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El mundo es otro después del 07 de octubre del 2023

Profesor León Trahtemberg

Cuando uno escucha sobre eventos históricos como la expulsión de los españoles luego de la independencia del Perú, Arica luego de la guerra del Pacífico, Francia luego de la Revolución Francesa, la caída del comunismo y la URSS luego de su desmembramiento, Japón y el mundo luego de Hiroshima y Nakasaki, es claro que hay sucesos cuyo antes y después significan fracturas con el pasado y escenarios cualitativamente distintos al día siguiente. Modifican los conceptos de gobernanza del mundo, los derechos de las naciones a una vida acorde con sus intereses y necesidades, cambios en las normas de vida y derechos individuales para lidiar con los enemigos, y demandan el procesamiento de las huellas de dolor por las pérdidas de vidas y territorios. Y luego, por efecto dominó, disrumpen el mundo y recomponen los tableros ideológicos, económicos y geopolíticos globales.

Ese es el nivel de disrupción de la historia mundial que en este siglo hemos presenciado por emergencia del terrorismo fundamentalista islámico nutrido por Irán y Qatar que atenta contra Estados Unidos a nivel planetario y contra Israel a nivel del Medio Oriente.

El genocidio y secuestro de civiles de diversas edades y nacionalidades, mayoritariamente  israelíes, realizado por Hamas en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, ha marcado un antes y un después en la historia contemporánea. Inevitablemente recuerda al 11 de septiembre de 2001 en el que Al Qaeda destruyó las torres gemelas de Manhattan con aviones suicidas. Si bien los contextos son distintos, ambos eventos reconfiguraron profundamente las dinámicas globales, desde lo militar hasta lo geopolítico, pasando por lo económico y lo cibernético. Así como el mundo cambió tras los ataques del 11 de setiembre del 2001, el 7 de octubre del 2023 nos deja ante una nueva realidad internacional, con implicaciones duraderas.

En el ámbito militar, la respuesta a los ataques del 7 de octubre en el Medio Oriente ha escalado rápidamente. Al igual que tras el 11 de setiembre donde Estados Unidos lideró una guerra contra el terrorismo en Afganistán en Irak, hoy vemos a las potencias internacionales reajustando sus estrategias y alianzas teniendo al frente la amenaza de Irán y sus proxis que combinan sus ataques contra Israel. Al igual que las intervenciones en Afganistán e Irak, este evento podría convertirse en un conflicto global con ramificaciones impredecibles.

Además, esta guerra ha introducido un nuevo capítulo en el teatro militar: la lucha en túneles subterráneos de comando y operaciones militares ocultos en barrios civiles, incluyendo colegios y hospitales; el uso de bombas antitúneles; los asesinatos selectivos de cabecillas; el despliegue de misiles balísticos y la intercepción a cargo de sofisticados proyectiles. Estos elementos representan una evolución en las estrategias de combate y en el desarrollo de nuevas armas, poco vistas en conflictos anteriores, que ha obligado a las fuerzas militares a adaptar sus tácticas y tecnología a esa nueva realidad.

Se hace evidente que las fronteras físicas no son las únicas vulnerables. El ciberespacio ha emergido como un campo de batalla crucial. Después del 11-S, el mundo se dio cuenta de que las infraestructuras digitales eran tan frágiles como los edificios. Aparecieron los ataques cibernéticos para deshabilitar las infraestructuras de comunicaciones, el uso de drones y bombas inteligentes, sistemas de seguimiento en tiempo real, etc. Ahora, luego del 7 de octubre, los ataques cibernéticos cada vez más sofisticados afectan los sistemas de defensa,    infraestructuras energéticas, redes de comunicación que permiten hacer seguimiento de las comunicaciones y ubicaciones de los enemigos para eliminarlos, cohetes y misiles balísticos y crucero, tecnologías y bombas antitúneles guiadas por láser y GPS, etc.

En términos económicos, las repercusiones ya son evidentes. Como ocurrió tras el 11-S, cuando los mercados globales tambalearon y el precio del petróleo se disparó, la incertidumbre económica se va apoderando de un sistema global ya debilitado por la pandemia y las tensiones geopolíticas previas. Los únicos grandes ganadores son los vendedores de armas y los especuladores del petróleo.

A nivel geopolítico, el 7 de octubre ha vuelto a trazar líneas divisorias en el mapa global. Así como el 11-S obligó a los países a tomar partido en la “Guerra contra el Terrorismo” (Irak), hoy las potencias globales deben decidir cómo posicionarse frente a un conflicto que tiene implicaciones para la estabilidad mundial. La rivalidad entre Estados Unidos, Rusia y China está en juego, y cualquier decisión que tomen estos actores podría alterar el equilibrio geopolítico durante décadas.

A nivel de los medios de  comunicación, se ha hecho evidente que los sesgos ideológicos y compromisos económicos con los auspiciadores le han quitado credibilidad a la cobertura noticiosa. Un mismo hecho relatado por distintas agencias parecería aludir a situaciones distintas. En el caso del Medio Oriente, los intereses económicos de inversionistas árabes en los medios y centros de estudio hacen que se relate el drama de los libaneses o gazatíes presentados como víctimas, y las reacciones de Israel como expresión de una agresión sin fundamento. Casi ninguna alusión a los ataques de Hamas y Hizbollah contra Israel y una sobrecobertura negativa de la reacción de Israel contra estas entidades terroristas.

Agencias como la BBC, Reuter, EFE, France-Presse, muy asimétricas, han dejado de ser un referente confiable para quien quiere informarse de los hechos del Medio Oriente. Solo ven daños materiales, heridos y muertos por ataques en la población de Gaza o Líbano. No la ven en Israel. Solo ven las bombas que lanza Israel, pero no ven los misiles que por centenas lanza diariamente Hizbollah y aquellos que lanza Irán contra Israel. Ya olvidaron hace tiempo mencionar que estas reacciones de Israel tienen que ver con el ataque genocida de Hamas y el secuestro de más de 200 personas aún retenidas e incomunicadas vivas o muertas, y los ataques diarios de Hzbollah a Israel con cohetes y misiles. Solo ven a los desplazados gazatíes y libaneses, pero no a las decenas de miles de israelíes que hace un año no pueden vivir en su casa en territorio israelí por los ataques constantes de Hizbollah. Me pregunto si cubrirían del mismo modo las noticias si el atacado fuera Francia, Alemania, España o Inglaterra.

El mundo de hoy ya no es el mismo que el de ayer. La magnitud de los cambios que vendrán, tanto en lo militar, como en lo económico y geopolítico, será profunda. Así como el 11-S transformó la forma en que percibimos la seguridad, el terrorismo, los derechos territoriales y las relaciones internacionales, el 7 de octubre ha reconfigurado las reglas del juego global con organizaciones terroristas como actores centrales que descalifican las convenciones de las guerras pre existentes. Por si fuera poco, no existe un espacio de mediación consensuado, porque la ONU y el Tribunal Penal Internacional (CPI) han evidenciado el mismo sesgo e intereses de grupo que los medios de comunicación. Son muertos en vida que se entretienen juzgando a Israel y cerrando los ojos a los crímenes y violaciones de derechos de todos los países que representan a la mayoría políticamente conveniente, incluyendo a China, Rusia e Irán que encabezan la lista. Esa es otra de las constataciones post 7 de octubre 2023.

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