Por Carlos Ruckauf
El 4 de octubre pasado, durante el rezo de los Viernes, el ayatollah Ali Khamenei alabó el brutal atentado de hace un año ejecutado por Hamas sobre más de 3000 civiles israelíes indefensos. Más de 1200 de ellos fueron asesinados y violados; hombres, mujeres y niños, además de centenares de secuestrados.
Que el máximo líder religioso (y político) de Irán celebre semejante masacre, con el agregado de haberlo hecho durante una ceremonia religiosa, lleva el drama de la región a límites nunca vistos.
La guerra es siempre monstruosa, pero festejar el martirio de civiles inocentes lleva al peor de los caminos, porque justifica una retaliación de similares características.
Hezbollah, la principal estructura chiita respaldada por Irán ataca hace un año el norte de Israel. Decenas de miles de familias residentes en esa zona debieron exiliarse.
La estructura de Inteligencia de Israel consiguió, en solo diez días, destruir la red de comunicaciones, e informar a las FDI la ubicación de la cúpula política y militar de la organización que ha sido diezmada.
La guerra ha llegado, nuevamente al Líbano, un país donde, hasta el siglo pasado, convivían chiitas, sunitas, cristianos maronitas y hasta judíos en forma relativamente pacífica.
Hoy la guerra se está devorando la otrora llamada “Suiza de Oriente Medio”
Miles de ciudadanos sirios, que hace pocos años llegaron huyendo de su guerra civil, ahora tomaron de vuelta el camino a Damasco, junto a otros tantos libaneses que buscan salvar sus vidas.
Este caminar al borde del abismo del odio, encierra una amenaza que también pronunció Khamenei el mismo día y en el mismo lugar: “A Israel le queda poco tiempo”
Si la cúpula iraní cree que puede hacer “desaparecer” a su vecino, es que no han aprendido la lección de décadas de enfrentamientos y olvidan una realidad pavorosa: Israel es un país con armamento nuclear y, como ha dicho Vladimir Putin (viejo amigo de la teocracia iraní) “Quien tiene armas nucleares y la decisión de usarlas no puede perder una guerra“.
Resulta especialmente peligrosa la provocación de Khamenei ya que, en esos momentos, el Gabinete de guerra israelí se encontraba en plena negociación con Washington sobre el cuándo y el dónde de la respuesta militar a los 180 misiles arrojados por Irán sobre su vecino.
Sería prudente evitar el abismo de una escalada que pone en peligro la Paz mundial.
¿Qué hace ante esta realidad la Organización de las Naciones Unidas? Nada. A pesar de haber sido creada después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, para “garantizar la Paz”.
Su Secretario General, sólo dedicado a cuidar su bien rentado curul, busca siempre ubicarse del lado de quienes tienen más votos en la Asamblea General. Y el Consejo de Seguridad, con el veto de los miembros permanentes, impide toda reacción, mientras la Guerra Fría del siglo XXI cada día escala un poco más.
Carlos Ruckauf es ex vicepresidente de la Nación y ex Canciller de la República Argentina.
Fuente: Clarín
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