El deber de la disuasión
Por Ricardo López Göttig
Mientras haya actores políticos relevantes que cuestionen el derecho a la existencia del Estado de Israel, la contracara es el deber de la disuasión. Porque esos actores, que pueden ser estatales como los actuales regímenes imperantes en la República Islámica de Irán o el de Bashar al Assad en Siria, o bien no estatales como las entidades terroristas como Hezbollah, Hamás y el movimiento Houthí en Yemen, no se limitan al discurso: toman las armas, las utilizan y atacan al pueblo israelí. De modo que, por una cuestión básica de supervivencia, de defender su derecho a existir, el Estado de Israel tiene como política de Estado el deber de la disuasión frente a sus enemigos. Tan próximos a la triste fecha en la que recordaremos el atentado terrorista del 7 de Octubre, y que todavía hay secuestrados en manos de Hamás, que la paz se alcanzará con fronteras seguras y con la derrota del terrorismo y el jihadismo.
Esto que no quieren aceptar los antisemitas en Occidente, por extrema derecha como por extrema izquierda, borró del viejo discurso de odio a los judíos de que no eran capaces de realizar tareas útiles, desde el trabajo de la tierra hasta tomar las armas, aunque hubiera sobradas pruebas de lo contrario. Y, además, el modo impecable y sumamente inteligente en el que se está desarticulando a Hezbollah no sólo es un llamado de atención para el llamado “eje de la resistencia” y sus sostenes, sino también una nueva lección sobre cómo se puede derrumbar una fuerza asesina con golpes certeros y humillantes. Es el Israel que muchos admiramos, y al que sus enemigos respetan en privado.
Los líderes de Hamás y Hezbollah pueden ser reemplazados, mas en estructuras tan jerárquicas y cerradas, marcadas por el autoritarismo y la adulación al líder de turno, no necesariamente asumirán las figuras más inteligentes y perspicaces. El estado de humillación en el que ha sumido a sus enemigos, le permite al Estado de Israel adelantarse varias jugadas, anticipar, tejer y volver a tejer nuevas alianzas en Medio Oriente. En el gran juego por el liderazgo del universo islámico, Irán está perdiendo posiciones con el debilitamiento en esta guerra proxy, tan larga, innecesaria y dolorosa en la que golpear a Israel le “suma puntos”.
Todo esto, en un momento crucial en el que el bloque occidental está buscando su esencia frente a tantas amenazas y desafíos. Cualquier parecido con lo ocurrido hace un siglo atrás, es un llamado de atención de que los viejos fantasmas siguen dando vueltas, aunque hayan cambiado sus formas.
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