La narrativa de un fracaso
En la columna de hoy, y mientras se desarrolla el conflicto con la organización político terrorista libanesa chiita, Hizballah, voy a exponer, de la manera más acotada posible, el proceso de descomposición, como entidad estatal, que ha venido sufriendo el “País de los Cedros”, el Líbano, la otrora “Suiza de Medio Oriente”, y calificarlo como un verdadero Estado Fallido.
Pues bien, el Líbano, geográficamente está ubicado entre Siria, al norte y al este, e Israel al sur, y al oeste se halla el Mar Mediterráneo, con una costa de 225 km de extensión, con una población de algo más de 6 millones de habitantes, de los cuales el 40% son refugiados, y sus principales ciudades están en la planicie costera, pues hacia el interior y paralela a la costa, se extiende de norte hasta las tierras bajas del sur, la llamada cordillera central o del Líbano, y de esta cadena montañosa hasta la frontera con Siria, se encuentra el Valle del Bekaa, lo que nos da una idea que salvo las regiones llanas, el resto del territorio libanés, con sus irregularidades, barrancos, quebradas y sierras, presenta dificultades para el avance de fuerzas militares, pues es un escenario ideal para las emboscadas y las tácticas de guerra de guerrilla.
En su historia moderna, su población se reparte entre las comunidades cristiana, drusa y musulmana, que a diferencia del presente, en 1900, con un 78% los cristianos eran mayoría, aún cuando eran parte del Imperio Otomano, que tras ser vencido en la 1ª. Guerra Mundial, al igual que el resto de los territorios en Medio Oriente, que integraban el citado imperio, y por aplicación de los Acuerdos Sykes-Picot de 1916, se los repartieron entre las potencias vencedoras, Gran Bretaña y Francia, al ser ratificados, en 1920, los citados Acuerdos por la Sociedad de las Naciones, antecesora de la ONU. Es así, que se conformaron cuatro regiones de influencia, dos para los británicos y dos para los franceses, mientras que el quinto, Palestina, terminará siendo Mandato inglés.
En este contexto, Francia que ejercía su mandato sobre Siria y un Líbano, que para 1920, era más pequeño, pues comprendía la región costera de mayoría cristiana y minoría drusa, otrora el Emirato de Monte Líbano, decidió ampliar el territorio, incluyendo la región oriental y sur, con población musulmana, sunita y chiita, anteriormente Valiyato de Beirut, y termina por constituir un Líbano, con algo más de un 50% de cristianos, un 6% de drusos y el resto musulmanes, ete aquí, el principio de los problemas y tensiones de un Estado multicultural y plurireligoso, pues el proyecto político de los musulmanes chocaba con el compartido por cristianos y drusos, más allá de las reformas políticas y sociales implementadas por Francia, que fueron conformando el Estado libanés moderno.
Es así, que en 1926 se promulgó la 1ª. Constitución, que establecía una república supervisada por Francia, pero ya contemplaba la distribución de cargos políticos desde lo confesional, y para entonces, un poco más de la mitad del parlamento eran bancas cristianas, y el resto se distribuía entre musulmanes y una minoría drusa. Para 1930, comenzaron a darse las primeras expresiones nacionalistas, buscando la independencia, por un lado, los cristianos maronitas manteniendo un perfil occidental, por el otro, los musulmanes, que participaban de la idea de ser parte de la “Gran Siria”, lo que mostraba una agudización del choque confesional ya citado, además se da con el auge del Panarabismo, lo que colaboró a la fractura de la sociedad libanesa, que para entonces se conformaba, con un 52% de cristianos, de los cuales el 30% eran maronitas, un 22% de musulmanes sunitas, un 19% de chiitas y un 7% drusos.
Con la 2ª. Guerra Mundial, y con la Francia ocupada por los nazis, el 22 de noviembre de 1943, Líbano, con apoyo inglés, declaró su independencia del gobierno títere de Vichy, y más tarde reconocida por el Gral. De Gaulle, además pasó a formar parte de la Liga de Países Árabes, razón por la que en 1948, en cumplimiento de la Resolución 181/47 de la ONU, cuando Israel declaró su refundación como Estado Judío, formó parte de la coalición árabe que buscó destruirlo, en lo que se conoce como la 1ª. Guerra Israelí-Árabe, y tras la victoria de Israel, el “País de los Cedros”, abandonó cualquier idea de participar en otra campaña bélica, y a partir de las décadas de los 50 y 60, comienza un período de crecimiento económico, adoptando un modelo Liberal, con medidas que dieron auge al comercio, los servicios y en particular, a la banca, políticas éstas caracterizadas por la ausencia de restricciones económicas y arancelarias, todo lo cual hizo a Beirut, el principal centro financiero de Medio Oriente, con presencia de bancos extranjeros y un lugar de resguardo para las riquezas de los países árabes que comenzaban a gozar de los beneficios del petróleo, recibiendo así el mote de la “Suiza de Medio Oriente”, constituyéndose en un “Paraíso Fiscal”, aprovechado para el blanqueo de capitales, y con la Bolsa de Beirut, la más importante de la región y del Magreb, a lo que se sumaron los altos ingresos provenientes del Turismo, que devino en el crecimiento de las infraestructuras hoteleras y viales.
Pero más allá de ese exitoso contexto, subyacían las viejas tensiones interconfesionales y culturales, las que se agudizaron, por las diferencias socio-económicas entre las zonas urbanas y las rurales, mientras que se daban los conflictos israelí-árabe de 1956, 1967 y 1973, que impactó en el Líbano, con la llegada de refugiados palestinos, lo que comenzó a desestabilizar a la sociedad libanesa, inclinando gradualmente la balanza demográfica a favor de la comunidad musulmana e incentivando el odio hacia Israel.
En esa ola de refugiados palestinos, estaban los provenientes de Jordania, que en septiembre de 1970, liderados por Al Fatah y FPLP, ambos parte de la OLP, intentaron un golpe de estado contra el rey Hussein I y fueron fuertemente reprimidos por el ejército jordano, en lo que se conoció como “Septiembre Negro”, y que dio lugar a la facción terrorista palestina homónima, liderada por Abu Al Iyad, que en 1972 cometió la “Masacre de Munich”, entre otras de sus criminales acciones.
En aquel contexto, los musulmanes libaneses apoyaron a los grupos terroristas palestinos y la destrucción de Israel, mientras que drusos y cristianos, no tenían reparos a la existencia del Estado Judío, pero recordemos, que el equilibrio demográfico se había afectado, y los musulmanes querían cambiar el sistema político y tener más poder, consecuencia de la cada vez mayor incidencia de Siria y los palestinos, y esta situación crítica llevó al estallido de la Guerra Civil en 1975, un ciclo sangriento y violento que duró 15 años, en el que Líbano quedó dividido en tres, la franja costera al sur de Beirut hasta la frontera con Israel y lo largo de ésta, predominantemente palestina, la zona costera de Beirut hacia el norte, hasta las periferias de Trípoli, predominan los cristianos, y de la cordillera central hacia el este, incluyendo el valle del Bekaa, y a lo largo de la frontera norte con Siria, ocupada por las fuerzas de ese país, y donde se ubicaba la mayoría musulmana chiita.
En ese escenario, las milicias de las tres comunidades lucharon entre sí, contando con el apoyo de potencias extranjeras incluida Israel, que apoyó a la Falange Cristiana, y en 1982, el gobierno israelí decidió entrar en el Líbano, con el objetivo de terminar con la OLP y sus acciones terroristas, llegando hasta Beirut, y sorpresivamente, en un giro estratégico, el Pte. sirio Hafez Al Assad, apoyó a las milicias libanesas chiitas en contra de la OLP, en síntesis, tanto las consecuencias del Panarabismo, como el conflicto israelí-palestino, fueron causantes del deterioro de la estabilidad interna del Líbano, y en ese contexto, en 1985 se crea la organización político-terrorista libanesa chiita, Hizballah, que tal como se reseñó en la columna pasada, al finalizar la guerra civil libanesa con la firma del Acuerdo de Taif, negociado por Arabia Saudita, fue la única milicia que no fue desarmada.
La guerra civil en el Líbano, tuvo un costo de más de 150 mil muertos y otros cientos de miles de desplazados, y una modificación del sistema político, que le dio mayor poder a los musulmanes, debilitando a los cristianos, muchos de los cuales emigraron al exterior, constituyendo al presente, apenas un tercio de la población libanesa, pero se mantuvo la distribución confesional, con un presidente cristiano, un 1er. ministro sunita y el presidente del parlamento chiita.
Para los años 90, la OLP de Yasser Arafat expulsada del Líbano y sin el apoyo de Egipto, Jordania y Siria, termina firmando los Acuerdos de Oslo, en 1993, reconociendo al Estado de Israel, pero en su lugar, Hizballah con el apoyo de la teocracia de Irán, inicia su campaña para destruir al Estado Judío, y para fundar en el Líbano, un régimen teocrático a imagen y semejanza del iraní.
Es así, que primero liderado por Abbas Al Musawi, y tras su muerte por Hassan Nasrallah, hasta ser eliminado en septiembre pasado, ha llevado a cabo su llamada “Resistencia contra Israel”, por otro lado, para esa misma década el entonces 1er. ministro libanés Rafik Hariri, sunita, durante sus mandatos, 1992-1998 y 2000-2004, aplicó políticas para la recomposición económica, buscando inversiones extranjeras, pero la reconstrucción de las infraestructuras básicas, incrementó la Deuda Interna, y en el 2005 fue asesinado, por agentes del servicio secreto sirio, lo que derivó en una espiral de tensiones sectarias y un nuevo deterioro económico.
Hay que recordar, que al inicio del tercer mandato de Hariri, en el 2000, Israel se retira del sur de Líbano, y la ONU estableció la llamada “Línea Azul”, una demarcación de seguridad a lo largo de la frontera israelí-libanesa, desde el Mediterráneo a las Alturas del Golán, sin embargo, las acciones de Hizballah contra el territorio de Israel y las FDI, continuaron, hasta que en el 2006, estalló la 2da. guerra del Líbano o Guerra de Julio, que finalizó tras 34 días, con un Alto al Fuego, impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU, y que dio lugar a la Resolución 1701, que contempla, el despliegue de la fuerza internacional FINUL y del ejército libanés en el sur del Líbano, desde el río Litani hacia la frontera con Israel, la retirada de las FDI y la retirada y desarme de las milicias o grupos armados, lo que implicaba a Hizballah, y además no podría haber fuerzas extranjeras sin consentimiento del gobierno libanés, y como todos sabemos, salvo la retirada de las FDI, el resto no se cumplió, o no ha servido para evitar el actual conflicto.
Pero continuando con la historia moderna del Líbano, la Guerra Civil en Siria, en el 2011, tuvo sus consecuencias en el País de los Cedros, que recibió a más de 1,5 millones de refugiados, lo que profundizó el desequilibrio demográfico a favor de los musulmanes, y agudizó la crisis social y económica, lo que dio lugar a un aumento del descontento en la sociedad libanesa, que en el 2019 se exterioriza en violentas protestas, y tuvo como catalizador el estallido de la burbuja financiera, que perjudicó al 80% de la población, hundiendo a muchos en la pobreza, y con una recesión de -5.6%, y a esto se sumo los efectos de la pandemia del Covid-19, y en agosto de 2020, la explosión de un depósito en el puerto de Beirut, que contenía material explosivo destinado a Hizballah, causó 210 muertos, 7.500 heridos y daños por U$S 15.000 millones, y agravó la situación social, económica, y con efectos en el ámbito político, donde la organización terrorista libanesa chiita, en el gobierno desde el 2005, perdió la mayoría parlamentaria en las elecciones de 2021, y en diciembre de 2022, el entonces Pte. Michel Aoun, de la coalición cristiana Movimiento Patriótico Libre, renunció y hasta el presente, se halla vacante el cargo presidencial.
Desde entonces, el Líbano es lo que en las Ciencias Políticas se denomina un Estado Fallido, con una crisis gubernamental, que se traduce en una pérdida o difusión del monopolio del poder estatal, a tal punto, que Hizballah se constituyó en un Estado dentro del Estado libanés, con un poder militar mayor del de las FF.AA. libanesas, y en este escenario se está desarrollando ahora la 3ra. Guerra del Líbano, un conflicto en el que Irán, está más comprometido que con el de Israel con Hamas, por el valor estratégico de Hizballah para la geopolítica de Teherán, y lo ha demostrado con el ataque del pasado 1 de este mes, con el disparo de más de 180 misiles balísticos, lo que debe ser considerado más que una “Guerra Indirecta”, una “Guerra a Distancia”.
Finalizando la columna de hoy, mi reflexión es la siguiente: podría decir que los errores del pasado son los daños del presente, en cuanto a la política aplicada por Francia, tras el final de la 1ra. Guerra Mundial con respecto al Líbano, el extender arbitrariamente su territorio original, sin tomar en cuenta las diferencias confesionales, y que con el correr del tiempo ha dado lugar a tensiones, crisis y conflictos sectarios, haciendo prácticamente inviable un Estado-Nación moderno, pero también podría decir, divide y reinarás, pues de esa manera, en este caso Francia, se aseguraba su continuidad como el árbitro entre las partes y hacedor de un orden y de la paz, y por lo tanto, constituir al Líbano, como un Estado Llave de su geopolítica en Medio Oriente, por otro lado, la Sociedad de las Naciones al convalidar los Acuerdos Sykes-Picot, privilegio los intereses de las potencias europeas e hipócritamente ignoró el Principio de la Libre Autodeterminación de los Pueblos, una hipocresía que heredó su sucesora, la ONU, que poco o nada hizo para hacer cumplir la Resolución 1701, lo que ha posibilitado los constantes ataques de Hizballah contra Israel, y hoy se rasga las vestiduras ante el presente conflicto, constituyéndose como el Gran Templo de la Vacuidad, y por último, como consecuencia de lo dicho y de la breve reseña de la trágica historia del Líbano, no hay lugar a duda de concluir, que es un Estado Fallido, es la narrativa de un fracaso, por eso traigo para terminar, una frase de Henry Kissinger, “Los países poscoloniales, todos han tratado de superar el legado de lo colonial, algunos no lo han logrado”.-
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