La sangre que se derrama en las guerras es el peor contaminante de la tierra
¿Y le dijo Dios a Caín, donde está tu hermano Abel? ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Las sangres de tu hermano claman a mi desde la tierra. Génesis 4: 6-16
En la segunda mañana de Rosh Hashaná leeremos el dramático relato de la atadura de Isaac. El mensaje es potente y contundente. Si D.s es Dios, no requiere, ni quiere, sacrificios humanos. Detesta la sangre humana que se derrama.
Resulta espantoso comprobar que la esencia del humano no ha cambiado y continúe profanado el nombre de D.s incluso matando en su nombre.
Ver a personas que matan gritando Alláh Akbar, Dios es Grande y que son inspirados por enseñanzas “religiosas” en madrasas y mezquitas, o sacerdotes y rabinos que bendicen a sus soldados que salen a la guerra para matar, es una verdadera tragedia y fracaso de la condición humana.
Cuando el enemigo deja de ser visto como una criatura humana y pasa a ser degradado a una subespecie que debe ser eliminada, la humanidad deja de ser humanidad y pasa a ser barbaridad.
Golda Meir sentenció en su profunda sabiduría: “Podremos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos. Pero nunca les vamos a perdonar el hacernos matar a los suyos.
Los verdaderos religiosos del mundo debemos clamar por una sensibilidad y religiosidad humana que vea en el hermano, un prójimo, y que sepa que al matarlo nos estamos suicidando.
La sangre derramada en todas las guerras sigue contaminando la tierra y la existencia. Un verdadero fracaso de nuestra condición humana y una vergüenza a los ojos del creador.
Miguel Steuermann, director de Radio Jai, cofundador de la Confraternidad Judeo-musulmana, embajador para la Paz de la Coalición Humanitaria Internacional y el Consejo Universal para la Paz. Prosecretario de la Cámara de Comercio Argentino-israelí y director de relaciones internacionales de la ONG 18 de diciembre por el migrante.
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