerte, en actos bestiales y sádicos, y poco eficientes, sólo comparable al Infierno de Dante”.

El complejo Jasenovac, que es considerado como uno de los tres campos de exterminio más grande de la 2da. GM, estuvo a cargo del comandante Vjekoslav Luburic, quién al caer el Estado Ustasha, huyó a la España franquista, y fue asesinado en Madrid, en 1969, por un supuesto agente del servicio secreto yugoslavo, Ilija Stanic, el que nunca fue detenido. Además de Luburic, en Jasenovac, actuó en el rol de capellán para las fuerzas ustashas, pero también participó en el asesinato de niños, niñas y mujeres, el fraile Miroslav Filipovic, apodado “Majstorovic”, en croata “maestro”, quién había sido expulsado de la Orden Franciscana en 1942, y fue detenido, juzgado en Belgrado y murió en la horca en 1946.

En el campo de Sisak, tal como se señaló, fue destinado a niños y niñas de hasta 14 años, y en el mismo, estaba el médico croata Antun Najzer, a quién se lo ha comparado con Méngele, pues experimentaba con alimentos envenenados, o bien les aplicaba inyecciones letales, por su parte, en el campo de Stara Gradiska, donde se alojaban a las mujeres, además de ser víctimas de agresiones y violaciones, a las mujeres embarazadas se les abría los vientres y se asesinaban a sus bebés en gestación, para dejarlas morir desangradas, también en otro campo, el de Kozara, se levantó una cámara de gas, utilizando para el exterminio de los prisioneros, dióxido de azufre o el Ziklon B, sin embargo, por las fallas en su construcción estuvo en funcionamiento por poco tiempo.

En 1944, Rumanía y Bulgaria se pasaron a los aliados, que para ese entonces marchaban triunfantes en la península itálica, y suman sus fuerzas al movimiento partisano liderado por Josip Broz, más conocido como Tito, a la vez que el ejército soviético ingresaba en los Balcanes. Ante la serie de derrotas y retirada de las fuerzas alemanas, el Estado Ustacha comienza a derrumbarse, y para principios de 1945, tanto el líder croata Ante Pavelic, como sus secuaces inician la fuga, algunos huyen hacia Austria, donde junto a tropas croatas que habían luchado en el Frente Oriental, se rindieron a los británicos, pero éstos los entregaron a las fuerzas partisanas de Tito, y fueron repatriados, juzgados, condenados y muchos ajusticiados o murieron en el camino de regreso.

Entre aquellos criminales de guerra ustashas, que lograron huir, ayudados por personajes como el ya mencionado obispo austríaco Alois Hudal, en el Vaticano y algunos funcionarios de la Cruz Roja, utilizaron la Ruta de las Ratas, partiendo del puerto de Génova, Italia, hacia América, en particular hacia la Argentina, como los casos de, Ante Pavelic, quién arribó a Buenos Aires en noviembre de 1948, en el vapor Sestiere, obtuvo una identidad falsa con la ayuda del entonces presidente Juan Perón y de Monseñor De Andrea, incluso, conformó la Liga Croacia Libre, adjudicándose el gobierno croata en el exilio, sin embargo, hubo acontecimientos que provocaron que se fuera del país, uno fue la caída de Perón en 1955, el otro, sufrió un atentado perpetrado por un sobreviviente serbio, y a la vez el régimen del Mariscal Tito solicitó su extradición, por lo que se dirigió primero a Chile, y finalmente encontró refugio en la España de Franco, en donde falleció a consecuencia de las heridas recibidas, a fines de diciembre de 1959 y sepultado en el cementerio de San Isidro, Madrid; en cuanto a Dinko Sakic, el 2do. del Complejo de Jasenovac, también llegó en 1948 a nuestro país, con pasaporte falso, abrió una empresa constructora, pero fue identificado y detenido por la Policía Federal, y extraditado en 1998, siendo condenado por la Justicia croata a 20 años de prisión, donde falleció en el 2008; también tenemos los casos de Anton Elez, lugarteniente de Sakic, que huyó a la Argentina, donde residió en la provincia de Córdoba, hasta su fallecimiento en 1995 y Eugen Dido Katernic, jefe de la Policía Secreta, la Gestapo ustasha, quien al finalizar la guerra fugó a nuestro país, cuyo gobierno ignoró los pedidos de extradición de Yugoslavia, y murió en un accidente de tránsito, en Río IV, Córdoba, en 1962.

Por su parte, Andrija Artukovic, a cargo de brigadas de exterminio, huyó a los EE.UU., y fue extraditado a Croacia, donde fue enjuiciado por crimines de guerra, condenado a muerte, pero falleció antes de su ejecución en 1988, y Petar Brzica, también responsable de actos de genocidio, también fugó a los EE.UU., pero se perdió todo rastro de él en la década de los años 70.
Por lo reseñado, se puede apreciar que el genocidio y los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos por el régimen Ustasha, si bien, no alcanzan en cantidad de víctimas, a los cometidos por los nazis en los campos de exterminio de Polonia y Alemania, si tomamos proporcionalmente, la población asesinada con respecto a los sobrevivientes, en Auschwitz fue del 76%, mientras que el Complejo de Jasenovac, fue del 78%, lo que claramente, ubica a lo perpetrado durante 1941 y 1945, en el Estado Independiente de Croacia, en un lugar más que significativo, en la complejidad del estudio e investigación del Holocausto.

Finalizando la columna de hoy, mis reflexiones son las siguientes: 1.- los Hustashas, al igual que los nazis, han sido sujetos activos del mayor genocidio que ha sufrido la Humanidad; 2.- se debe entender por genocidio, el exterminio sistemático de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión o nacionalidad, y no utilizarlo arbitraria o equivocadamente, algo que hacen algunas corrientes ideológicas; 3.- al igual, que los criminales ustashas recibieron, el apoyo de cierto sector integrista de la Iglesia, y de algunos funcionarios de la Cruz Roja, hoy se repite en el accionar de agencias de organizaciones internacionales como la UNRWA, algunas ONGs y por movimientos contestatarios radicales para con organizaciones terroristas; 4.- de igual manera, que regímenes totalitarios nazi y fascistas apoyaron a los ustashas, o el comunismo lo hizo con sus satélites y grupos guerrilleros, las autocracias y teocracia actuales, refrendan los actos de dictaduras como la nicaragüense o la venezolana, o la barbarie de las organizaciones terroristas, y 5.- es irrefutable, que las dictaduras de Juan Perón y Francisco Franco albergaron, ocultaron y/o protegieron a los criminales de guerra y genocidas nazis y ustashas, por una manifiesta afinidad ideológica con el fascismo, y también, por el interés de hacerse con parte de los bienes y valores de las víctimas, con que se hicieron aquellos asesinos, y es por todo lo reseñado, la frase para terminar es del filósofo y político irlandés del Siglo XVIII, Edmund Burke, que nos recuerda que, “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.”

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