¿Ultimátum? Israel está dispuesto a cambiar el orden en Medio Oriente – Luciano Mondino
“Israel, con una audacia que choca frontalmente con la cobardía occidental de muchos gobiernos decididos a caminar al matadero, se posiciona como el protagonista del nuevo esquema de seguridad en una región donde la paz únicamente se consigue cuando el miedo se impone en el corazón de tu enemigo.”
Los acertados golpes para desbaratar a Hezbollah en el Líbano son una parte inseparable de la nueva y real oportunidad de cambiar, por un largo tiempo, el equilibrio de poder en Medio Oriente desplazando a la República Islámica de Irán y su política de expansión del terrorismo. Se acerca la hora de golpear el programa nuclear iraní.
El 7 de octubre de 2023, con la masacre de Hamas sobre el sur de Israel y los más de 8.800 cohetes, drones y misiles que fueron lanzados por Hezbollah hacia el centro y norte del país, provocó un reinicio en la relación bilateral entre Jerusalén y Teherán. Israel, con más de 1200 asesinados y 251 secuestrados, sabía que debía garantizar una respuesta contundente donde Hamas y todo aquel que buscara ayudarlo terminara humillado. Irán sabía que, frente una fulminante operación militar israelí en Gaza, podría hacer estallar todos los acuerdos de normalización entre árabes e israelíes.
El 14 de abril, con el primer ataque directo lanzado desde el territorio persa contra Israel, quedó claro que el régimen de los Ayatollah también empezaba a desplegar una nueva estrategia para intentar conseguir su objetivo de borrar a los israelíes del mapa. La eliminación de Ismail Haniyeh en Teherán, la de Hassan Nasrallah en Beirut y los 180 misiles balísticos lanzados por Irán a Israel el 1 de octubre complejizaron aún más el escenario.
Desde 1979, a pesar de las advertencias de los servicios de inteligencia israelíes a la administración Carter de Estados Unidos, en Irán se impuso un régimen teocrático que fundamentaba su existencia en la aniquilación de Israel, de la destrucción de la influencia de Estados Unidos en Medio Oriente y en el castigo a todos los gobiernos árabes dentro del esquema de confrontación milenario entre sunitas y chiitas. La llegada al poder del Ayatollah Jomeini en febrero de 1979 cambió radicalmente el escenario regional y dio lugar a la formación de organizaciones terroristas que con el tiempo se volvieron partes fundamentales de los gobiernos o estados paralelos.
Ese nuevo contexto regional también desplazó a los clásicos actores del conflicto árabe israelí que protagonizó la escena política desde 1948. Para el momento de la revolución islámica en Irán, países como Egipto o Jordania empezaban a dejar de ser amenazas existenciales para el estado de Israel y los círculos de la doctrina de seguridad, pergeñada tanto desde los servicios de inteligencia como del ejército, empezaban a direccionar sus esfuerzos en las amenazas híbridas o de actores paraestatales como Hamas o Hezbollah que desplegaban todos sus armamentos en zonas civiles altamente pobladas.
Que en el sur del Líbano existan casas de civiles donde se guardan misiles balísticos o que Hamas haya construido túneles, donde retuvo y asesinó israelíes que secuestró el 7 de octubre, en edificios de Naciones Unidas dentro de Gaza expone que esta guerra no es una confrontación convencional y que el ejército israelí, fuertemente observado por la comunidad internacional, debe realizar un milimétrico cálculo para evitar la mayor cantidad de bajas palestinas y libanesas civiles posibles.
A pesar del mientras peor mejor que Hamas, Irán y Hezbollah han buscado desde el mismo 7 de octubre, fuentes oficiales del ejército israelí confirman una paridad casi de uno a uno entre terroristas de Hamas eliminados y bajas colaterales civiles. Una relación tan pareja habla del enorme esfuerzo de las divisiones militares israelíes que han debido operar entre cientos de civiles y muchas veces abortar operaciones para evitar las bajas humanas.
En todo este escenario y casi en soledad, Israel está encarando una nueva estructura de seguridad regional que busca relanzar los acuerdos de normalización con los países del Golfo, en especial Arabia Saudita, pero fundamentalmente desplazar a Irán atacando fuertemente su red terrorista operativa dentro y fuera de Medio Oriente. El estado de Israel sostiene este enfrentamiento directo contra Irán bajo dos enfoques que son fundamentales para entender la dinámica bélica y política en la región.
El enfoque militar adaptado a una nueva guerra donde los ataques militares convencionales vienen acompañados de ciberataques, campañas de desinformación o actores como Hamas o Hezbollah que, aunque ilegales por naturaleza, se refugian en el derecho internacional cuando deben pedir un alto al fuego entre Naciones Unidas. Hay una premisa fundamental que se mantiene intacta desde el 7 de octubre y que entiende la victoria militar total de Israel como el primer paso para dar lugar así a una victoria política.
El segundo es el enfoque religioso que es muchas veces olvidado y eso conlleva a innumerables errores a la hora de intentar entender lo que sucede en una de las regiones más convulsas del mundo. Desde la muerte de Muhammad, el profeta para los musulmanes, se ha iniciado una guerra sucesoria entre los musulmanes sunitas y los chiitas que significó que durante más de mil años no se construyera un sistema político que acogiera a estas dos ramas.
Aunque los sunitas representen el 90% del mundo musulmán, la contienda se centra en Arabia Saudita como representante de éstos y en la República Islámica de Irán, exponente del mundo chiita y representante de ese 10% restante, donde los factores estratégicos y políticos, como el control del Estrecho de Ormuz que es por donde pasan millones de barriles de petróleo al día, ha justificado guerras y matanzas dentro de los musulmanes a lo largo de la historia reciente.
Esta milenaria confrontación hacia adentro del mundo islámico nos explica, en parte, por qué Arabia Saudita encuentra en Israel un paraguas de contención frente al expansionismo militar iraní que además adquiere rasgos nucleares desde que a principios del 2000 se supo que el régimen persa estaba enriqueciendo niveles de uranios muy próximos a la obtención de la bomba nuclear. La República Islámica de Irán es un enemigo en común entre los árabes del Golfo como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unido o Bahréin e Israel.
Si el ejército de Israel logra destruir la operatividad de la organización terrorista Hezbollah y asestar así un golpe de muerte al proyecto privilegiado de Irán en el Líbano, los festejos no serán solamente en Tel Aviv o Jerusalén, sino también en Riad, Abu Dabi o Manama. Probablemente, aunque en silencio y bajo la opresión, en las calles de Teherán donde millones de iraníes esperan la caída de un régimen que les ha arruinado la vida. Así sucedió cuando Haniyeh y Nasrallah fueron eliminados.
Por el contexto político y religioso en Medio Oriente no es descabellado pensar que Israel encuentre mayor entendimiento en los países árabes del Golfo antes que en Estados Unidos o Europa. En el caso del primero, sumergido en unas elecciones presidenciales históricas que posicionarán a dos candidatos radicalmente opuestos en la presidencia de la primera potencia militar y nuclear occidental. En el caso europeo, con una Unión Europea amordazada para no provocar la ofensa y la reacción de las comunidades islamistas asentadas en Madrid, Paris o Bruselas, pero que detestan el modelo de vida europeo y organizarían un califato ante la primera oportunidad.
Israel, con una audacia que choca frontalmente con la cobardía occidental de muchos gobiernos decididos a caminar al matadero, se posiciona como el protagonista del nuevo esquema de seguridad en una región donde la paz únicamente se consigue cuando el miedo se impone en el corazón de tu enemigo
Nota exclusiva para Radio Jai
Luciano Mondino es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de La Plata. Master en Política Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación son sobre islamismo, Terrorismo y Crimen Organizado.
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