Nuevo (y frágil) gobierno en Francia

Por Ricardo López Göttig

Las elecciones para el Parlamento Europeo de junio de este año, tuvieron un efecto dominó demoledor para el presidente Macron: tras la victoria en esos comicios para la Agrupación Nacional, de Marine Le Pen, convocó a una renovación anticipada de la Asamblea Nacional (el parlamento galo),de la que salió con mayor fragilidad.

Como el sistema electoral francés es uninominal con doble vuelta, es posible el voto estratégico en la segunda instancia. Al crecimiento del partido de Le Pen, se le opuso el triunfo del Nuevo Frente Popular, una amalgama de todas las corrientes de la izquierda que reúne al alicaído Partido Socialista, La Francia Insumisa y los verdes, entre otros. De esta alquimia electoral, el resultado ha sido que Le Pen tiene la primera minoría en votos populares, el bloque de las izquierdas la primera minoría de las bancas del parlamento, De este juego casi imposible, aún le queda margen al presidente Macron para buscar una alternativa que le permita tener cierto margen de maniobra.

Al proponer a Michel Barnier como nuevo primer ministro, del partido Los Republicanos, de la derecha conservadora tradicional neogaullista, ha asociado a las fuerzas vinculadas al macronismo a un partido minoritario pero con mucha experiencia gubernamental en años anteriores, y que busca dar algunos guiños al electorado de Marine Le Pen. Por supuesto que el bloque de las izquierdas, que se enfrascó en un debate infructuoso sobre quién debía ser su candidato a la jefatura del gobierno francés, este escenario los aleja de la posición de poder que ya estaban disfrutando por adelantado.

Si bien Barnier ya ha presentado su gabinete, el paso crucial será pasar por el voto de confianza del parlamento, esperando que la bancada de Agrupación Nacional no vote en contra del mismo. De ocurrir esto, se abrirá otra instancia de negociaciones mucho más complejas en los próximos meses.

Cada uno de los jugadores atenderá a sus intereses y agenda, teniendo en cuenta que el segundo período presidencial de Emmanuel Macron termina en 2027, para lo cual falta un largo tramo.

Las izquierdas observan cómo lo que contemplan como su electorado tradicional se corre hacia la derecha nacionalista de Le Pen, fenómeno que ocurre desde hace décadas. Marine Le Pen, a su vez, aspira a la presidencia en 2027 y no obsequiará su agenda a este nuevo gobierno de Barnier con los centristas de Macron, porque la vaciará de contenido. Pero tampoco puede bloquear de un modo obtuso y abierto la formación de un nuevo gabinete, porque perjudicará su imagen ante la opinión pública, después de tantos años de construcción política y personal. En este escenario de cohabitación, Emmanuel Macron sabe que deberá resignarse a un rol cada vez más simbólico, con la aspiración de instalar a un sucesor de confianza en 2027 que le permita ser reivindicado en el futuro cercano.